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La La Land: la excepción a la regla para los “musical haters”

¿Cuál es el secreto de La La Land que ha logrado seducir incluso a quienes usualmente detestan los musicales?

La La Land: la excepción a la regla para los “musical haters”

La escala de grises en el género musical es difícil de establecer desde que The Jazz Singer (1927) “El Cantante de Jazz”, la primera película hablada y musical, precisó el cine sonoro en la industria con el ritmo de Irving Berling y Jimmy Monaco. El común denominador entre los espectadores se sujeta a los extremos, o te gustan los musicales o no logras pasar ni diez minutos oyendo a Meryl Streep cantar Mamma Mía (2008) ni muchos menos seguir el melodrama operático completo de Hugh Jackman y Anne Hathaway en Les Miserables (2012). A pesar de que Alfred Hitchcock opinaba que una buena película puede prescindir del sonido y para Chaplin la esencia del cine se hallaba en el “silencio” no hay otro género cinematográfico, ni siquiera el western, que sea tan estadounidense como el musical.

 

Desde clásicos como La melodía de Broadway (The Broadway Melody, 1929) de Harry Beaumont, ¡Música maestro! (On With the Show, 1929) de Alan Crosland, Cabaret (1972), Grease (1978) y Chicago (2002) hasta Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street (2007) se asumió el espectáculo, las coreografías, la teatralidad y las pegajosas melodías que se impusieron en “los felices años veinte” para bautizar un género que dejó innumerables escenas archivadas para la historia, y unas cuantas canciones que todavía es inevitable tararear. Son estos recuerdos registrados en la pantalla los que canaliza La La Land (2016), el último musical que se ha impuesto en las ceremonias más selectas del gremio actoral con siete Globos de Oro -los siete a los que estaba nominados- y 14 nominaciones a los Oscar, superando así el record de nominaciones que mantenían películas como Titanic (1992) y Todo Sobre Eva (1950).

 

 

También promocionada como “Ciudad de las estrellas”, la producción que durante 40 días recorrió Los Ángeles y repitió cada escena hasta 40 veces tiene una particularidad, además de ser el target de moda en la crítica y la audiencia. El matiz estratégico que le dio su director Damien Chazelle (Whiplash 2014) ante un término algo parco para encumbrar al género como “un musical moderno” es la clave para entender porqué, con las salvedades obvias de sentencias contrarias, una gran cantidad de “musical haters”, gente que usualmente detesta a los musicales, se han encontrado admitiendo un clásico: “No me gustan los musicales, pero La La Land…”

 

«La La Land no es realmente un musical aferrado al principio antaño y hollywoodense…»

El quid del éxito de la película protagonizada por Ryan Gosling y Emma Stone, quienes recrean un papel escrito originalmente para Emma Watson y Milles Teller es simple; La La Land no es realmente un musical aferrado al principio antaño y hollywoodense sino que es más una película con algunos números musicales que decoran 128 minutos de planos secuenciales y una dirección fotográfica a cargo del sueco Linus Sandgren íntima, dinámica y onírica que prevalece le gusten o no los musicales.

Los productores de La la land, Jordan Horowitz y Fred Berger aceptando el Golden Globe como Mejor Película de Comedia o Musical | Foto: Reuters.
Los productores de La la land, Jordan Horowitz y Fred Berger aceptando el Golden Globe como Mejor Película de Comedia o Musical | Foto: Reuters.

Con un presupuesto de 30 millones de dólares y un total de 174 recaudados hasta ahora en todo el mundo el film tenía por lo menos siete años conceptualizado en la imaginación de Chazelle y Justin Hurwitz, compañero de estudios en Harvard que ha compuesto cada una de las notas que se interpretan en la película. Luego del éxito en los Oscar de Whiplash la industria vio mucho más factible acceder a las ambiciones del director de 31 años, y aunque tal vez La La Land ha sido sobre mediatizada por la crítica -en The Guardian, The New York Times y Variety se han escrito palabras como “conmovedora, atrevida, original, interpretaciones fantásticas, milagro”– hay para quienes esta es sola un seguidilla de clichés con una recepción exagerada y poca base histórica. Pero una producción en donde los protagonistas se cambias hasta 50 veces de vestuario -cada uno- y en donde una de las autopistas de los Ángeles se transforma literalmente en una coreografía “live” mientras cientos de bailarines hacen volteretas encima de coches a 37 grados a la sombra, tiene más mérito que unos cuantos lugares comunes precisados con intencionalidad.

Es cierto que a veces es difícil distanciarse de Ryan Gosling y su clásico papel de galán confundido que recuerda a The Notebook o Blue Valentine, o que es usual que Emma Stone se presente como esa estudiante americana, soñadora que busca transgredir lo ordinario con un encantador sentido del humor. Pero la pareja, que se fichó para simular a ese antiguo modelo hollywoodiense de pares icónicos como Fred y Ginger, Humphrey Bogart y Lauren Bacall, o Myrna Loy y Dick Powell, tiene una complicidad casi matemática que ya había demostrado en Crazy, Stupid, Love (2011) y  Gangster Squad (2013).

