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Arqueólogas y el origen de la desigualdad: cuando no había escritura ni mapas

Arqueólogas y el origen de la desigualdad: cuando no había escritura ni mapas

Tom Björklund | Atapuerca

¿En qué momento se dio más prestigio o valor social a las labores desarrolladas por los hombres que a las ejercidas por las mujeres? Arqueólogas feministas indagan en una prehistoria en la que no había ni escritura ni mapas e investigan el origen de una desigualdad que ha llegado hasta nuestros días. Este jueves el Instituto de las Mujeres ha reunido las voces de varias de estas investigadoras que buscan visibilizar a la mujer en la prehistoria.

Por qué te lo contamos: Marga Sánchez Romero, investigadora de la Universidad de Granada y una de las impulsoras de la «arqueología de género», ha subrayado la importancia de las nuevas analíticas que están permitiendo situar a las mujeres en los lugares que ocuparon, desde la caza a la pintura, y en los que había permanecido ocultas por una «mirada androcéntrica» del pasado.

Un ejemplo de esto sucedió hace una semana cuando, tras nuevos estudios antropológicos, se publicó que el «Chico de la Gran Dolina», que vivió hace unos 800.000 años en la Sierra de Atapuerta, fue una chica.

«Había un 50% de posibilidades de que fuera un chico o de que fuera una chica, pero se llamó desde el principio el ‘Chico de la Gran Dolina’. Si se hubiera tomado la decisión de decir que era una chica, muchos habrían preguntado ‘¿Estás seguro de que era una chica?’; ‘Ya estáis las feministas haciendo política con la historia’», ha señalado Sánchez Romero.

Otro ejemplo no lejano han sido las dudas que durante décadas persistieron sobre la identidad femenina de la «Dama de Baza», porque en su ajuar había cuatro panoplias guerreras que «impedían ver a una mujer» en esa necrópolis.

No había labores exclusivas de hombres y mujeres, ha destacado la arqueóloga y catedrática de Prehistoria de la Universidad Complutense Almudena Hernando, pero la fragilidad y la dependencia de las crías del homo sapiens llevaron a los hombres a dedicarse a actividades que implicaban más movilidad y más riesgo.

Un mundo que no tiene ni escritura ni mapas, ha explicado, solo tiene las dimensiones que puedes recorrer; quien más se mueve asume más riesgo, tiene que enfrentarse a más dificultades en la toma de decisiones y debe reaccionar más rápido ante condiciones desconocidas, con lo que desarrolla más asertividad.

Y a medida que la sociedad se fue ampliando y dividiendo sus funciones, la toma de decisiones comenzó a situarse en manos masculinas. «Pero no es la maternidad el origen de la sociedad patriarcal. Fue una condición, pero no fue la causa», ha querido precisar Hernando.

La arqueóloga Paloma González Marcén, investigadora de la Autónoma de Barcelona, ha subrayado la importancia de los cuidados, muchas veces invisibles en el relato histórico, y ha destacado la lección de Benjamina, una niña de entre 9 y 10 años cuyos restos fueron hallados también en Atapuerca y que desvelaron que padeció una enfermedad congénita que le generó problemas motores.

Benjamina requirió de los cuidados de toda una comunidad, más allá de los parentales, ha subrayado la también arqueóloga Ana García Téllez, quien encontró el cráneo de Benjamina en la sierra burgalesa. «El grupo decidió protegerla, cuidarla, porque sabemos que llegó hasta los diez años. Benjamina en hebreo quiere decir la más querida. ¿Hay algo más humano que querer a alguien?», se ha preguntado esta investigadora.

La directora del Instituto de las Mujeres, Beatriz Gimeno, ha apostado por impulsar una arqueología con perspectiva de género que evite el sesgo de una mira que prioriza lo masculino.

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