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Alemania es más que Berlín, cervezas y salchichas

Alemania es un de los lugares que probablemente muchos nos plantearíamos como destino para un viaje de invierno, quizás para un puente o un fin de semana largo. Y claro, lo primero que nos viene a la cabeza es Berlín. O, como mucho, si es que ya hemos estado o nos apetece ser un poquito más originales, nos fijamos en Múnich, Colonia o incluso Frankfurt. Pero este país tiene mucho más que ofrecer que grandes ciudades abarrotadas de gente y, sobre todo, de turistas. Por eso queremos proponeros esta pequeña ruta alternativa, con lugares que aseguran un viaje, como poco, diferente.

Alemania es más que Berlín, cervezas y salchichas

Alemania es uno de los lugares que probablemente muchos nos plantearíamos como destino para un viaje de invierno, quizás para un puente o un fin de semana largo. Y claro, lo primero que nos viene a la cabeza es Berlín. O, como mucho, si es que ya hemos estado o nos apetece ser un poquito más originales, nos fijamos en Múnich, Colonia o incluso Frankfurt.
Pero este país tiene mucho más que ofrecer que grandes ciudades abarrotadas de gente y, sobre todo, de turistas. Por eso queremos proponeros esta pequeña ruta alternativa, con lugares que aseguran un viaje, como poco, diferente.

Aguas alemanas, ¿o suizas?

Podemos empezar por el sur, en concreto en Constanza (Konstanz en alemán). Esta pequeña ciudad de alrededor de 80.000 habitantes está situada en la frontera con Suiza, y en ella podemos disfrutar de las increíbles vistas que nos proporciona el Lago de Constanza. Y no es solo el lago lo que nos dejará sin palabras, pues acompañan su belleza todas las construcciones de estilo medieval que se sitúan en sus orillas. Si a todo esto le sumamos el verde que predomina en el paisaje, tenemos uno de los paseos más bonitos y relajantes que se pueden pedir.
Esta ciudad “costera” suele ser un destino de verano, ya que cuenta con un clima bastante mejor que el del resto del país. Sin embargo, disfrutar de esta ciudad en las épocas más frías del año también puede tener su encanto, y un buen ejemplo son sus aguas termales. Un balneario situado a orillas del lago es una de las mejores opciones para huir del frío en las tardes de invierno. Un par de horas en una piscina de agua caliente, al aire libre, mientras admiramos las aguas heladas y sus orillas nevadas son, desde luego, el remedio más efectivo contra el estrés.

 

Paseo del Lago de Constanza en diciembre. (Foto: LenDog64/ Flickr)
Paseo del Lago de Constanza en diciembre. (Foto: LenDog64/ Flickr)

Para completar un día tan relajante, qué mejor que una buena cena acompañada, por supuesto, de una buena copa. Contanza es una ciudad universitaria y, como tal, goza de una activa vida nocturna, con bares de todo los estilos. Para los gustos más exquisitos, sitios como el restaurante y gin bar Il Bocone son la propuesta perfecta; un lugar donde podrás elegir entre 130 tipos de ginebra para disfrutar del mejor gintonic en un ambiente distendido y relajado.
Y si al día siguiente queda tiempo antes de seguir el viaje, los pequeños mercadillos que colocan en el puerto que da vida a la ciudad son el lugar ideal para comer algo rápido y, a la vez, buscar algún que otro recuerdo que poder llevar a casa.

Belleza desde las alturas

Adentrándonos un poco más en la Alemania clásica, llegamos hasta Heidelberg. Una ciudad de 150.000 habitantes bastante más conocida y visitada que Constanza pero que, aún así, normalmente es una especie de destino de rebote que visitamos cuando nos alojamos en ciudades cercanas como Frankfurt.

Vistas desde el castillo de Heidelberg. (Foto: Soumei Baba/ Flickr)
Vistas desde el castillo de Heidelberg. (Foto: Soumei Baba/ Flickr)

El principal atractivo de esta antigua ciudad reside en su castillo, del siglo XIV, o más bien en lo que queda de él. Está situado a unos 90 metros de altura, por lo que las impresionantes vistas de la ciudad son el motivo más importante por el que esta visita merece la pena. Para recorrer esos 90 metros existen dos opciones: la cómoda, es decir, subir en teleférico; o la de los deportistas, gente sana y, por qué no decirlo, la de los que quieren sufrir un poquito, que suben las interminables escaleras que llevan hasta la torre del castillo. Eso sí, el esfuerzo está bien recompensado. Además, para visitar Heidelberg, el frío no es ninguna excusa, pues estas escaleras son una manera muy efectiva de entrar en calor.

