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La otra cara del dinero

Pero, ¿hubo alguna vez 6.500 inmigrantes fallecidos en las obras del Mundial de Catar?

El país es una monarquía absoluta anacrónica, pero nos hacemos un flaco servicio como medios al divulgar exageraciones groseras, por buena que sea la intención

Pero, ¿hubo alguna vez 6.500 inmigrantes fallecidos en las obras del Mundial de Qatar?

Un momento de la ceremonia inaugural de la Copa del Mundo. | AFP

En un lugar de la península arábiga de cuyo nombre no logro acordarme, visité no ha mucho un pequeño pueblo de pescadores. Casas bajas de adobe, calles de tierra pisada, niños descalzos, un minarete dominándolo todo. Abdalá, mi guía, insistió en que subiera a un dhow, el barco típico de la zona. Mediría unos 20 metros. Tenía la proa puntiaguda y un castillo de popa alto y cuadrado, donde nos acomodamos debajo de un toldo. Me presentó al armador. Era árabe y poseía una flotilla de tres dhows. Había venido a supervisar que todo estuviera en orden antes de soltar amarras. Los tripulantes eran bengalíes, de acuerdo con la estricta especialización por nacionalidades que rige en el golfo Pérsico: los indios son comerciantes y peluqueros; los palestinos, administrativos; los filipinos, camareros y empleados domésticos; los paquistaníes, obreros de la construcción y transportistas, y los bengalíes, pescadores, pastores y agricultores.

Me ofrecieron té de un termo a cuyo lado el tradicional botijo de las obras españolas parecía instrumental quirúrgico. Intenté bebérmelo sin poner caras mientras me describían sus rutinas, las salidas de 10 días en alta mar, el aburrimiento y el miedo a veces, la incomodidad siempre. Rieron con sus bocas melladas cuando les pregunté si no era peligroso pescar tiburones. «Claro, pero estamos habituados». Luego me detallaron cómo se organizaban para dormir en aquel espacio limitado. «Algunos se echan aquí mismo», dijo el armador golpeando la grasienta alfombra sobre la que estábamos sentados. Esos eran los afortunados. «Los demás se meten ahí debajo», y me señaló una pequeña abertura. Asomé la cabeza y la saqué inmediatamente. Era un pañol más que un camarote. Estaba como a 40 grados y apestaba a gasóleo.

Me preguntaron si quería saber algo más. «No, no», respondí. Únicamente tenía curiosidad por ver cómo era la vida a bordo y ya sabía que era un asco.

Un régimen execrable

No es ningún secreto que a los expatriados se les maltrata a menudo en Oriente Próximo, y Qatar no parece una excepción. Se trata de un régimen manifiestamente mejorable. En el último Índice de Democracia que elabora The Economist Intelligence Unit, aparece en la categoría de «autocracias», en el puesto 114 de 167 países. Obtiene un 1,5 sobre 10 en «proceso electoral y pluralismo», un 3,3 en «participación política» y un 3,4 en «libertades civiles». Mantiene la pena de muerte, discrimina a las mujeres y castiga las relaciones homosexuales con hasta siete años de prisión. Es una monarquía absoluta anacrónica y cruel, pero ¿hasta el extremo de permitir que 6.500 personas murieran levantando las infraestructuras del Mundial de Fútbol?

Muchos así lo creen. Lo repite todas las mañanas algún tertuliano de la radio o de la televisión, y en Alemania, mientras una audiencia mayoritariamente de atrezo presenciaba la inauguración del campeonato, montaban otra ceremonia paralela, consistente en depositar sobre el césped del estadio de Herne 6.500 balones rellenos de arena, uno en memoria de cada obrero caído.

Lo seguro y lo probable

El origen del dato es un reportaje de The Guardian de hace año y medio. Puede encontrarse fácilmente en internet. Se titula: «Desvelado: 6.500 trabajadores inmigrantes han muerto en Qatar desde que se adjudicó el Mundial». Es una redacción muy cuidadosa. Aunque vincula los fallecimientos y el campeonato, no dice abiertamente que los primeros fueran consecuencia del segundo. Y todo se atribuye a un tercero que no se cita: desvelado…

En el cuerpo de la información, los autores explican que han recabado listas de inmigrantes fallecidos entre 2011 y 2020 en «fuentes gubernamentales» de India, Bangladés, Nepal y Sri Lanka y de «la embajada de Pakistán en Catar». Añaden que la relación total podría ser «significativamente mayor», porque no han conseguido información de Kenia y Filipinas, y concluyen con la siguiente deducción: «Si bien los registros no indican ocupación ni lugar de trabajo, es probable que muchos de los fallecidos estuvieran empleados en las obras del Mundial, según Nick McGeehan, director de FairSquare Projects, un grupo de defensa especializado en derechos laborales en el golfo».

O sea, lo «desvelado» en el titular solo «es probable».

Deconstruyendo a ‘The Guardian’

Pero, esperen, que hay más, como dicen en la teletienda. Porque aunque las fuentes consultadas «no indican ocupación ni lugar de trabajo», sí facilitan el motivo, y resulta que en torno a un 70% fueron «causas naturales».

Vamos a hacer ahora un pequeño ejercicio matemático. El 30% de los 6.500 muertos, es decir, los estrictamente caídos en el tajo, son 1.950. Si los dividimos por los 10 años observados, obtenemos 195 accidentes fatales por ejercicio. Sobre una población migrante total de dos millones (la cifra que maneja The Guardian), sale una tasa anual de 9,75 por cada 100.000 ocupados. Es una ratio que compara mal con la media europea de apenas dos en 2020, pero si asumimos (como hace The Guardian) que todos los inmigrantes estaban empleados en la construcción, es perfectamente homologable al 10,2 de ese sector en Estados Unidos.

Flaco servicio

Entiendo que The Guardian desconfíe de las estadísticas de Bangladés, Nepal, Sri Lanka, India y, por supuesto, Qatar y que los boquetes los rellene con arreglo a su línea editorial. Tampoco pretendo que nadie dé por buenos mis números, que presentan goteras por los cuatro costados. Y soy el primero en reconocer que las condiciones de trabajo en el golfo Pérsico son un asco.

Pero como medios nos hacemos un flaco servicio cuando incurrimos en exageraciones groseras, por muy buenas que sean las intenciones.

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