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Ernesto, el preso político cubano amigo de Hemingway que pudo matar a Fidel

Ernesto Díaz Rodríguez estuvo preso en las cárceles cubanas durante más de veinte años. Formó parte de la protesta de los plantados, sobre cuyas gestas ahora se estrena una película

Ernesto, el preso político cubano amigo de Hemingway que pudo matar a Fidel

Corría el año 1959. Las tropas lideradas por Fidel Castro y Ernesto Che Guevara entraron en La Habana, finiquitando la resistencia de Fulgencio Batista. Ese año, el revolucionario que había sumado a su ejército a miles de cubanos ilusionados con derrocar al régimen de Batista, empezó a edificar otro modelo de poder inspirado en el comunismo para obtener el respaldo de la Unión Soviética. Muchos de los que lucharon con él se alejaron hasta acabar en las cárceles de la isla como presos políticos. Fidel nunca lo supo, pero ese año estuvo muy cerca de la muerte en uno de esos acontecimientos que suelen cambiar el rumbo de la historia.

La vida de Fidel Castro se cruzó una mañana de 1959 con la de Ernesto Díaz Rodríguez. Ernesto era algo más joven de Fidel, aunque formaba parte de la misma generación de críticos con Bautista. Hijo de un sindicalista, vivía en el pueblo de Cojímar, a pocos kilómetros al oeste del centro de La Habana. Fidel había visitado ese pequeño pueblo de marineros poco antes y se había quedado impresionado por su belleza. Por ello, había decidido mover a algunas tropas al lugar para hacerlas descansar. 

En Cojímar, además de pescadores humildes sin zapatos, vivía Ernest Hemingway, el escritor estadounidense conocido por todos los habitantes del pueblo. Entre ellos, por supuestos Ernesto Díaz, que en conversación con THE OBJECTIVE le recuerda así: «Era un hombre maravilloso, humilde, sencillo y afectuoso. Siempre invitada a los pescadores a tomar cerveza y comer con él».

Fidel Castro y un barco

El pueblo de Cojímar sirvió a Hemingway para escribir el Viejo y el mar. Ernesto Díaz asegura haber conocido al protagonista que inspiró al escritor: «Se llamaba Anselmo Hernández, era un viejo pescador que se fue de Cuba cuanto Fidel implantó el comunismo», lanza para desmentir la tesis oficial, que apunta a que el viejo de Hemingway era Gregorio Fuentes, amigo del régimen. «Es falso, Fuentes era el dueño de las embarcaciones donde iba Anselmo. Es todo falso lo que cuenta el régimen», se reafirma Ernesto Díaz. 

A Fidel Castro por aquel entonces le gustaba mantenerse en forma. En todos los lugares donde iba solía tener una imponente escolta, pero en ese día de 1959 no. Iba en una pequeña embarcación, remando para entrenarse de primera mañana. Frente a él, por pura casualidad, navegaba Ernesto Díaz, que tenía a su lado un fusil. Fidel iba solo. Díaz también. Hubiera sido suficiente apuntar y disparar, para después lanzar el cuerpo en el océano. Nadie se hubiera dado cuenta de nada. Pero Ernesto Díaz no hizo nada.

¿Por qué Ernesto no disparó? El joven cubano miraba con rechazo a Fidel, que «llevaba a sus tropas a comer y beber en el pueblo, y no pagaba un céntimo». «Además obligaba a los ciudadanos y camareros a ir con la camisa abotonada hasta el cuello; quería imponer disciplina«, afirma. El padre de Ernesto, que era sindicalista, le aconsejó no meterse en líos. Todavía no estaba claro que Fidel, con tal de quedarse en el poder, pronto habría abrazado la dictadura comunista.

Además existía una cuestión de honor. «No disparé porque no me parecía correcto, él era un hombre desarmado que remaba en un barco. No disparé porque me hubiera convertido en un criminal, mientras que yo estoy luchando por una causa justa y los derechos del hombre», explica Ernesto Díaz.

«No me arrepiento»

Pocos años después, ya en 1968 y tras su actividad contra el régimen, la policía cubana encontró a Díaz y le arrestó. Salió de la cárcel en 1989. Y durante su cautiverio tuvo tiempo para pensar, entre otras cosas sobre esa oportunidad que le dio la historia. «No me arrepiento, no sabía exactamente en lo que se iba a convertir Fidel. Aunque mis compañeros de celda sí hablaban de ello», afirma con una sonrisa.

Durante los años de la cárcel, Ernesto Díaz nunca cedió a la presión de sus carcelarios. Aguantó varias huelgas de hambre y pudo salir de ellas solo gracias a que logró de escondidas escribir libros de poesía, que se publicaron en Occidente y la opinión pública francesa se interesó por su caso. Podía despertarse por la noche con las cucarachas que le «comían los labios». En celdas con cuatro personas y sin retrete. Pero sin perder la integridad. «Es una experiencia que te hace el espíritu fuerte. Aprendes que ningún dolor es permanente«, afirma.

Hoy Díaz tiene 81 años y viaja a Madrid con una pequeña delegación de expresos políticos cubanos, todos sus coetáneos ya residentes en Estados Unidos. Todos los presos políticos fueron deportados durante su excarcelación. Máxime si, como Ernesto, protagonizaron la protesta de los Plantados, un reducido grupo de preso que se negó a asumir ni siquiera en la cárcel la legitimidad del régimen, y por ello afrontaron un régimen carcelario más duro.

Sobre la historia de los plantados acaba de estrenarse en España una película, Plantados, que relata la historia de Ernesto Díaz y sus demás compañeros, a través de sus testimonios directos. Aunque algunos detalles siempre quedan fuera del relato cinematográfico. Este es, por ejemplo, el caso de los encuentros de Hemingway con quien pronto acabaría en las cárceles del régimen. Y también del día en el que la historia pudo cambiar para siempre.

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