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Cómo Filmin tuvo que esperar más de una década para conocer el éxito

Cómo Filmin tuvo que esperar más de una década para conocer el éxito

Filmin

El Barcelona Startup Congress ha arrancado esta semana para celebrar un congreso [puedes seguirlo aquí] sobre innovación y emprendimiento, y uno de los platos fuertes de la jornada ha sido Juan Carlos Tous, cofundador de Filmin, la plataforma cinematográfica española que se ha hecho un hueco entre multinacionales norteamericanas como Netflix, HBO o Disney+.

En contexto: Tous, acompañado en la moderación por Carlos R. Ríos [director del D’A Film Festival], ha recordado aquellos primeros días de aventura y riesgo. Porque Filmin nació de la distribuidora Cameo. Nos remontamos a 2007. Desde entonces Filmin ha mantenido su fidelidad al cine de autor –europeo e internacional, off-Hollywood– y a la renuncia del algoritmo que tanto exprimen los gigantes (y que, en última instancia, va contra la diversidad)–.

Filmin no surgió de un garaje, pero sí entre las cuatro paredes de Cameo. «Ahí Jose Antonio de Iruna y Jaume Ripoll, mis confundadores, teníamos siempre el debate de que esto iba a ser digital, de que la distribución de cine iba a pasar por internet, y Cameo nos dejó un despacho, escasos metros cuadrados, una mesa, un teléfono y un ordenador», arranca. Eran muy conscientes de ser pioneros –«¡joder si lo éramos»– porque antes de ellos no había nada: «Bastaba con mirar el entorno. Todo era piratería. Nadie se imaginaba que podía haber un mercado legal como hoy conocemos. Mirábamos a nuestro alrededor y en Europa no conocían nada de esto. Empezamos a buscar ayudas. Ninguna institución financiera apostaba por internet. Internet se veía como el malo. Nosotros veíamos la oportunidad. Ellos veían una amenaza. Encontramos interlocutores, con el paso de los años; al principio sólo creían en esto empresas tecnológicas. Ahí nos apoyamos, con tecnológicas, y algunos que creyeron en nosotros para dejarnos contenidos. Pero era una mínima parte de la industria audiovisual».

Esta plataforma creció al tiempo que YouTube o Napster, para que nos hagamos una idea; cuando Netflix comenzaba a pensar en una plataforma que transformara su viejo negocio de videoclub. No fue nada fácil salir adelante. «Empezamos con Cameo, convencí a mis socios para crear esta nueva empresa. 2007 fue durísimo, Cameo pagaba todo. No cobrábamos sueldo, nos pluriempleábamos, trabajábamos por las mañanas con Cameo y por las tardes con Filmin. Los fines de semana seguíamos con Filmin. Fuimos creciendo. En 2010 la Comunidad Europea hizo un concurso sobre una plataforma que pudiese defender el cine europeo. Tenían esa idea de defender las diferentes lenguas y el cine de cada país; nosotros ganamos el concurso para España. Nos apoyaron desde entonces».

Y continúa: «Nos dieron fondos para el desarrollo tecnológico. Nos ayudaron con la adquisición de contenido. Pero estábamos en un mercado que no monetizaba porque todo era gratis, alegal. Intentábamos convencer a la gente de que Filmin era cómodo, fácil; pero no fue hasta 2015, cuando aterrizaron las grandes plataformas, que vimos ese cambio. La gente empezó a suscribirse y a estar de acuerdo con pagar una cuota. Nosotros seguimos creciendo. Cada mes, cada año, crecíamos, pero éramos deficitarios. Hasta el 2018 no vimos un numero gris. Arrastrábamos muchos números rojos que cubríamos con ampliaciones de capital nosotros, los socios, o dando entrada a otros socios nuevos. Entre eso y las ayudas europeas llegamos hasta ese 2018 y 2019 en que tuvimos beneficios. Hemos seguido creciendo. En 2020, y a raíz de que teníamos un número de suscriptores consolidado, se acercaron algunos fondos de inversión interesados por el crecimiento del sector, viendo posibilidades de expansión –ya están en Portugal, piensan en Latinoamérica–. Algunos socios quisieron amortizar su inversión y vendieron, y estos grupos de inversión tomaron la mayoría de Filmin en noviembre. Esperamos que nos ayuden a seguir creciendo».

Dicho esto, Tous defiende la coexistencia del streaming y las salas, y está absolutamente convencido de que es posible. «Lo estamos viendo», concluye. «Las salas funcionan, pero no hay películas. Las majors americanas no quieren ponerlas a disposición del público porque en muchos países están cerradas o la ocupación es limitada. Hay falta de grandes títulos, que son los que mueven el gran mercado. Pero los cines independientes en las provincias están funcionando. Limitados, pero llenan. Hay películas que están en internet, o lo estarán en un futuro inmediato, y muchos espectadores prefieren verlas en cine. Hay que pensar que están viendo películas todos los días en casa y hay ganas de salir a pasear, meterse en un cine, compartir una experiencia. El cine es magia. Poder ver una película en una sala cerrada, oscura, empatizar con los otros, es algo que no te lo puede dar el salón de tu casa. Te da otras cosas. Otras ventajas. Pero la experiencia de la sala de cine es única».

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