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Política

Tsevan Rabtan: «Si los que ocupan las instituciones se dedican a socavarlas, terminan convirtiéndose en cáscaras vacías»

El abogado Tsevan Rabtan habla con David Mejía sobre la salud democrática de España; sus instituciones, su sistema educativo y su futuro en manos de una generación de políticos mejorables

Tsevan Rabtan (Kanato de Zungaria, 1643) es un abogado madrileño. Sutil analista y ciudadano comprometido, nació en el nickjournal de Arcadi Espada. Desde entonces lo hemos leído en las páginas de El Mundo, Jotdown, Letras Libres y, sobre todo, en su blog «Las cuatro esquinas del mundo». Además de su criterio jurídico, Tseban Rabtan aporta a la conversación pública su erudición, su sensibilidad por las artes y su compromiso firme con pilares de las sociedades libres como la educación y el respeto a la Ley. 

Pregunta. ¿Cómo te conviertes en Tsevan Rabtan? 

Respuesta. Esto surge en el año 2005. Yo utilizaba ese nombre como pseudónimo en algunos sitios donde se juega ajedrez online. Un día, por casualidad, comencé a intervenir en el blog que tenía entonces Arcadi Espada. Y cuando me di de alta escogí ese nombre y me quedé con el apodo. Luego mucha gente me ha conocido por ese nombre y se ha convertido en una especie de segunda identidad. 

P. ¿Y de dónde te viene la inquietud por participar en la esfera pública?

R: Cuando empecé a escribir en ese blog era una persona totalmente anónima. Pero hay gente a la que le hacía gracia lo que escribo y viene todo rodado. No tengo vocación, pero la verdad es que la vanidad funciona muchísimo, y el hecho de que lo que tú escribes le guste a un determinado número de personas, a todo el mundo le agrada. Pero en estas cuestiones siempre me he visto movido por el interés de terceros. De hecho, el libro que publicó Planeta no es algo que yo pensase como libro, sino que es una iniciativa de mi editor, que fue leyendo un montón de entradas y que pensó que podía hacerse un libro. Yo me describía como el rey de las tertulias de bar; siempre me ha gustado la discusión, la política, pero en un ámbito estrictamente privado. 

P. En un momento dado te acercaste a la política activa. 

R: Sí, todo procede del mismo sitio. Arcadi Espada se embarca junto a otros en el proyecto de Ciudadanos de Cataluña, como asociación y luego como partido político. Y muchas de las personas que intervienen en ese movimiento participaban en el blog de Arcadi. Algunos contactaron conmigo -la profesión de leguleyo va mucho con la política- y me terminan convenciendo para que participe.

P. ¿Qué recuerdos guardas de esa etapa en la política?

R. Fue muy breve; yo me afilié al partido justo antes de nacer. Participé en el Congreso fundacional en 2006 y dimití de todos mis cargos de manera muy sonora seis u ocho meses más tarde. Tengo un recuerdo estupendo porque me pareció muy divertido y conocí a muchas personas que siguen siendo amigos. Pero fue muy caótico; la sensación que me dio fue la de un lugar lleno de barro, un poco asqueroso, por decirlo de una manera muy gráfica.

P. ¿Tuviste un desengaño?

R. Desengaño, no. Me escogieron para dirigir el partido en Madrid porque, aunque mucha gente no lo sepa, esa expansión de Ciudadanos desde Cataluña al resto de España, que se vendió como una idea estratégica nueva en 2014, no es cierta. En el año 2006 Ciudadanos nació como partido nacional. Un 15% de los afiliados del partido estaban en Madrid. Pero mi sensación desde el primer momento era que no iba a durar mucho allí. De hecho, así lo pronostiqué, y en ese sentido no tuve sensación de fracaso, porque se cumplieron mis expectativas. Es una lástima, porque teníamos la ilusión de crear algo un poco diferente, pero al final se impuso la realidad.

P. ¿Crees que ese hueco que abrió Ciudadanos sigue abierto?

R. La masa de electores sigue existiendo, pero la oportunidad se perdió. Es muy difícil que un partido con esas señas de identidad tuviera éxito ahora. Pero creo que existe un número suficiente de españoles que podrían introducir en el Congreso 20 o 30 diputados que moderasen las cámaras, que sirviesen de bisagra, pero tendría que tener esa naturaleza desde el primer momento y no renunciar a ella. Aquel era el momento máximo del bipartidismo; estaban el PP, el PSOE y los partidos nacionalistas. 

