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Historias de la historia

Marilyn Monroe, el suicidio de una sex-symbol desgraciada

La actriz murió hace justo 60 años por una sobredosis de barbitúricos. Su suicidio reveló la tragedia íntima de la reina del glamour

Marilyn Monroe, el suicidio de una sex-symbol desgraciada

La Policía de Los Ángeles recibió la llamada de madrugada, eran las 4:35 del domingo 5 de agosto de 1962. Alguien que se identificó como el médico de cabecera de Marilyn Monroe, el máximo símbolo sexual de Hollywood, dijo que la actriz se había suicidado. La Policía se personó en el 12305 de Fifth Helena Drive, una mansión de estilo español –es curioso que también muriese en una villa de estilo español Gianni Versace, el primero de los cadáveres exquisitos de esta serie- que estaba bastante concurrida. Además del Dr. Inglebert estaba el psiquiatra de Marilyn, Ralph Greenson, y su ama de llaves, Eunice Murray

La actriz se hallaba en su habitación, tendida en la cama. Los médicos señalaron a la Policía los frascos de Mendatol, un barbitúrico que se conseguía fácilmente en las farmacias, y dijeron que ésa era con toda probabilidad la causa de la muerte. Cuando le hicieron la autopsia encontraron que su sangre tenía 4,5 mm de esa substancia, lo que indica que se tomó al menos 40 pastillas. No había posibilidad de accidente o error, había querido acabar con su vida, algo que al parecer había intentado ya en otras de sus frecuentes depresiones.

Cuando terminó el trabajo forense entregaron el cuerpo que tantas pasiones había despertado a su exmarido, Joe DiMaggio, antigua estrella del béisbol, el deportista más famoso de América cuando se casara con la actriz en 1954. DiMaggio, que la quería sinceramente pese al fracaso de su matrimonio en sólo nueve meses, organizó una ceremonia fúnebre extraordinariamente sencilla. Aunque el entierro fue en el Westwood Village Memorial Park, el cementerio de la gente del cine, rebosante de antiguas estrellas, sólo acudieron 26 íntimos, no hubo nada del glamour de Hollywood, DiMaggio no quiso invitar a nadie de la farándula cinematográfico, aunque sí vino de Nueva York Lee Strasberg, el célebre hombre de teatro, que había sido profesor de Marilyn en el Actor’s Studio, y se había convertido en una especie de padre y gurú para ella. Por cierto, Strasberg era el primer beneficiario de su testamento y fue quien pronunció las palabras de despedida en el funeral, diciendo aquello de que «nació para traer la felicidad a los demás». Desde luego, no consiguió la felicidad para sí misma.

En aquella época, principios de los 60, todavía se podían hacer las cosas así, los famosos podían proteger su intimidad si querían. Por ejemplo, ningún medio había especulado con la relación entre Marilyn y el presidente Kennedy, irreprimible donjuán.  Sería mucho después cuando empezó a correr la teoría conspirativa que vincula la muerte de Marilyn con los Kennedy. 

20 años después de su desaparición, se reabrió el caso judicial para establecer las causas de su fallecimiento. Los rumores se habían disparado, antiguos sirvientes, policías más o menos relacionados con la investigación y «amigas íntimas» expandían tremendas historias. Se decía que, presionado por Edgar Hoover, todopoderoso jefe del FBI, el presidente Kennedy había enviado a su hermano Bob a Los Ángeles para decirle a Marilyn que la relación se había terminado, pero que Bob Kennedy, que también era un mujeriego redomado, además de mensajero había sido sustituto y se había acostado con la actriz, para dejarla luego tirada él también.

Por si esto no fuera bastante, se contaba que Bob Kennedy había estado en casa de la actriz la noche de su muerte, que se había montado la escena del crimen para que pareciese un suicidio, pero que era un asesinato, que dos hombres misteriosos le habían introducido el barbitúrico mediante un enema tras dejarla inconsciente. En todas estas leyendas aparecía Peter Lawford, el mediocre pero guapo actor inglés casado con una Kennedy, que siempre orbitaba entre el clan Kennedy y el clan Sinatra.

Otra teoría menos fantasiosa señalaba como culpables a los médicos de Marilyn, que le habrían estado recetando barbitúricos en cantidades abusivas hasta provocarle una intoxicación que le produjo la muerte.

Marcada por la desgracia

Es curioso cómo se ha querido añadir morbo a una tragedia que ya de por sí es terrible: ¿por qué una mujer de sólo 36 años, rica, famosa, deseada, se quita la vida? La explicación a este misterio que despierta las teorías conspiranoicas hay que buscarla no al final de la vida de Marilyn, sino al principio, cuando era Norma Jean Baker. En esa infancia y juventud sí que hay morbo real, no inventado.

Marilyn nunca conoció, ni siquiera supo quién era su padre. Aunque llevase el apellido Baker por uno de los maridos de su madre, Gladys, ésta era una mujer incapaz de alcanzar la estabilidad sentimental y tuvo varias relaciones. Gladys terminaría internada en un manicomio, cuando su hija Norma Jean tenía 7 años, y la niña fue al orfanato. Fue rodando por numerosos hogares de acogida, y violada en la adolescencia por más de un hombre mayor con los que tuvo que convivir. Para escapar de ese infierno se casó a la insólita edad de 16 años con el primer joven que se prestó a ello, un tal Jim Dougherty. Pero estalló la Segunda Guerra Mundial, el chico se fue a la Marina, lo destinaron a Australia, y Norma Jean, desde luego, no estaba enamorada como para guardarle ausencias.

Como hicieron tantas mujeres jóvenes en aquellas circunstancias, Norma Jean se puso a trabajar en una fábrica de armamento, y allí la descubrió un fotógrafo militar que hacía un reportaje sobre la contribución de las chicas al esfuerzo bélico. Su cara inocente en contraste con un cuerpo tentador la convertirían en una cotizada pin-up, como se llamaba a las chicas de grandes pechos que salían en las revistas ilustradas y los calendarios, para que los soldados las pusieran en las paredes de los barracones y soñaran con el sexo.

Luego vino la portada de la revista Playboy con su impresionante desnudo, y la oportunidad en el cine, con el éxito en Los caballeros las prefieren rubias. Triunfó, pero nunca alcanzó una vida satisfactoria. Tenía fama y riqueza, se casó con el deportista más popular de América, DiMaggio, y luego con su opuesto, Arthur Miller, un reputado intelectual, pero los dos matrimonios fracasaron. Además, no pudo tener hijos para cimentar una familia, como pretendía. Las depresiones venían una detrás de otra y las tentaciones de suicidio también.

El tribunal que revisó su caso en 1982 dictaminó que el suicidio era la causa probable de su muerte.

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