Pero no todo es hacer ejercicio. Heidelberg cuenta con una calle principal llena de vida, repleta de tiendas y restaurantes en la que se puede encontrar de todo y para todos los gustos. Entre todos estos restaurantes, hay algunos muy tradicionales donde es obligado probar un buen Schnitzel o unas salchichas con Sauerkraut (col agria) y puré de patatas, pero del casero.

Viñedos a orillas del Rin

Siguiendo hacia el norte, la siguiente parada puede ser en alguno de los pequeños pueblos del estado de Hesse. Lugares como Heppenheim o Rüdesheim, situados a orillas del río Rin, cuentan con bonitos viñedos de los que se obtienen vinos de gran calidad. Porque sí, aunque lleguemos a pensar lo contrario, en Alemania no solo se beben jarras gigantes de cerveza. La variedad de uva Riesling ha conseguido que los vinos que se hacen con ella sean conocidos y muy bien considerados internacionalmente. Y qué mejor que disfrutar de estos buenos vinos en su lugar de procedencia.
Además, la mayoría de estos pueblos ofrecen una forma diferente y divertida de conocer los viñedos y probar una gran variedad de vinos a la vez. Y cuantos más, mejor. Lo que los alemanes llaman Weinwanderung (excursión del vino, si lo traducimos literalmente) consiste en un paseo por los viñedos, aunque un paseo más bien largo, en el que varias bodegas colocan sus puestos para que nadie se quede sin probar los diferentes tipos de vinos que ofrecen y para, por qué no, hacer la caminata un poquito más amena. Estas excursiones van desde los 5 kilómetros hasta incluso 20 kilómetros, aunque los más normal suele ser recorrer alrededor de 10. Y como siempre, lo mejor se deja para el final: en algunas de estas Weinwanderung, como en la de Heppenheim, un festival con música en directo espera a los valientes que hayan sobrevivido a todo un día de senderismo y vino, sobre todo mucho vino.

Rüdesheim am Rhein y sus viñedos. (Foto: Delphine Ménard/ Flickr)
Rüdesheim am Rhein y sus viñedos. (Foto: Delphine Ménard/ Flickr)

Pero si lo que quieres es tranquilidad, estos pequeños pueblos la ofrecen durante el resto de días del año. No solo es asombroso pasear por sus viñedos en silencio, desde donde normalmente se puede disfrutar de unas preciosas vistas a las antiguas construcciones que forman estas poblaciones, sino que en estos lugares “semi-escondidos” podrás encontrar numerosos restaurantes tradicionales donde huir de las típicas salchichas con patatas con las que atraen a todos los turistas. Eso sí, ahí sí tendrás que pedir una buena jarra de cerveza.

Un poco de glamour

Como última parada, la ciudad de Düsseldorf puede ser una muy buena opción. Una “vuelta a la civilización” después de los paseos por el campo para mezclar el turismo con las compras y el ocio. Una ciudad de más de medio millón de habitantes que une un bonito casco antiguo con edificios de lo más moderno.
También a orillas del Rin, este es otro de los muchos lugares donde el río concentra algunas de las mejores vistas de la ciudad. Así, una buena manera de comenzar el día es dando un paseo por el río para llegar hasta el casco antiguo. Aquí sorprende la enorme cantidad de bares y restaurantes que se aglutinan en unas pocas calles, donde los camareros sacan sus mejores galas y sonrisas para ofrecerte interminables ofertas entre las que seguro encontrarás lo que más te apetece.

 

Medienhafen, el moderno puerto de Düsseldorf. (Foto: architecture_296/ Flickr)
Medienhafen, el moderno puerto de Düsseldorf. (Foto: architecture_296/ Flickr)

Si la idea es huir un poco del centro de la ciudad, seguir andando por las orillas del río nos llevará hasta el  MedienHafen, el modernizado puerto de Düsseldorf. En esta zona, donde arquitectos de renombre diseñaron  llamativos edificios, se encuentran los restaurantes y clubes más exclusivos de la ciudad.
Para seguir con la exclusividad, Königsallee (avenida del Rey) es otro lugar donde reina el glamour: una bonita  avenida en la que tienen sus locales numerosas boutiques y joyerías. Es esta amplia avenida la que dota a Düsseldorf  de una imagen tan sofisticada. Pero no hay que preocuparse, basta con alejarse un par de calles para volver a un  ambiente que se ajuste a nuestros bolsillos.
Düsseldorf es también un buen lugar para acabar nuestro viaje porque cuenta con el tercer aeropuerto de Alemania,  solo por detrás de los de Múnich y Fráncfort.

Esto son solo unas cuantas ideas para un viajecito relajante y diferente que nos aleje un poco de los típicos destinos y  actividades. Pero, como ya hemos dicho, Alemania tiene mucho que ofrecer, y hay numerosas ciudades, pueblos,  lagos y montañas, e incluso playas, que te harán creer que Alemania es mucho más que Berlín, cervezas y salchichas.

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