P. ¿No estaba UPyD en ese momento?

R. No, UPyD nace en el año 2007, como consecuencia precisamente de la crisis de Ciudadanos. Sin la crisis de Ciudadanos no habría nacido UPyD.

P. ¿La crisis madrileña de Ciudadanos?

R. No, la crisis nacional. Ciudadanos tiene una crisis muy importante en el año 2007 porque los que dirigen el partido, el secretario general de entonces y el propio Rivera, empiezan a actuar de manera cesarista, como caudillos, saltándose las normas internas. Y quienes no queríamos eso, quienes queríamos que aquel fuera un partido diferente en el que hubiera una participación reglada, nos opusimos y provocamos una crisis interna, pero fracasamos en el intento de cambiar el rumbo del partido. Ya entonces Rivera era considerado por mucha gente el activo fundamental, porque él había conseguido el éxito indiscutible de obtener tres diputados en Cataluña. Entonces hay una crisis muy fuerte en Ciudadanos y en el año 2007, poco después del segundo Congreso del partido, surge la idea de UPyD, que se presenta en cierto sentido como una especie de Ciudadanos fuera de Cataluña. 

P. ¿Y por qué se ha ocultado esta historia del Ciudadanos no catalán previo a 2014?

R: Porque no convenía al relato de Rivera. Tampoco sé gran cosa de Ciudadanos a partir del año 2007, pero aquella etapa se frustró, y para mí el responsable es Rivera. Era una persona muy joven -no sé si eso es una justificación- pero cuando Ciudadanos empieza a tener otro tipo de notoriedad a partir de 2014, no le convenía hablar de lo sucedido en 2006. Le convenía fingir que Ciudadanos era un partido surgido en Cataluña frente al nacionalismo y que daba el salto al resto de España como consecuencia del fracaso de UPyD. Y es justo al revés.

P. ¿Qué opinión tienes de Albert Rivera, también a la luz de lo que pasó en 2019?

R: Creo que cometió errores evidentes de estrategia y comunicación. No creo que sea el responsable de que no surgiera el Gobierno de los 180 escaños, porque el PSOE no estaba por la labor. Pero alguien le convenció, o él mismo se convenció, de que iba a sustituir al Partido Popular y decidió ocupar ese espacio. Entonces cambió completamente su discurso y no dio oportunidad a que los españoles creyeran que ese Gobierno era posible y que, en caso de negarse Sánchez, lo castigaran por la repetición de las elecciones. Lo que sucedió fue lo contrario. Si al día siguiente de las elecciones hubiera fijado sus líneas rojas y ofrecido sus 57 diputados al PSOE, les habría creado un problema de comunicación muy importante. Ya entonces parecía muy claro que el PSOE había optado por otra cosa y que no tenía que ver solo con el reparto del poder en España, sino con el reparto de poder en las diferentes comunidades autónomas y ayuntamientos.

P. Ese fue también otro error de Rivera, no haber puesto otras barajas sobre la mesa, como haber hablado de Madrid o de Castilla y León, por ejemplo.

R. Sí, en ese sentido ha dado la sensación de que era un partido inútil y esa es la última sensación que tendría que haber dado. Su imagen tendría que haber sido la de un partido útil, que sirviera para centrar, para moderar los gobiernos, para introducir cambios en diferentes materias, como en corrupción…

P. Dar una imagen regeneracionista.

R: Efectivamente. Y Ciudadanos ha tenido siempre un problema de diseño ideológico. No estaba muy claro realmente qué era. Ese problema lo tuvo desde el primer momento, porque tenía un alma socialdemócrata y un alma liberal, aunque al principio era más evidente que estábamos en presencia de un partido centrista de corte socialdemócrata. Luego se vendió más como liberal, precisamente porque intentó ocupar el terreno del Partido Popular.

P. De hecho en Cataluña ganó mucho voto del PSC, porque surgió como su alternativa. 

R. Claro, y porque los votantes catalanes lo percibían como un partido útil. Era el partido al que votabas cuando estabas en contra del nacionalismo catalán, sobre todo en esos años aciagos en los que se volvieron completamente majaras.

Tsevan Rabtan, durante la entrevista en THE OBJECTIVE. | Foto: Carmen Suárez

P. Hablando de Cataluña y el momento majara, yo empecé a seguirte la pista precisamente durante el procés. Y te agradezco que leyeras las sentencias para que los demás no tuviéramos que hacerlo. ¿Crees que hay mucho analfabetismo jurídico en España?

