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Madrid

Robert Doisneau, captar la belleza de lo cotidiano

No se entiende la historia del siglo XX sin el ojo y la cámara de Robert Doisneau, el inconfundible fotógrafo de lo cotidiano.

Robert Doisneau, captar la belleza de lo cotidiano

No se entiende la historia del siglo XX sin el ojo y la cámara de Robert Doisneau, el inconfundible fotógrafo de lo cotidiano. Su más famosa instantánea, la que encabeza estas palabras: El beso del Hôtel de Ville. Sin embargo, esta foto le trajo más de un quebradero de cabeza al final de su vida. Ésta y otras fotografías del artista francés se exponen en la Fundación Canal de Madrid hasta el 8 de enero de 2017.

 

Varios visitantes entran en la exposición Robert Doisneau: la belleza de lo cotidiano en la Fundación Canal de Madrid. (Foto: Ana Laya / The Objective)
Varios visitantes entran en la exposición Robert Doisneau: la belleza de lo cotidiano en la Fundación Canal de Madrid. (Foto: Ana Laya / The Objective)

 

Un icono controvertido

 

No fue el «instante decisivo»  lo que hizo de ésta una foto mágica, sino que estaba todo preparado

 

La exposición que presenta la Fundación Canal es obra, entre otras, de las propias hijas del artista. Una de ellas, Anette -comisaria de la exposición-, explicó en la presentación de la muestra que a su padre «no le gustaba demasiado» una foto que a día de hoy es uno de los iconos más reconocibles del siglo XX. La imagen de la pareja besándose frente al ayuntamiento parisino le terminó causando problemas a Doisneau por derechos de imagen.

Françoise Bornet, actriz que aseguraba ser la protagonista de la foto más famosa de Doisneau, posaba en 2005 con la instantánea. (Foto: Philippe Wojazer / Reuters)
Françoise Bornet, protagonista de la foto más famosa de Doisneau, posaba en 2005 con la instantánea. (Foto: Philippe Wojazer / Reuters)

Según se ha podido saber más tarde, no fue el «instante decisivo» -término acuñado por el también fotógrafo Henri Cartier-Bresson que implica esa habilidad del fotógrafo por capturar una escena en el momento justo, ni antes ni después- lo que hizo de ésta una foto mágica, sino que estaba todo preparado. Según relataron sus protagonistas, la revista Life le encargó a Doisneau una serie de fotos positivas de la vida cotidiana de París, en un momento en el que la sociedad clamaba por la claridad en la vida en plena época de posguerra. La Segunda Guerra Mundial había traído tiempos oscuros, y retratar la cotidianidad desde un punto de vista amable se hacía indispensable. No obstante, el instante retratado en este icono de la fotografía no fue improvisado, ya que la publicación advirtió al artista de que «tuviera cuidado» por posibles futuras reclamaciones de derechos, lo que le llevó a cubrirse las espaldas y acordar la foto con dos modelos: Françoise Bornet y Jacques Carteaud. Este embrollo terminó con, años más tarde, Doisneau y Bornet sentados en el banquillo por una reclamación de derechos. Todo esto sumió a Doisneau en una profunda depresión y en una situación de estrés durante años. Al final, y gracias a que Doisneau conservaba el resguardo del pago a los actores, pudo ganar en los tribunales a los que le demandaron.

 

Palm Springs 1960, la verdadera joya de la corona

La exposición La belleza de lo cotidiano, que puede verse en la Fundación Canal, consta de muchas otras fotografías aparte de El beso del Hôtel de Ville: concretamente, 110 instantáneas -todas seleccionadas por sus hijas- de un archivo de más de 450.000. Las más valiosas de la muestra son, seguramente, las menos conocidas. Por ejemplo, la serie en color de Palm Springs tomada durante los años sesenta.

 

La exposición muestra 110 instantáneas de un archivo de más de 450.000

 

Esta serie de fotos es la verdadera joya de la corona, ya que apenas han visto la luz y han sido recuperadas expresamente para esta muestra. Fueron publicadas en la revista Fortune en el 61, y permanecieron en cajas hasta que en 2007 el jefe de fotografía de la publicación las encontrara y enviara las hijas de Doisneau. El artista escogió el color con el fin de retratar el lujo que representaban en California los campos de golf, las piscinas y el esparcimiento estadounidense propio de aquella década. Estas fotografías ofrecen al que las observa una mirada un tanto satírica por parte del autor, una crítica -intencionada o no- a una sociedad superficial, y utiliza el color como si fuera un añadido casi artificial. Se trata de la primera vez que Doisneau utilizó la película en color con fines únicamente estéticos.

