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Rajoy, el que la sigue la consigue

Rajoy se enfrenta a uno de los Parlamentos más fragmentados de la historia democrática de España. No cuenta con una mayoría absoluta que le respalde, sino que debe alcanzar acuerdos y negociar con las dos únicas formaciones con las que está dispuesta a dialogar: Ciudadanos, con quien firmó un acuerdo en agosto, y los socialistas de un PSOE fragmentado fruto de las batallas internas. La otra parte del hemiciclo está compuesta por un Podemos, que ya ha dicho que su objetivo es terminar con la legislatura de Rajoy, y las fuerzas nacionalistas que forzarán el diálogo territorial hasta la extenuación. Por delante tiene el gran reto de aprobar unos presupuestos que implicarán recortes en 5.000 millones y revisar el futuro de las pensiones, cuya hucha se vacía a marchas forzadas. Pese a la postura dialogante que las circunstancias le obligan a avenirse, Rajoy dejó claro a sus oponentes el día de su investidura que no pretendieran imponerle lo que no puede aceptar. Una declaración que despista y desconcierta, porque no se sabe muy bien en qué se traducirá eso, si en acuerdos o en trabas. Una actitud ambigua que ha perfilado a un político capaz de mantenerse en pie, casi sin despeinarse, en medio de la cuerda floja.

Rajoy, el que la sigue la consigue

Reuters

Este año político 2016 ha sido como El Día de la Marmota, de Harold Ramis. España estuvo durante diez meses intentando salir de la madriguera para predecir el futuro que las urnas no dirimieron en dos ocasiones frustradas. Finalmente el 30 de octubre se produjo el cuórum necesario para investir a un presidente. La paciencia de Mariano Rajoy, que se mantuvo impávido desde las primeras elecciones del 20 de diciembre de 2015, obtuvo su recompensa. 170 votos del PP, Ciudadanos, Coalición Canaria y la abstención de 68 diputados del PSOE obraron lo que parecía imposible. Ni la izquierda ni los partidos nuevos lograron desalojar a Rajoy de La Moncloa.

Rajoy se enfrenta a uno de los Parlamentos más fragmentados de la historia democrática de España. No cuenta con una mayoría absoluta que le respalde, sino que debe alcanzar acuerdos y negociar con las dos únicas formaciones con las que está dispuesta a dialogar: Ciudadanos, con quien firmó un acuerdo en agosto, y los socialistas de un PSOE fragmentado fruto de las batallas internas. La otra parte del hemiciclo está compuesta por un Podemos, que ya ha dicho que su objetivo es terminar con la legislatura de Rajoy, y las fuerzas nacionalistas que forzarán el diálogo territorial hasta la extenuación. Por delante tiene el gran reto de aprobar unos presupuestos que implicarán recortes en 5.000 millones y revisar el futuro de las pensiones, cuya hucha se vacía a marchas forzadas. Pese a la postura dialogante que las circunstancias le obligan a avenirse, Rajoy dejó claro a sus oponentes el día de su investidura que no pretendieran imponerle lo que no puede aceptar. Una declaración que despista y desconcierta, porque no se sabe muy bien en qué se traducirá eso, si en acuerdos o en trabas. Una actitud ambigua que ha perfilado a un político capaz de mantenerse en pie, casi sin despeinarse, en medio de la cuerda floja.

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