Foto via Lionsgate
Foto via Lionsgate

La La Land se trata de algo más que un pianista de jazz que sueña con abrir su propio bar y una aspirante a actriz que va a un sinfín de audiciones fallidas mientras se mantiene con un trabajo de camarera. Si bien lo han dicho Chazelle y Emma Stone, cursi como suena, es una película de soñadores.

John Lennon señaló hace ya varias décadas que “un sueño que sueñas solo es solo un sueño. Un sueño que sueñas con alguien es una realidad”, y ahí está la clave del éxito de La La Land. Chazelle buscó la magia y la energía de los mejores dramas románticos musicales franceses y estadounidenses de la era dorada para amoldarlas al siglo XXI; a la ciudad de Los Ángeles la fichó como un lienzo en movimiento de encuentros inesperados y eterno tráfico, una ciudad de anhelos en donde es fácil identificarse con los pequeños clubes de jazz, las salas de espera de las audiciones, los apartamentos compartidos, las cafeterías de los grandes estudios donde se cruzan los famosos y los aspirantes, las fiestas y los naufragios usuales de los veintitantos. El objetivo fue realzar esos elementos y desarrollarlos con nuevos ritmos.

 

«Creo que los musicales encajan en esa visión del cine en donde no se tiene que ser tan literalmente reflexivo como en la vida real. Los musicales requieren una cierta suspensión de incredulidad, yo quería que la película fuera una carta de amor no solo para los sueños, sino para la clase de sueños de los que la sociedad a menudo se burla”, explica Chazelle.

 

Las referencias para los cinéfilos son evidentes en todo el film. Una de las mayores inspiraciones fueron las películas de Jacques Demy, creador de musicales como Los paraguas de Cherburgo, Las señoritas de Rochefort y Una habitación en la ciudad. Desde Vaselina, pasando por Cantando bajo la lluvia y Amor sin barreras, La La Land hereda la dinámica paleta de colores del director francés. «Traffic», el número musical interpretado en una cola en una autopista de Los Ángeles está inspirado en la escena inicial de Los paraguas de Cherburgo en la que varios coches embarcan en un bote para cruzar un río, rodada en plano secuencia porque Chazelle quería grabar todos los números musicales sin cortes como se hacía en los musicales clásicos. El número de “Duet” recuerda a En alas de la danza (1936) y la pieza A Fine Romance en la que Astaire acompaña a Ginger a su coche bajo la nieve. Cantando bajo la lluvia también está presente desde el momento en el que Ryan Gosling interpreta «A lovely night» hasta el paseo a través de los sets de los estudios en el «Epílogo». Asimismo, la Ciudad de las estrellas debe su inspiración al número de «Broadway Melody» del musical de 1952 y a Rebelde sin causa (1955), cuyas referencias como el cine Rialto o el Observatorio del Parque Griffith se adhieren a la “rebeldía” de James Dean y lo mezclan con un baile que recuerda a la pieza final de Vera-Ellen y Fred Astaire en La bella de Nueva York (1952) o al vals de Fred y Ginger en En alas de la danza.

 

 

El sketch

Las expectativas han frenado, sorprendido, atraído y también decepcionado. Inclusive Saturday Night Live sacó un sketch inspirado en esa obsesiva adoración que ha generado la película en Estados Unidos en donde el comediante Aziz Ansari es interrogado por dos detectives por haberse quedado dormido durante La La Land.

A las críticas de que Emma Stone y Ryan Gosling no son los mejores cantantes o bailarines, o de que los personajes y sus situaciones con inverosímiles y empalagosas porque “la vida no funciona así”, Stone recuerda en una entrevista para Elle Magazine:

«Nuestros personajes son artistas que intentan darse a conocer, nunca se nos pidió que fuéramos cantantes y bailarines brillantes. Más aún, Damien quería que la relación de los dos personajes fuera palpable y por eso se aplaudía algún que otro fallo, no tenía que ser técnicamente perfecta, no tenía que ser Sutton Foster o Idina Menzal”, sostiene.

 

 

Cinco curiosidades sobre La La Land

  1. Chazelle impuso como obligación a todo su elenco antes de empezar a rodar que estudiaran y vieran los viejos musicales detalladamente, especialmente los de Jacques Demy.
  2. Ryan Gosling aprendió a tocar piano especialmente para la película practicando dos horas al día durante seis días a la semana. No hay un solo primer plano en toda la película realizado por un doble de manos.
  3. El músico John Legend, que también forma parte del reparto, tuvo que aprender a tocar la guitarra para participar en el film.
  4. La  escena del baile con el sol cayendo en Mulholland Drive, en el parque Griffith, fue una de las más complicadas. Dura seis minutos y no tiene ningún corte. Además de interpretar la escena, la canción y hacer el baile, el equipo tuvo que cronometrar todo perfectamente antes de que anocheciera.
  5. Al comienzo de La La Land, Ryan Gosling escucha una estación de radio en la que hablan de un triple ganador del Oscar. Se refieren a Sandy Powell, quien ganó el premio por El aviador (2004)La reina Victoria (2009) y Shakespeare enamorado (1998).

El cast que acompaña a la pareja incluye a nombres como John Legend, Rosemarie DeWitt, Finn Wittrock, Callie Hernandez, Sonoya Mizuno, Jessica Rothe, Tom Everett Scott, Josh Pence y J.K. Simmons.

 

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