Algunas de las fotografías de la serie Palm Springs 60 (Foto: Atelier Robert Doisneau)
Algunas de las fotografías de la serie Palm Springs 60. (Foto: Atelier Robert Doisneau)
La serie Palm Springs 60, de Robert Doisneau, expuesta en la Fundación Canal de Madrid (Foto: Ana Laya / The Objective)
La serie Palm Springs 60, de Robert Doisneau, expuesta en la Fundación Canal de Madrid. (Foto: Ana Laya / The Objective)

 

Por cómo está pensada esta muestra, las fotografías más célebres del autor terminan pasando desapercibidas para el ojo del visitante que queda perplejo por la belleza y la verdad del resto de momentos captados con tanta delicadeza por la cámara de Robert Doisneau, por lo que es fácil dejarse llevar por sus instantáneas más desconocidas, como es el caso de la citada serie Palm Springs 60.

 

El niño que soñaba con hacer fotos

Como en la mayoría de casos de genios -y no cabe duda hoy de que Doisneau lo es-, el artista que protagoniza estas líneas tiene toda una historia de superación detrás.

Una de las imágenes de Palm Springs 60, de Robert Doisneau, expuesta en la Fundación Canal de Madrid (Foto: Ana Laya / The Objective)
Una de las imágenes de Palm Springs 60, de Robert Doisneau, expuesta en la Fundación Canal de Madrid (Foto: Ana Laya / The Objective)

Provenía de un entorno humilde. Su padre era un fontanero que enviudó cuando el pequeño Robert tenía tan sólo siete años. Al trauma de la pérdida de la madre, se añadió el de una madrastra mala. Su padre se volvió a casar y la madrastra le hizo la vida imposible al pequeño Robert. De niño, mientras trabajaba en lo que podía, aprendió por su cuenta a hacer fotos. Lo hizo obteniendo las instrucciones de las botellas de líquidos de revelado y de las cajas de película. Cuenta su hija Annette que a Doisneau le gustaba agazaparse en una esquina hasta que ante sus ojos se formaba la escena perfecta. Normalmente, ya vencida la timidez, pedía permiso a los protagonistas de la imagen para retratarlos. Parecía un niño tímido con ganas de hacer fotos hasta cuando ya era un artista consagrado. “Él tenía un encanto personal tremendo y una capacidad muy grande para conectar con la gente. Siempre le daban permiso”, asegura su hija.

 

«El mundo que intentaba mostrar era un mundo en el que yo me sentiría bien, en el que la gente sería amable y en el que encontraría la ternura que deseo recibir» – Robert Doisneau

 

Un mundo repleto de ternura

Doisneau aseguró en 1990, cuatro años antes de morir, en una conversación con el fotógrafo Frank Hovat que “el mundo que intentaba mostrar era un mundo en el que yo me sentiría bien, en el que la gente sería amable y en el que encontraría la ternura que deseo recibir. Mis fotos eran como una prueba de que ese mundo puede existir”. Ese mundo, existiera o no, nació desde su cámara y lo mostró al mundo durante más de 45 años de carrera artística, profesional y emocional.

Algunas de las fotos de Doisneau expuestas en la Fundación Canal de Madrid .(Foto: Ana Laya / The Objective)
Algunas de las fotos de Doisneau expuestas en la Fundación Canal de Madrid .(Foto: Ana Laya / The Objective)

 

La calle era su teatro. Lo cotidiano, el libreto que guió sus historias, todas tan de verdad que parecen de mentira. El siglo XX no se entiende en fotografía sin un buen puñado de genios: Henri Cartier-Bresson, Man Ray, Robert Frank, Ansel Adams, Robert Capa… y definitivamente, no podría entenderse el pasar del ser humano en el último siglo sin el ojo y el objetivo de Robert Doisneau, el gran retratista del día a día, en definitiva: de la vida.


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Robert Doisneau, la belleza de lo cotidiano

Del 6 de octubre de 2016 al 8 de enero de 2017, entrada libre

Fundación Canal (Calle Mateo Inurria, 2 28036 MADRID; Tel.:+34 91 545 15 01)

Horario: Laborales y festivos de 11.00 a 20.00 h; Miércoles de 11.00 a 20.00 h

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