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Gastronomía

Siete referencias para un aperitivo vinícola

Etiquetas de procedencias y estilos bien distintos para atender gustos y momentos variados

Siete referencias para un aperitivo vinícola

Vinos | Europa Press

Si existe un hábito distendido que nos identifica es el aperitivo, sobre todo los fines de semana. Momento relajado, de encuentro, que sabemos cuándo empieza pero nunca cuánto se puede alargar. Y práctica que atrapa a todo el que nos visita por primera vez. Llámese aperitivo, tapeo, picoteo, en definitiva un encuentro informal previo al almuerzo que puede terminar sustituyendo la comida.

Porque es un rato que se disfruta en compañía y ese disfrute es habitual que termine siendo un repertorio de tapas y raciones para que la cosa líquida se sienta arropada. Para este placentero encuentro, donde suele abundar la cerveza, hemos seleccionado siete referencias vinícolas para quien lo prefiera como alternativa y para cualquiera que se apunte a vinos por copas… o botellas si el grupo es numeroso. 

Un repertorio que atiende los gustos más variados, que también sorprenderá a quien los pruebe por primera vez y en los que no falta la sensación fresca que tan atractiva hace a la cerveza… si bien es una frescura diferente acompañada de otras tantas sensaciones. 

En cualquier caso, vinos que dan mucho juego pensando en acompañamiento gastronómico (si apetece jugar a maridar) aunque lo más recomendable es que el beber no se vea condicionado por el comer ni viceversa porque el disfrute puede ser doble. Dicho esto, se incluyen algunas ‘pinceladas’ que los describen y ciertos alimentos con lo que se llevarán bien. En general los siete tienen frescura, llenan la boca, se beben bien (porque son comprensibles, seas más o menos conocedor o aficionado) y resultan ricos. Una frase hecha no por recurrente real: son los que están, pero no están todos los que podrían ser.

No muy habitual entre el común de los mortales y por eso una propuesta que se me antoja rompedora, pues no cualquiera recurre a finos o manzanillas a la hora de salir de vinos, y no digo ya para acompañar un almuerzo. Por eso he seleccionado esta manzanilla sanluqueña de entre las muy diversas alternativas posibles dentro de este tipo de vinos. Manzanilla Papirusa. BodegasLustau. DO Jerez-Xérès-Sherry y Manzanilla Sanlúcar de Barrameda. Palomino fino (10,25 €). Envejecida durante cinco años por el sistema de criaderas y soleras, bajo el velo de flor que le proporcionan las levaduras.

Ese velo es una capa blanquecina que se sitúa sobre el vino protegiéndolo del contacto con el aire y por tanto evitando que se oxide. Es el sistema que caracteriza a esos vinos únicos que se elaboran en el Marco de Jerez (Sanlúcar, Jerez y Puerto de Santa María). El clima que disfruta Sanlúcar, influido por la brisa marina de la desembocadura del Guadalquivir, aporta a sus vinos sutiles notas salinas. Además, esta manzanilla resulta punzante, sabrosa, con puntas cítricas que le aportan frescura, al tiempo que aparecen recuerdos de pan tostado y frutos secos, que también muestra en la nariz gracias a su crianza. Un vino que se entiende a las mil maravillas con mariscos, pescados fritos, escabeches y por supuesto jamón ibérico o cecina. 

Por supuesto más que recomendables infinidad de vinos blancos que se elaboran en nuestro país y que están creciendo en calidad de una manera exponencial en los últimos años. Porque el blanco es tendencia y en España los hay maravillosos. Como aperitivo, genial un Rías Baixas o el segoviano que lo acompaña. Lusco 2020. Pazos de Lusco. DO Rías Baixas. Albariño. (15 €). De la bodega que el grupo jerezano González Byass tiene en Galicia, este blanco con una crianza de seis meses sobre sus lías.

Un término que identifica los restos de levaduras –microorganismos– que se quedan en el depósito tras la fermentación y que no se retiran buscando ganar volumen y untuosidad en la boca. El resultado, un vino donde aparecen aromas de fruta madura y cítrica (melón, pomelo), notas florales y herbáceas. Lo más importante, una boca viva, cargada de fruta, con buena frescura y sensación cítrica en el paso. Otro acompañante ideal para mariscos que pueden estar a la plancha, pero también con champiñones, arroces o quesos no excesivamente fuertes, por ejemplo.

Quintaluna 2019. Vides y Vinos Ossian. VT Castilla y León. Verdejo. (13,90 €). La bodega se ubica en la localidad segoviana de Nieva y es propiedad de Pago de Carraovejas (familia Ruiz) desde hace ocho años. Su confianza y apuesta por el verdejo segoviano responde a las condiciones climáticas y orográficas en las que crece. Quintaluna es la etiqueta más joven de la casa y antes de ser embotellado estuvo nueve meses en depósitos de acero inoxidable con sus lías. El resultado, fresco, vivo, vibrante pero con cierta untuosidad en el paso. En su caso podemos optar por alguna conserva, unas croquetas de jamón o ensaladilla, por no repetir quesos suaves y mariscos, que también.