R. Yo diría que hay mucho analfabetismo universal, no solo jurídico, y también me incluyo a mí mismo. Deberíamos hacer un esfuerzo por intentar informarnos mejor y por intentar hacer hueco a aquellas voces que vamos identificando que tienen conocimientos en determinadas áreas y que son razonables, que no te engañan. Para mí la brújula es el engaño: cuando detecto que alguien que sabe de algo me engaña, directamente paso página. España está lleno de personas que opinan: algunos opinan sin saber, otros opinan sabiendo, pero llevan muchos años engañando y no son castigados. Y la manera de castigar a quien engaña es no leyéndole. 

P. ¿La mentira está motivada por una agenda política?

R. Yo creo que la mayoría miente por interés. Lo que hacen algunos es prostituirse por seguir escribiendo en un determinado sitio, seguir saliendo en una radio o seguir teniendo el teléfono de alguien importante. Otros cultivan un determinado público y le dan lo que quiere escuchar. Lo que se hace entonces es ocultar la verdad, porque sabemos que no se castiga. Hay personas en España, muy famosas, que llevan 40 años mintiendo.

P. ¿Por qué letra empieza?

R. Seguro que todo el mundo que escuche esto tendrá a alguien en la cabeza que encaje con ese modelito.

P. Volviendo a la política, ¿tuviste algún tipo de despertar cívico, por la deriva que se estaba dando en Cataluña contra el Estado de derecho y por la cantidad de gente a la que se logró convencer de que ese era el camino correcto? 

R. En cierto sentido, entro en Ciudadanos porque empiezo a tener conciencia, a través del blog de Arcadi, de lo que está sucediendo en Cataluña. Era una versión light de lo que había sucedido en el País Vasco durante décadas y de lo que sucede en cualquier sitio donde el nacionalismo se convierte en el agua en la que nada todo el mundo. No puedo decir que lo que sucedió en el 2017 me extrañara; era evidente que iba a terminar en algo así. Las condiciones para que terminara sucediendo lo que sucedió ya existen a mediados de los años 80. Así que no me extrañó, pero sí me entristeció muchísimo, porque fue un proceso de degeneración de algo que parecía que íbamos construyendo en España. Parecía que íbamos haciendo una estructura institucional cada vez más seria, más solvente, en la que determinadas arbitrariedades empezaban a no admitirse. Y desde entonces se han generado muchas distorsiones en el funcionamiento del Estado, como hemos visto con posterioridad durante la pandemia.

P. Pero el procés podría haber servido para dar un impulso de regeneración, y sin embargo se rehabilita a los partidos que habían participado en el golpe convirtiéndolos en socios de investidura. ¿Cómo valoras el papel de Pedro Sánchez entonces y en el momento actual?

R. Hemos tenido muy mala suerte. Pedro Sánchez es un personaje nefasto. Se trata de alguien a quien solamente le interesa el poder. Se podría decir que es un mentiroso, pero utilizando las palabras de Tocqueville sobre Lamartine, es alguien a quien no le importa la mentira ni la verdad, y que por tanto las utiliza según convenga a sus intereses. Hemos tenido muy mala suerte, en general, con la generación de políticos jóvenes que parecía que iban a cambiar los malos hábitos que veníamos arrastrando, sobre todo de corrupción. No puedo destacar a ninguno que llegue ni siquiera a la media, y el caso de Pedro Sánchez es especialmente sangrante: en un momento en el que España necesitaba ir en una determinada dirección, escoge la contraria, blanqueando a todos aquellos que habían ido socavando esa creación, digamos, de unas instituciones más o menos estables, más o menos comparables con otras democracias. Estamos en un momento, no diría que de riesgo muy grave, pero sí de deterioro muy importante. Los españoles vamos a necesitar unos cuántos años para recuperar la buena dirección, porque se han instalado hábitos lamentables.

P. ¿Hábitos de cultura política?

R. Siempre que escribo suelo hablar de las instituciones, de la Ley, porque son muy importantes. Establecen unas reglas de discusión, la ahorman, y por tanto evitan determinados excesos. Pero la Ley por sí sola no basta; si las personas que ocupan las instituciones se dedican a socavarlas, terminan convirtiéndose en cáscaras vacías. Y ese peligro se agrava en situaciones de excepcionalidad, como ocurrió durante la pandemia, o como puede ocurrir durante una guerra. 

