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'Los últimos meses de mi abuela'

Esta podría ser la historia de cualquiera de vosotros. Marisa Vesco podría ser vuestra abuela y Gaia Squarci podrías ser tú. Quizá lo seas, pero con otro nombre, otro rostro y otra piel. Abuelos, siempre tan preocupados por los demás y, como escribía un buen amigo, «todo a lo que puede aspirar un hombre de verdad».

‘Los últimos meses de mi abuela’

Esta podría ser la historia de cualquiera de nosotros. Marisa Vesco podría ser nuestra abuela y Gaia Squarci podrías ser tú. Quizá lo seas, pero con otro nombre, otro rostro y otra piel. Abuelos, siempre tan preocupados por los demás y, como escribía un buen amigo, «todo a lo que puede aspirar un hombre de verdad».

Cuando las personas se enteran de que van a perder a alguien cercano, a menudo tienden a reflexionar sobre el pasado en lugar de vivir el momento. Por ello es que Gaia Squarci, fotógrafa de profesión, decidió capturar los últimos cinco meses de su abuela, que sufría un cáncer terminal de hígado. Maldito cáncer, amargo como el café y, por desgracia, también tan común. Cada instante quedó retratado para la eternidad gracias al objetivo que supo inmortalizar esos momentos que quedarán guardados para siempre. Un proyecto increíblemente conmovedor a la vez que humano que Squarci ha realizado para Reuters titulado: ‘Los últimos meses de mi abuela’. 

Marisa Vesco sonríe mientras se acurruca en el pecho de su nieta, Gaia Squarci (Foto: Gaia Squarci/ Reuters)
Marisa Vesco sonríe mientras se acurruca en el pecho de su nieta, Gaia Squarci (Foto: Gaia Squarci/ Reuters)

La imagen de la fotografía superior es del día en el que Gaia conocía que su abuela, su ‘Nonna’, como la llamaba cariñosamente, padecía cáncer de hígado. Vencedora de dos cánceres, nunca supo que esta vez no ganaría la batalla. Sin contemplaciones y marchitando ilusiones venía para quedarse, la guerra era suya. «Aún más desgarrador que el miedo de despedirnos definitivamente de ella, era el hecho de que mi abuela no sabía lo realmente enferma que estaba. Mi madre y mi tía creían que no podría soportar la idea de una tercera batalla contra el cáncer», apunta Squarci.

Marisa Vesco come helado en su cama mientras su nieta la fotografía (Foto: Gaia Squarci/Reuters)
Marisa Vesco come helado en su cama mientras su nieta la fotografía (Foto: Gaia Squarci/Reuters)

Cada día la fotógrafa retrataba a su ‘Nonna’ en diferentes momentos del día, cada detalle y acto adquiría un significado más profundo.»Mi madre la bañaba diariamente, no quería que nadie lo hiciese por ella», cuenta, y añade: «y yo me unía a ellas para observarla en silencio con mi cámara».

Abuelos, ese gran tesoro al que tardamos en descubrir. En esta sociedad nuestra, que cada día arrincona más a los mayores, es de vital importancia que nos demos cuenta de esta gran verdad: el lugar de los abuelos es insustituible en la familia. Ellos tienen esa sabiduría amable que nos hace ver lo más valioso de la vida; y guardan un tesoro oculto, que sólo pueden ofrecer a quien se acerca hasta su corazón.

Chiara Micheletti ayuda a su madre en su baño diario (Foto: Gaia Squarci/Reuters)
Chiara Micheletti ayuda a su madre en su baño diario (Foto: Gaia Squarci/Reuters)

Squarci supo alcanzar ese tesoro. Coqueta, completamente desnuda, con su cuerpo arrugadito y con signos de enfermedades pasadas y presentes Vesco posaba orgullosa frente al objetivo de su querida nieta. «Me sorprendía la forma en que se enfrentaba a la enfermedad sin perder su feminidad. Ella era capaz de reírse de sí misma y en más de una ocasión me preguntó: ¿Saldré en Vogue o Marie Claire?«.

Abuelos, esa dulce ‘profesión’ sin vacaciones. Mantenedores de los valores tradicionales, su amor es la prolongación del amor de los padres, un amor de consentimiento y generoso, frente al formativo y riguroso de los progenitores.

Chiara Micheletti abraza a su madre en la habitación de un hospital donde permaneció el último mes y medio de su vida (Gaia Squarci/Reuters)
Chiara Micheletti abraza a su madre en la habitación de un hospital donde permaneció el último mes y medio de su vida (Gaia Squarci/Reuters)

El 11 de octubre de 2015, Vesco falleció en Biella, Italia, rodeada de su familia, amada y querida, como no podía ser de otra forma. «Pasé cinco meses con ella celebrando la vida, no quiero duelos, no quiero lutos», señala la fotógrafa.

Esparcen las cenizas de Marisa Vesco (Gaia Squarci/Reuters)
Esparcen las cenizas de Marisa Vesco (Gaia Squarci/Reuters)

Las cenizas de ‘Nonna’ fueron esparcidas por su lugar favorito, unas montañas no muy lejos de Cossato, en el noroeste de Italia, donde había crecido. «Las tiré lejos, cayeron sobre la hierba. Meses más tarde mi madre me envió una fotografía de ese campo. Estaba completamente cubierto de flores».

De esta forma Gaia Squarci ha logrado inmortalizar, en el sentido literal de la palabra, a su ser más querido. Y es que una persona no muere del todo mientras haya alguien que la recuerde, y  la querida Vesco, gracias al objetivo de la cámara que un día la vio sonreír, no sólo permanecerá en el recuerdo de Squarci, sino también en el de todos nosotros.

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