THE OBJECTIVE
Anna Grau

Pagar por no ver a dónde se va Pablo Iglesias

«Quien dice un exdirector de TV3, dice un exvicepresidente del gobierno. Que a ver si se van a creer ustedes que lo que pasa en Cataluña, se queda en Cataluña…»

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Pagar por no ver a dónde se va Pablo Iglesias

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¿Alguien se figura por qué cuesta tanto ponerse de acuerdo para investir un president de la Generalitat? Poco se habla de una de las razones más poderosas: el control de los medios de comunicación, propios y ajenos, a una escala y de una manera que no se había visto nunca.

Que TV3 es un feroz portaaviones de propaganda independentista, ya ni siquiera es noticia. Un poquito menos llamativo, pero potencial e infinitamente más grave, es su condición de macrochiringuito. De explosiva centrifugadora de dinero público que por una puerta entra, por otra sale, y no siempre queda claro de dónde viene ni a dónde va. O no queda nada claro, o lo queda demasiado… Porque lo apasionante del caso es que aquí nos movemos entre la opacidad financiera y el desparpajo clientelar. Con poco o ningún término medio.

Se dan por sabidas muchas cosas que quizá se comprenden sólo a medias. Ejemplo: es del dominio público que Toni Soler, el dueño de la productora Minoria Absoluta -artífice del Polònia y de otros incontables productos estrella de TV3- lleva cobrados 100 millones de euros de la televisión pública catalana desde 2005. Menos claro tiene todo el mundo que Minoria Absoluta controla el 3% del diario barcelonés Ara, punta de lanza de la prensa catalana independentista, cuyas opiniones ‘nacionales’ suelen ser demoledoras, pero que además practica algo que pocos medios de comunicación actuales se pueden permitir: periodismo de investigación patriótica. Cualquier enemigo de la causa, externo o incluso interno -desde profesores del Institut del Teatre hasta jefes de gabinete de consejeros de ERC caídos en desgracia…- puede ver sus miserias magnificadas por la lupa del Ara, algo que, si se quiere hacer en serio, cuesta tiempo y dinero. Sobre todo, dinero. Mucho dinero.

Puede resultar esclarecedor recordar que el diario Ara, que es privado, se empezó a editar en 2010 gracias a una campaña puesta en marcha por Oriol Soler Castanys, empresario vinculado a ERC desde los tiempos del primer tripartito. Se cifra en un millón de eurazos la primera inyección de dinero público en la empresa favorecida por Josep-Lluís Carod-Rovira cuando éste era vicepresidente de la Generalitat con Pasqual Maragall. Fue él quien inició un maná de subvenciones que desde entonces no ha parado ni un segundo de fluir. Además de recibir generosas donaciones de mecenas natos del separatismo, tales como la familia Carulla (Agroalimen) o el grupo Focus, el diario Ara reclutó para su flamante accionariado al ya mencionado Toni Soler y a otras estrellas mediáticas catalanas tales como Albert Om, que, sin llegar a ser un favorito de Midas como Soler, también se ha tirado años realizando fastuosas producciones externas de TV3, con unos niveles de retribución que les han permitido, pues eso, abrir su propio periódico sin despeinarse y, atención, poner a dirigir al mismo a Mònica Terribas tan pronto esta se apeó de la dirección de TV3.

Es sólo un ejemplo de lo que da de sí el modelo de economía circular mediática catalana: la Generalitat hace llover millones y millones sobre TV3 para contratar a empresarios amigos, o sobre empresarios amigos para contratar con TV3, hasta el punto de que ya no se sabe dónde acaba el trato de favor y dónde empieza algo mucho más oscuro. El nombre de Oriol Soler aparece vinculado a empresas como Batabat, Ara Llibres, Edició de Premsa Periòdica Ara, Editorial Alpha, Trotemi o Democratizing the Future Society, todas ellas beneficiarias de decenas de miles de euros en subvenciones por lo uno o por lo otro. Se le incardina en un sanedrín republicano responsable de toda la logística del referéndum ilegal del 1-O y sale en las escuchas de la Operación Volhof junto con Xavier Vendrell, otro Ciudadano Kane de ERC que deja en nada la romántica idea de que eso de la corrupción y del 3% era cosa sólo de la antigua Convergència…

