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La palabra 'queer', del insulto a la bandera

La teoría queer, que cuestiona lo que se encasilla en una categoría, toma su nombre de un término que fue inicialmente un insulto

La palabra ‘queer’, del insulto a la bandera

Reuters

Marica, sarasa, bollera, tortillera, bujarra, trucha… un sinfín de términos que se utilizaban de manera despectiva -y hoy aún algunos los siguen utilizando- y que más tarde fueron adoptados por el propio colectivo LGTBIQ. Esta es una forma ya clásica de romper con los insultos y la homofobia transformando palabras despectivas e hirientes en banderas propias del movimiento. Ahora muchos hispanohablantes se preguntan por la ‘Q’ de la LGTBIQ, que se refiere al término anglosajón queer.

Queer es fundamentalmente raro o excéntrico. Al menos ese es su significado original que, con el tiempo, ha ido mutando hasta convertirse en el término que hoy manejamos. Aunque no se conoce con seguridad el origen exacto de la palabra, no se empezó a utilizar para referirse despectivamente a una persona homosexual hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX. El escritor escocés Walter Scott describió en 1826 en su novela Woodstock a un personaje cuyo aspecto era “what is vulgarly called queer” (“lo que vulgarmente se llama raro”), refiriéndose a un hombre con aspecto femenino. Otra referencia del uso de este término se remonta a 1894, cuando un noble escocés llamado John Douglas, que no estaba demasiado contento al descubrir que su hijo tenía una relación íntima con el escritor Oscar Wilde, llamó a hombres como Wilde «snob queers» y el escritor fue finalmente procesado por sodomía.

 

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Una mujer porta una pancarta que reza “queer, musulmana y orgullosa” en el desfile del Orgullo Gay en Toronto, Canadá. | Foto: Mark Blinch / Reuters

 

En el ensayo Queer: historia de una palabra, el filósofo español Paul B. Preciado señala que “desde su aparición en el siglo XVIII en lengua inglesa, queer servía para referirse al tramposo, al ladrón, al borracho y a la oveja negra, pero también a todo aquel que no pudiera ser inmediatamente reconocido como hombre o mujer”. Era, en definitiva, una manera de calificar despectivamente a los hombres afeminados y a las mujeres masculinas. Asimismo servía para referirse a las personas trans.

Desde aquella época, en la que la forma de describir a un hombre homosexual nunca era positiva, hasta los años 90, queer fue un insulto más de tantos hacia este colectivo. No obstante, en la última década del siglo XX algo cambió. De hecho lo hizo un poco antes, como bien apunta Paul B. Preciado en su libro. Fueron los 80, con la crisis del sida, los que propiciaron que «un conjunto de microgrupos decidiera apropiarse de la injuria queer para hacer de ella un lugar de acción política”, afirma Preciado.

 

La teoría queer cuestiona lo que se encasilla en una categoría

 

A partir de los 90, lo queer se fue expandiendo hasta convertirse en una teoría. Esta corriente representa a las sexualidades que traspasan las fronteras de lo aceptado socialmente: la vida heterosexual, mo­nógama y entre personas de la misma edad y clase social, entre otros condicionantes. Todo lo que está fuera de la norma social es lo que engloba la teoría queer. Así, una pareja heterosexual e interracial, por ejemplo, podría considerarse queer.

 

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La teoría queer rechaza lo socialmente establecido. | Foto: Andrew Kelly / Reuters

 

Además, grosso modo, aparte de retar la heterosexualidad “obligatoria” (también llamada “heteronormatividad”), la teoría queer rechaza clasificar a las personas por su orientación sexual o identidad de género. Teniendo en cuenta que la teoría queer cuestiona lo que se encasilla en una categoría, para muchos resulta contradictorio hablar de personas LGTBIQ. Ser queer, al final, es estar en contra de definiciones, vivir en una fluidez constante y cuestionar siempre lo socialmente establecido, incluidas las etiquetas «lesbiana», «gay», «bisexual», «trans» e «intersexual».

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