P. A muchos les parece muy lógica la alianza de Pedro Sánchez con Podemos, pero son partidos que tienen muchas diferencias. ¿Cuál es tu valoración de Podemos?

R. Podemos es un partido populista y antisistema. Pero los partidos están gobernados por personas y a esas personas les encanta el poder y todo lo que conlleva. Entonces mantienen formalmente parte de su discurso, pero en la práctica no lo están intentando aplicar. Están muy contentos ocupando sus ministerios y cobrando sus sueldos. Vamos a decir las cosas claras: los partidos son en gran medida agencias de colocación -todos los partidos- y Podemos se convirtió rápidamente en una agencia de colocación de personas que se conocían. En ese sentido, lo que extraña no es que Podemos tuviera determinadas ideas, sino que el PSOE termine apoyándose en un partido de estas características. Es evidente que el PSOE ha jugado a desactivarlo y le está saliendo bien, pero mientras tanto ha introducido determinados discursos y prácticas que son peligrosos, aunque sea desde un punto de vista retórico. Determinados comportamientos, determinadas ideas, se han filtrado y tolerado por parte del núcleo del Gobierno, que es el Partido Socialista. Esto se ve en el trato a los presos del procés, en la designación del Fiscal General, actos que van introduciendo ácido en las instituciones. Podemos podría ser preocupante en un momento determinado, pero lo preocupante son los partidos grandes, que se están apoyando en partidos extremistas.

P. ¿Crees que se puede hacer una analogía entre Podemos y Vox? 

R. Sí, en cierto sentido son especulares; en sus características populistas se parecen muchísimo. De hecho, yo sospecho que muchos votantes de Vox son gente que había votado a Podemos; lo que les atrae de ese tipo de partidos son las soluciones rápidas, sin intermediarios; encontrar un culpable y una solución sencilla. Me parece que tiene toda la lógica comparar Podemos con Vox.

Foto: Carmen Suárez

P. También te preocupa el tema de la educación.

R. Es un tema que me interesa mucho, fundamentalmente por una razón personal, porque tengo hijas; me ha preocupado la educación de mis hijas y me preocupa el sistema educativo. Y me indigna cómo estamos jugando con el futuro de la gente más joven, por no darles las oportunidades que merecen, en mi opinión, como consecuencia de un comportamiento irresponsable de la sociedad, que no presta a este asunto la atención que merece. Y me inquieta estafar a esa generación más joven, prometiéndole que el sistema que tenemos va a servirles en el futuro, en un mundo con una competencia terrible. Cualquiera que sepa cómo funcionan las sociedades occidentales, sabe que esta es una cuestión absolutamente capital, sin que por ello renunciemos a determinadas señas de identidad sobre el bienestar de las personas u otras preocupaciones que son esenciales también. Pero me parece que no estamos prestándole la atención necesaria, que no estamos invirtiendo el dinero que se debería invertir y que no estamos diseñando el sistema razonable que merece la gente más joven.

P. ¿Se han hecho promesas falsas a los jóvenes?  

R: Sí, me parece que hay un error de fundamento: la educación es un derecho fundamental y todas las personas tienen derecho a tener una educación universal hasta una determinada edad. A partir de ese momento, la educación tiene que ir dirigida a que las personas puedan trabajar y puedan obtener los recursos que les permitan dedicar el resto de su tiempo a aquello que les interesa. Por eso yo recomiendo a la gente que haga o que estudie aquello que le gusta, si tiene tanta vocación que si no lo hace va a ser absolutamente infeliz. Pero las personas con una auténtica vocación son muy pocas, por lo tanto, lo que debemos trasladar a la gente que no está en ese grupo es que se forme para tener una profesión que les permita ganarse la vida. Y por eso, el tipo de mensajes de «haga usted lo que le dé la gana o lo que más le guste» es tremendamente dañino, porque uno se encuentra con personas que después de haber invertido un montón de años, acaban descubriendo que no pueden ganarse la vida y tienen que dedicarse a algo absolutamente ajeno a sus intereses y no tienen la posibilidad de recuperar los años perdidos.