Hace no mucho, en mitad del fragor de la batalla por la formación de ¿gobierno? en Cataluña, el PSC circuló un interesante documento predicando la refundación de TV3 y de todo el entramado público mediático catalán que fue recibido con tanto interés como rechifla. La rechifla la provocaba la pretensión de blanquear la actuación de los ejecutivos tripartitos catalanes en estos asuntos, como si los socialistas mearan colonia y no hubieran puesto mucho de su parte para llegar a la situación actual. No se nos olvide que fue el PSC quién impidió que la aplicación del artículo 155 en Cataluña ni siquiera le hiciera cosquillas a TV3.

Pero para los conocedores del sector, el documento tenía y tiene interés por el análisis de la perentoria necesidad profesional (no sólo política) de modernizar TV3, que en 1983 irrumpió con un modelo comunicativo rompedor, pero ha envejecido mal, muy mal, y ahora se asemeja más bien a un torpe y patoso diplodocus, carísimo de costear y cada vez más difícil de rentabilizar, incluso políticamente. Con todas las barbaridades que la televisión pública catalana emite (pero que sólo sirven para mantener hiperventilados a los que ya lo están…), a día de hoy la supervivencia del ente interesa más por el dinero que mueve que por las ideas. Por su potencial de mafia nodriza, más que por su potencial adoctrinador.

Aunque a veces no lo parezca, existe un sector audiovisual catalán que podría vivir y trabajar con aprovechamiento, quién sabe si hasta convertir Barcelona en un hub comunicativo de verdad abierto y moderno, si no se lo chuparan todo TV3 y las oscuras productoras a ella enchufadas, empezando por la Mediapro de Jaume Roures, al borde de la quiebra en tres meses si la agencia de calificación Fitch Ratings no miente cuando afirma que la tesorería no le alcanza para el primer semestre de 2021.

Eso por no hablar de la gravísima admisión -por escrito y con la firma de Tatxo Benet- de que Mediapro incurrió en sobornos masivos y delitos de crimen organizado en el marco del FIFAgate. Sólo en un País de Nunca Jamás como el que ahora mismo es Cataluña se puede entender que una cosa así pase más o menos desapercibida, y que encima TV3 pague a precio de oro (400.000 euros del ala…) unos documentales infumables de la factoría Roures sobre el juicio del 1-O, que no está claro que no se hayan financiado, en última instancia, con fondos originalmente destinados a la Covid.

En fin, que lo de la propaganda, siendo grave, casi es ya lo de menos comparado con el agujero negro de dinero, blanco, negro o de color de gos com fuig, como solemos llamar en Cataluña a todo aquello que se ve turbio, muy turbio. ¿Habrá llegado de verdad la hora de encender las luces, llamar a los taquígrafos, tirar de fondos europeos y empezar a sanear?

Como primera medida, podríamos empezar por prohibir por ley, primero, que las televisiones públicas puedan contratar a proveedores que son corruptos confesos. Dos, podríamos poner un buen cortafuegos para impedir las puertas giratorias de las teles públicas a las productoras privadas, para impedir contrataciones espurias, al servicio de intereses políticos o personales, de gente que por ejemplo quiere empezar su carrera dirigiendo TV3 y acabarla recogiéndole las pelotas al presidente independentista del Barça (casualmente, también avalado por Roures).

Quien dice un exdirector de TV3, dice un exvicepresidente del gobierno. Que a ver si se van a creer ustedes que lo que pasa en Cataluña, se queda en Cataluña…

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