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La última tendencia para perder peso: la dieta pegana

La teoría del doctor Mark Hyman está enfocada a reducir la inflamación corporal y el nivel de azúcar en sangre

La última tendencia para perder peso: la dieta pegana

Un plato que reúne pescado y verduras. | Unsplash

Puede entenderse la dieta pegana como un contrasentido, ya que pretende meter en la misma ecuación a la famosa dieta paleo con la dieta vegana. Incluso no han faltado voces que tildan de hipócrita a una dieta que estaría más cerca de las suposiciones flexitarianas. Concebidas en ocasiones como respuestas sociales y políticas, son muchas las personas que cada día abrazan el vegetarianismo o el veganismo como soluciones culinarias.

En el caso de los primeros, cabría todo lo vegetal y también productos animales como queso, huevos o mieles, mientras que la segunda alternativa es más restrictiva: todo lo que provenga de los animales deberá estar fuera del menú. Una apuesta que en los últimos años tiene cierto predicamento y que hace que el doctor y nutricionista Mark Hyman haya querido fundir con otra tendencia: la dieta paleo.

Su nombre, extraído de la pretensión de que consumamos la misma comida que deberían haber comido los hombres del Paleolítico. Tiene lagunas, claro, porque parte de la dieta paleo pretende excluir del menú a los productos que hemos conseguido domesticar, como cereales o legumbres. También, en la hipótesis, se supone que deberíamos volver a un perfil de recolectores y cazadores antes que de agricultores y ganaderos. Una teoría que, lógicamente, hace aguas porque lejos estamos de esa capacidad recolectora.

Ironías aparte, el doctor Mark Hyman preconizó un retorno a esa alimentación más natural con una finalidad meramente saludable: buscar una mejora en la salud a través de una menor inflamación y un mejor equilibrio de azúcar en sangre. Una idea potencialmente beneficiosa a la que resume en el libro The Pegan Diet: 21 Practical Principles for Reclaiming Your Health in a Nutritionally Confusing World.

Qué es la dieta pegana: la mezcla de paleo y vegano

Qué es la dieta pegana: la mezcla de paleo y vegano
Los principios son en esencia los mismos que los de la dieta vegana, pero con excepciones carnívoros y sin añadir hidratos de carbono de cereales o almidones a la ecuación. ©Unsplash.

Para ello recurre a juntar los fundamentos de lo paleo con la esencia vegana, lo cual no deja de ser una antítesis porque si incluimos elementos animales en la dieta, nos cargamos el componente vegano. La teoría, huelga decir, pretende que las cantidades que ingiramos de carnes o pescados sean normalmente bajas, apenas las necesarias para disfrutar de ciertos tipos de proteínas.

Por lo demás, pocas diferencias existen entre una dieta paleo y una dieta vegana si excluimos la parte animal. Ambas se basan en la abundancia de vegetales, frutas, semillas y frutos secos. Hay excepciones, claro. La dieta paleo pretende eliminar en la medida de lo posible la presencia de cereales, legumbres y aceites vegetales, a los que considera ejemplos de nutrientes que tienden a inflamarnos.

En este caso, la intención ‘pegana’ es que evitemos el temido pico glucémico que solemos asociar a cereales refinados y a ciertos tipos de hidratos de carbono. Es lo que sucedería con la harina de trigo, con el azúcar o con la propia patata, poniendo en el foco a los vegetales ricos en almidón como responsables de esa subida de azúcar. Para ello, el ‘peganismo’ pretende que el 75% de nuestra ingesta nutricional diaria corresponda a frutas y vegetales, minimizando la presencia de esos almidones para reducir el subidón de azúcar.

Una puerta abierta a la carne

Qué es la dieta pegana: la mezcla de paleo y vegano
En una dieta pegana se podría comer carne, pero procurando que sea lo más sostenible posible. ©Unsplash.

Eso nos deja un 25% de margen para dar cabida a las grasas y proteínas, razón por la que lo vegano choca con lo paleo en el consumo de carnes o animales. Como es lógico, en estas dietas que van más allá de lo nutricional y también entran en el ámbito de lo social o cultural, hay matices. La presunción de la dieta pegana es que la carne ingerida no provenga de animales estabulados. La pretensión va así a carnes de crianza en extensivo, sean cerdos, vacas o pollos, frente a conceptos ahora tan cacareados como las macrogranjas.

En el caso del pescado, el apunte iría hacia el mismo sentido. En cualquier caso, la intención sería apostar por pescados que no estén en la cima de la cadena trófica. Es el caso del atún rojo o del emperador, grandes predadores del mar, que incluyen niveles de mercurio relativamente elevados. Frente a ellos, dar prioridad a salmón, sardinas o jureles es la intención para que consumamos pescado azul en este tipo de dieta.

La precaución de los hidratos

El necesario concurso de las grasas pasa por consumir ácidos grasos esenciales como el omega-3, presente en el pescado azul o en ciertas grasas vegetales. Es lo que ocurre con los frutos secos, con el aceite de oliva o con ciertos aceites de semillas, que también entran dentro de la categoría de saludables para este tipo de dietas.

La batalla perdida es la de los azúcares y harinas refinadas, que son los que elevan los niveles de azúcar en sangre por encima de lo habitual. Por eso, al recomendación supone suprimir los cereales más ricos en gluten (trigo cebada o centeno) y dar margen al consumo de arroz negro, de quinoa, del teff o del amaranto. Por otro lado, deja la puerta abierta a ciertas legumbres como lentejas, garbanzos o todo tipo de alubias, fieles al concepto vegano.

Los noes de la dieta pegana

Qué es la dieta pegana: la mezcla de paleo y vegano
La pasta y los cereales están excluidos casi en su totalidad de este tipo de dieta. ©Unsplash.

Siendo una dieta más abierta que la paleo y que la vegana, lo cual puede suponer un contrasentido, la dieta pegana incluye noes. Entre ellos, la supresión de los lácteos, en especial los de vaca, dando solo una pequeña libertad a la leche de cabra y oveja. Amén de esta prescripción, también apunta a los cereales con gluten y a las diversas formas de consumir azúcar, refinado o no, que podemos encontrar en siropes y melazas.

Junto a ello, lógicamente dispara con bala a la presencia de colorantes artificiales, aditivos, conservantes y todo tipo de elementos que alteren la composición natural del alimento. Algo que también se expande a los aceites demasiado refinados como el de soja, el de maíz o el de colza. Citan también al de girasol, pero este puede entrar en las excepciones, puesto que no siempre está muy procesado.

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