Tampoco puede faltar una referencia rosada, porque este tipo de elaboraciones se empiezan a tomar en serio y hace unos cuantos años que los rosados vienen ganando en calidad y reconocimiento. Y son muchas las bodegas con nombre y apellido que se están apuntando a hacerlos, y otras tantas las que los venían haciendo tiempo atrás como uno de sus baluartes. Es el caso de la riojana Muga con un estupendo rosado entre sus filas al que sumaron, hace cinco añadas, una elaboración de perfil ‘rosé’ (los rosados de color pálido que se han puesto de moda inspirados en los provenzales) que ha venido para quedarse. Flor de Muga Rosé 2020. Bodegas Muga. DOCa Rioja. Garnacha tinta. (19,90 €).

Fermentando en pequeños tinos de roble, luego hace una pequeña crianza de cuatro meses con sus lías y es al final, antes del embotellado, cuando realizan la mezcla de las parcelas seleccionadas de las que proceden las uvas de garnacha, todas viñas viejas. Es un vino con riqueza aromática (fruta de hueso, flores, notas especiadas, cítricos), carnoso, con muy buena acidez, un paso suave y recorrido. Para acompañar carnes blancas, embutidos suaves, fideuá, quesos cremosos, tortilla de patata… porque puede contrastar sabores y refrescar con los productos más grasos. 

Las propuestas tintas tres procedencias y edades distintas. La más joven, un vino de maceración carbónica. Vino Primero 2021. Bodegas Fariña. DO Toro. Tinta de Toro. (6,20 €). Es el primero de la familia Fariña que sale al mercado y a ello debe su nombre. «En septiembre en la cepa y en noviembre en la copa» reza en la contraetiqueta y define a la perfección cuanto de ‘largo’ es su proceso de elaboración. Pero es que se trata de un vino de maceración carbónica… y lo explico de la manera más sencilla. Resumiéndolo mucho son fruto del contacto de las uvas en el depósito, donde se meten los racimos enteros; por el peso parte de ellas se rompen. El mosto que sale va al fondo del depósito y arranca la fermentación de manera espontánea (gracias a las levaduras de la piel de la uva).

Esto produce dióxido de carbono, el encargado de acabar con el poquito oxígeno que queda allí dentro y lo que provoca la fermentación interna (intracelular y por ello natural pues no participan levaduras) de las uvas que aún están enteras. Cuando termina el proceso, se prensa y se extrae el vino. Por tanto, elaboraciones caracterizadas por el carácter primario, esto es, cargadas de fruta. Y así es este Vino Primero: carnoso, jugoso, fresco, aromático, fácil de beber y con un toquecito de carbónico que suelen tener los maceración carbónica. Su jovialidad y frescura es estupenda para un aperitivo, y se puede entender con tapas calientes y frías: pensemos en unos callos pero también en un variado de ibéricos con quesos curados. Propuesta gastro que va igual de bien con estos otros tintos, pero sin que por eso resulte interesante probar con otras tantas opciones culinarias que en el momento apetezcan. 

Pétalos del Bierzo 2019. Descendientes de J. Palacios. DO Bierzo. 93% Mencia, 3% de otras tintas presentes en el viñedo y 4% de blancas. (15,95 €). Firmado por el archiconocido enólogo Álvaro Palacios de la mano de su sobrino Ricardo Pérez, al frente de la bodega, es el vino más joven de la firma berciana pero su abanderado por la cantidad de botellas que vende. Tras una crianza de un año en barrica de roble francés es una referencia que funciona a la perfección ya sea para un picoteo como si la opción es una mesa formal. La regularidad añada tras añada es la clave de su éxito. Jovial, fragante, con aromas de fruta roja, violetas y toques especiados. Carnoso, jugoso, ligero, fresco… sensaciones por las que apetece repetir y repetir. 

Pruno 2019. Finca Villacreces. DO Ribera del Duero. Tempranillo con un 10% de cabernet sauvignon (11,25 €). Para terminar otra referencia exitosa, también con doce meses en barrica francesa, en su caso procedente de la milla de oro ribereña, en el municipio vallisoletano de Quintanilla de Onésimo. Y el reconocimiento de Robert Parker a la añada 2010 como mejor vino español de la historia, por menos de 20 dólares, vino a darle el toque de gracias. En la práctica, un vino goloso, amable, con aromas de fruta roja madura, tofe, regaliz…fácil de beber y de estupendo carácter frutal. Otro recomendable por lo que ofrece con o sin compañía alimenticia.

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