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Objetivo cero stock: así funcionan las marcas de moda que trabajan por encargo

Las marcas ‘made to order’ son un fenómeno de Internet que se anticipó al problema de sobreproducción en la industria textil

Objetivo cero stock: así funcionan las marcas de moda que trabajan por encargo

Amanda Vick | Unsplash

La problemática sobre qué sucede con la ropa que no se vende lleva años sobrevolando la industria textil. Algunos países ya han puesto en marcha leyes que regulan la sobreproducción en el sector y que fomentan el reciclaje, pero transformar el sistema de producción desde los cimientos es ya una necesidad que no puede esperar. En el entorno digital, el cada vez más próspero modelo de negocio de las marcas made to order —hecho por encargo—, permite no solo reducir costes y stock, sino también diseñar prendas personalizadas y únicas.

En la actualidad, Instagram es la única plataforma que utiliza Andion Clothing para vender online sus productos hechos artesanalmente desde un taller familiar en Galicia. Lo suyo con la ropa comenzó hace 30 años con la confección de prendas a medida para mujer, infantil, para eventos especiales… e incluso ropa de casa. No han dejado de hacerlo, pero ahora también con delicadas blusas de cuellos grandes, vestidos con estampados bucólicos y chaquetas acolchadas que se han convertido en un verdadero hit en Instagram.

Las ventajas del made to order son evidentes: se reducen costes, es más sencillo dar con una prenda personalizada y se evita el exceso de stock y de desechos

Aunque llevan tiempo planeando la creación de una tienda online, de momento la única manera de hacerse con una de sus piezas es encargándola a través de un mensaje privado en la red social. Este modelo de negocio, conocido en inglés como made to order o made to measure es la respuesta a la producción masiva que siguen cada vez más marcas nativas digitales. Las ventajas son evidentes: se reducen costes de forma significativa, es mucho más sencillo dar con una prenda personalizada y, además, se evita el exceso de stock al venderse única y exclusivamente lo que se produce, reduciendo así la cantidad de desechos.

Imagen vía Andion Clothing Instagram.

En 2016, Greenpeace en su informe Timeout for Fast Fashion, sostenía que la producción de ropa se había doblado entre 2000 y 2014, provocando así que la cantidad de prendas superase los 100.000 millones en 2014. En ese mismo documento también se reflejó como se había acelerado el consumo en los últimos años. Una persona media compra alrededor de un 60% más de artículos de ropa y los guarda aproximadamente la mitad del tiempo que hace 15 años. Esa gula por consumir novedades de manera constante tiene una consecuencia clara: la producción acelerada que deja casi siempre un excedente de stock difícil de manejar sin perjuicios para el medio ambiente. 

Una persona media compra alrededor de un 60% más de artículos de ropa y los guarda aproximadamente la mitad del tiempo que hace 15 años.

Siete años y una pandemia después de aquel informe de Greenpeace, la urgencia por transformar el modelo de negocio textil es más que evidente, y aunque esta estrategia funciona, sobre todo, con pequeñas marcas, las grandes cadenas se afanan en reducir stock a través de ediciones limitadas, colecciones cápsula o diversos mecanismos que permiten la personalización de ciertas piezas conectándolas directamente con los proveedores que las confeccionan. 

Imagen vía Laagam Instagram.

En busca de la sostenibilidad

Sin embargo, y aunque la sostenibilidad es el objetivo de la mayor parte de las firmas del sector –sobre todo después del parón que trajo consigo la pandemia–, el foco no debería situarse únicamente en la búsqueda de nuevos materiales menos contaminantes, sino en cuánto se produce. Solo en este último año, ya sea por aclamación popular, por valores o incluso por puro pragmatismo, se ha conseguido que muchas empresas comiencen a implementar procesos para reducir stock. Algunas han decidido aliarse con plataformas de venta de segunda mano, otras apuntarse al upcycling —el reciclaje de productos sobrantes o materias primas ya existentes— y otras, la minoría, adaptar su modelo de negocio para adaptarlo a la demanda real. 

Pero nacer ya con una nueva mentalidad pone las cosas un poco más fáciles. Es justo lo que sucede con Laagam, una firma nativa digital que desde su concepción ha tenido un sistema constante de lanzamientos de productos nuevos con stock limitado, pero a la que la pandemia llevó a replantearse su negocio hasta llegar ahora a un modelo de stock cero: producen únicamente lo que venden. 

Imagen vía Maison Cléo.

Marie Derrow lanzó Maison Clèo mientras estaba trabajando en Vestiaire Collective. Un día compró sedas descatalogadas y le pidió a su madre que le hiciera ropa. El resto ya es historia, en Maison Clèo, Clèo, la madre, comenzó siendo la única costurera durante mucho tiempo y, aunque el éxito les obligó a plantearse una ampliación de equipo, se niegan a producir en fábricas. 

Olivia Rose creó su firma homónima en 2017, solo acepta pedidos en su tienda dos veces al mes y ella sola se encarga de todo en su taller de Edimburgo: desde buscar las telas –siempre naturales– hasta coser etiquetas o enviar los pedidos. 

Sophia Pega luciendo una pieza de la colección SS21. | Foto vía Becomely Instagram.

Las claves del made to order pasan por ofrecer productos exclusivos —lo que anima al consumidor que quiere alejarse de las, hasta ahora, enormes colecciones de las grandes cadenas—, tallas personalizadas —con lo que uno se asegura que lo que compre le va a quedar bien— y evitar los desperdicios. El proceso de fabricación nunca comienza hasta que se ha hecho la compra —lo que desafía al mecanismo tradicional, a la inversa— y esto garantiza que no habrá materiales sobrantes. 

En España, el diseñador valenciano Quique Vidal fusiona tradición y tecnología en Becomely. Sus vestidos se confeccionan de manera artesanal y muchos de sus accesorios se producen a través de una impresora 3D, eso sí, todo por encargo. Además, en Becomely no entienden de temporadas ni de tendencias y solamente dejan de producir una prenda cuando el tejido se agota. 

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