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Un año después de la crisis, las niñas rohingyas quieren que se escuche su voz

Un año después de la gran crisis migratoria de los rohingya, casi 400.000 niñas y niños están viviendo en el campamento de refugiados más grande del mundo, en Cox’s Bazar, Bangladés.

Un año después de la crisis, las niñas rohingyas quieren que se escuche su voz

Un año después de la gran crisis migratoria de los rohingya, casi 400.000 niñas y niños están viviendo en el campamento de refugiados más grande del mundo, en Cox’s Bazar, Bangladés. Las niñas y adolescentes, la población que más riesgo tiene de sufrir violencia, abusos, tráfico de personas o matrimonio infantil, se sienten silenciadas en un entorno en el que sus opiniones y deseos no se tienen en la mayoría de los casos en cuenta.

Las niñas y adolescentes han encontrado en los Espacios Amigos para la Infancia de la ONG Plan International un lugar en el que conocer a otras jóvenes, aprender a defenderse y recibir apoyo. “Nos hacemos amigas de las chicas nuevas que llegan al campamento y compartimos con ellas la comida y la ropa que tenemos”, dice Showkat Atu. “Hemos descubierto que juntas somos más fuertes y tenemos menos miedo”, cuenta Mustakima.

Muchas jóvenes están solas, bien porque perdieron a sus familias por culpa de la violencia vivida en Myanmar, bien porque han perdido el contacto con sus padres durante el trayecto. En los espacios seguros pueden hablar sobre aquello que les preocupa, especialmente sobre la violencia y los abusos que muchas han sufrido y encontrar apoyo.

“Si las jóvenes y sus problemas permanecen invisibles para la comunidad internacional la respuesta humanitaria seguirá sin reconocer ni atender sus necesidades concretas”, apunta Emilia Sánchez, directora de Incidencia Política de Plan International.

El estudio ‘Adolescentes en Emergencias: Voces de Bangladés’, elaborado por la ONG, revela la falta de movilidad y el acceso a la comida como algunos de los principales problemas que enfrentan las jóvenes asentadas en Bangladés.

Un año después de haberse visto obligadas a huir de Myanmar, las niñas y adolescentes rohingya afirman estar más seguras en el campamento que en su país, pero muchas dicen sentirse muy limitadas a la hora de moverse libremente por él. También se muestran desilusionadas por la falta de acceso a la educación y las malas condiciones, el hacinamiento y la falta de privacidad de las tiendas en las que viven y en las que permanecen muchas horas al día.

El 97% de las encuestadas aseguraron estar encargadas del trabajo doméstico y solo un 28% recibir algún tipo de educación. Un 21% de las encuestadas viven acogidas por adultos con los que no tienen relación directa.

La escasa atención sanitaria, la lejanía y su elevado coste también preocupa a las jóvenes roghinya, que reclaman además, atención psicológica. Un elevado número relata experiencias traumáticas durante su huida a Bangladés.

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