P. ¿Crees que hay una falta de asunción de responsabilidades también por parte de los jóvenes? 

R. Hay que repartir responsabilidades. Por ejemplo, en la generación de mis padres, muchos no tenían estudios y pensaban que no podían dar ninguna opinión sobre qué estudiar. Sin embargo, en mi generación, la mayoría ha estudiado, por lo menos hasta los 16 años, y muchos tienen carreras universitarias. Y esas personas son las que dan como consejo a sus hijos que sean felices. Y ahí es donde está la responsabilidad fundamental: no se puede aconsejar a los hijos que la vida es muy corta y que hagan lo que quieran y se diviertan, porque eso es engañarlos. Los jóvenes tienen también algo de responsabilidad porque, cuando vas madurando, se supone que tienes que empezar a tomar decisiones, y hay que saber informarse, preguntar, y cuando cometes errores hay que asumirlo. Pero a los 17 años es muy fácil estar perdido, y son las personas cercanas a ti, con cierta autoridad, las que te pueden guiar. Por eso creo importante cambiar ese discurso; entiendo que uno quiera que sus hijos sean felices, pero tenemos que empezar a explicar que para la felicidad hay que crear una serie de estructuras que te permitan adquirir unos determinados ingresos o unas determinadas posibilidades para poder acceder a ciertas cosas a las que todo el mundo cree tener derecho. Y ahí está también el error: no tenemos derecho a una vida feliz, lo que tenemos es derecho a tener una educación, tenemos derecho a poder acceder a la cultura, tenemos derecho a acceder a los estudios. Y los errores que cometas en este tipo de decisiones te van a afectar durante toda tu vida. 

P. ¿Cuál es el consejo más importante que se puede dar a una persona de 17 años?

R. Yo le diría que no tiene por qué renunciar a las cosas que le gustan por el hecho de escoger una carrera profesional. Puedes dirigir tu actividad profesional en un determinado sentido y seguir cultivando todo lo que te gusta. El mundo está lleno de ingenieros que terminan siendo grandes novelistas o de matemáticos que son maestros de ajedrez; puedes tocar un instrumento y ser economista. No pasa nada por el hecho de que parte de tu vida se dirija hacia cosas que sirven para darte de comer a ti y a la gente que te rodea. Creo que hay un exceso de romanticismo, que en esa etapa de la vida es casi connatural, y por eso los que te rodean tienen que introducir ese factor realista. Al final la decisión, lógicamente, va a ser de la persona, pero es importante que la tome con una cierta información y una cierta carga de realismo.

P. Y también puede ser ilusionante; se puede disfrutar de esas decisiones. 

R. Naturalmente. Creo que de nuevo cometemos el error de pensar que toda nuestra vida tiene que girar en torno a eso que parece atraernos tanto. La vida tiene muchas facetas y con el tiempo te das cuenta de que lo que te ilusionaba tanto ya no te emociona en absoluto. Conviene no ser demasiado rígido y tomarnos la vida con más deportividad, por decirlo de alguna manera.

P. A ti que te interesan mucho los malvados de la historia, ¿cómo valoras a Putin? 

R. Putin es un personaje típico de la historia rusa, un autócrata que está dando ya signos de enajenación. Hay gente que piensa que hay un plan perfecto, hecho por mentes malvadas pero inteligentes, que están detrás de un diseño geoestratégico a largo plazo… Pero la historia demuestra que este tipo de situaciones está en manos de auténticos patanes a los que se les ha ido la cabeza y están rodeados de personas que tienen tanto miedo que no son capaces de situarles en la realidad. Eso ha pasado constantemente en la historia. Putin reúne todas las características típicas del autócrata ruso, se parece mucho al Zar Pedro I, tiene rasgos de Stalin… Son personas con un poder excesivo, acostumbradas durante años a oír lo que desean escuchar. En ese sentido, no es un personaje que me atraiga en absoluto, me parece un malo poco interesante, un sujeto que ojalá desaparezca de la faz de la tierra.

P. ¿Crees que este es su final?

R. No lo sé, ojalá. En este momento es muy difícil conseguir buena información, la tendrán los servicios de información de la CIA, pero es posible que si esto se estanca y empieza a producir daños colaterales a todos los que rodean a Putin, a lo mejor alguien da el paso. Como leí hace poco, no hay nada que lleven peor los rusos que los perdedores. Aceptan al tirano mientras tienen miedo, hasta que pasa una determinada línea roja y entonces se lo quitan de en medio. No sé si eso ocurrirá, pero ojalá ocurra porque es un personaje peligroso que se ha creído sus propios delirios.

P. Para terminar, ¿a quién te gustaría que invitáramos a Vidas Cruzadas?

R. Me gustaría que invitaseis a José Antonio Montano, creo que sería muy interesante una conversación con él.

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