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Cultura

'Auschwitz-Birkenau', la exposición de un dolor que nos pertenece a todos

La exposición ‘Auschwitz-Birkenau’ puede verse en el Centro Sefarad-Israel desde el 23 de enero hasta el 27 de marzo

‘Auschwitz-Birkenau’, la exposición de un dolor que nos pertenece a todos

Desde el 20 de mayo de 1940 hasta el 27 de enero de 1945, en el campo de concentración de Auschwitz-Birkenau fueron torturadas y asesinadas 1.100.000 personas de las 1.300.000 que pasaron por él. La gran mayoría, el 90%, eran judías, pero también fueron aniquilados discapacitados, homosexuales, gitanos, comunistas y presos comunes.

Auschwitz-Birkenau se convirtió en la máquina perfecta para hacer desaparecer personas. Se calcula que sólo 200.000 sobrevivieron. Testimonios como los de Annette Cabelli o Noah Klieger relatan los horrores que allí se acometieron; testimonios que junto con las impactantes fotografías que los soviéticos pudieron realizar el día de la ocupación muestran un relato de lo que allí pasó. Sin embargo, la sobreexposición de imágenes y los tours turísticos por los campos de concentración han hecho que nos insensibilicemos y nos anestesiemos ante unos hechos que ocurrieron hace tan solo 75 años.

Por ello, es que ahora más que nunca, cabe preguntarse: ¿Cómo regresar al Holocausto sin ser engullido por el proceso de normalización del que han sido objeto sus imágenes?

Tratando de dar solución a este gran interrogante, el fotógrafo madrileño Juan Pedro Revuelta rinde homenaje a la memoria de las víctimas con la exposición ‘Auschwitz-Birkenau’. Un total de 36 instantáneas, la mayoría realizadas con la técnica de la platinotipia –para emular el aspecto de la superficie de la ceniza humana–, que pueden verse en el Centro Sefarad-Israel desde el 23 de enero hasta el 27 de marzo. «Lo que quería captar es la frialdad en aquella oscuridad. Quería que la gente sintiera el frío, la ausencia de luz pero también los gritos de los alemanes y los ladridos de los perros», nos cuenta Revuelta, quien nos explica que la exposición tiene dos partes: una de contexto, donde se muestran imágenes del campo de concentración; y luego la obra principal, que es una mezcla de imágenes superpuestas de cabello de mujer y zapatos.

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De esta forma, los restos del horror vivido en el campo se plasman en las imágenes de Revuelta como un momento detenido en el tiempo, en clara analogía con las miles de vidas que allí se detuvieron. En palabras de Pedro Alberto Cruz, comisario de la muestra, «lo que ha querido hacer Juan Pedro es evitar la comercialización del dolor que se ha hecho de Auschwitz e intentar recuperar el fiel de la visión» de uno de los capítulos más oscuros de la historia de Europa. Además, nos muestra como las obras están expuestas de forma que hay que bajar la mirada de forma sutil para que se genere esa sensación de intimidad y así recuperar el poder de las imágenes: «Las retinas están completamente saturadas de información. Lo que intenta Juan Pedro con sus fotografías es limpiarlas».

Pelo y zapatos

Primo Levi cuenta en su libro ‘Si esto es un hombre’ que cuando llegaban los prisioneros al campo de exterminio, los metían en una gélida estancia, los desnudaban y le quitaban los zapatos. Luego, un operario con una escoba iba desparejando y amontonando los zapatos. Ahí fue cuando este superviviente de Auschwitz, quien se suicidó en abril de 1987, supo que había tocado fondo.

«Un zapato desparejado es sinónimo de muerte, del infierno absoluto», nos hace hincapié Juan Pedro Revuelta mientras recorremos la exposición y nos detenemos delante de una de las obras en las que se puede ver zapatos con imágenes superpuestas de cabello de mujer. «El pelo es el único elemento orgánico del cuerpo, junto con las uñas y los dientes, que no se descompone, que es eterno, como la platinotipia que puede alcanzar mil años. Entonces, mientras que el zapato implica la muerte, el cabello lo que te da es un plano de eternidad y de larga duración. Es la memoria viva e imperecedera de estas víctimas», explica el fotógrafo, quien recorrió el campo de concentración de 2009 a 2011.

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Juan Pedro Revuelta junto a dos fotografías de su exposición ‘Auschwitz-Birkenau’. | Foto: Lidia Ramírez | The Objective

Wilhelm Brasse, el fotógrafo de Auschwitz

Detrás de las fotografías de las víctimas de Auschwitz están una serie de fotógrafos, también prisioneros, que debatiéndose entre la ética y la supervivencia retrataron los horrores del mayor campo de exterminio. Uno de ellos fue el polaco Wilhelm Brasse, quien a cambio de ropa, alimentos y aseo, se convirtió en el principal documentalista de Auschwitz. Su cámara fue la encargada de registrar las imágenes de las miles de jóvenes que fueron sometidas a las torturas del doctor Mangele.

A él también rinde homenaje Juan Pedro Revuelta, quien mediante la técnica del colodión húmedo y usando los componentes básicos que originan el gas Zyklon B –con el que los nazis aniquilaban a los internos– cianuro potásico y ácido muestra los efectos de este veneno y como va invadiendo el cuerpo destruyéndolo.

«Juan Pedro ha cogido una fotografía de su colega Wilhelm Brasse, la repitió tres veces y conforme la lees de izquierda a derecha, se puede apreciar que los efectos del gas van comiéndole la cara», nos relata el comisario Pedro Alberto Cruz, quien agrega: «Está vomitando el veneno, la muerte. En la tercera imagen se puede ver como su ojo izquierdo ya ha muerto, es como su último suspiro, exhala la vida, la muerte ha entrado en él».

De esta forma, Cruz nos cuenta que después de su liberación, Brasse no volvió a coger una cámara más: «Asociaba fotografía a muerte». 

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Juan Pedro Revuelta y Pedro Alberto Cruz frente a la fotografía que rinde homenaje a Wilhelm Brasse. | Foto: Lidia Ramírez | The Objective

La niña del daguerrotipo

«En el vórtice del horror siempre habita una sonrisa». Así comienza el texto que acompaña otras de las imágenes de la exposición. Un fotografía en la que se puede ver un grupo de niñas posando ante la cámara de un militar soviético. Una de ellas sonríe mientras muestra el tatuaje con el número que le robó el nombre, el número que le robó su identidad.

Para está muestra, Revuelta utilizó la técnica del daguerrotipo. «Si pasas el dedo por la imagen, esta desaparece. He querido mostrar lo fácil que es borrar la sonrisa de una niña», relata el fotógrafo.

De esta forma, el retratista quiere reflejar como, pese a todos los intentos de los nazis, no se llegó a destruir los últimos rastros de humanidad: la sonrisa, la inocencia, dos armas imprescindibles para sobrevivir.

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Juan Pedro Revuelta frente al daguerrotipo. | Foto: Lidia Ramírez | The Objective
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