THE OBJECTIVE
Óscar Monsalvo

La verdad antes de Trump

La prensa insiste en el renovado interés por Arendt y Orwell, autores que se ocuparon de la verdad. E insiste en llamar a esta nueva época la era de la posverdad, concepto ligado a dos fenómenos: Trump y el Brexit.

Opinión
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La verdad antes de Trump

Es evidente que no se puede explicar el triunfo de ambos sin tener en cuenta la pérdida del valor de la verdad en el discurso político. Pero también es evidente que no hay nada nuevo en la posverdad, más allá del nombre. De hecho, es posible que este repentino interés por el valor de la verdad en el discurso político se deba más a una moda que a la relectura de Arendt, Orwell, Koyré o Frankfurt. Usamos posverdad del mismo modo que hasta hace poco usábamos postureo.

Aun así, está bien que el aprecio por la verdad esté de moda. Porque venimos precisamente de una larga época en la que lo habitual en parte de la prensa y en buena parte de la universidad era discutir la existencia de verdades indiscutibles. “La verdad es incompatible con la democracia porque donde hay verdad no puede haber libertad de opiniones”, leía recientemente en un artículo publicado en el periódico global. A continuación, el autor citaba a Arendt para defender que “la verdad rompe con el pensamiento y por eso es totalitaria”.

La semana pasada leía esto en otro artículo: “El totalitarismo se produce, según Arendt, por la pérdida paulatina de realidad que subyace a la distinción entre hechos y ficción. El impulso autoritario arrincona cualquier punto de anclaje con el mundo común, para sustituirlo por sus fantasías e imaginaciones.” Se refería a Trump y a su negación constante de la realidad, a la sustitución de los hechos por la ilusión.

Lo curioso es que los dos artículos, publicados en el mismo periódico, fueron escritos por el mismo autor. En el artículo escrito antes de la Era de Trump, la verdad era totalitaria. En el artículo escrito en la Era de Trump, la realidad existe y el líder autoritario intenta eliminar esa correspondencia entre el discurso y la realidad.

Trump está en la Casa Blanca porque su discurso se adapta muy bien a una época en la que la realidad es algo discutido y discutible. Pero Trump no inaugura esta época. Discute las cifras de una multitud, igual que antes Irigaray discutió la neutralidad de las matemáticas (E=mc² es una ecuación sexuada). La realidad pasó de ser algo objetivo y observable a ser un mero constructo social. Ramsés II no pudo haber muerto de tuberculosis porque el bacilo de la tuberculosis aún no había sido descubierto, decía Latour. Ésa es nuestra época. Y por eso es probable que Trump siga ahí durante algún tiempo, porque muchos de quienes ahora intentan esgrimir la realidad y los hechos frente al monstruo no recuerdan ni siquiera la forma que tenían esas armas.

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