THE OBJECTIVE
Enrique García-Máiquez

300

Podría seguir haciendo una defensa general y abstracta, pero conviene confesar desde el principio que estas reflexiones me las motiva la posición de Albiol en Cataluña. A poco que se descuide se va a quedar con sus 300 cerrando el paso de las Termópilas.

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Reuters

El fracaso está infravalorado. Cierto que la literatura y el cine han hecho lo que ha podido para darle un aura estética, sentimental y moral, y lo han logrado, pero han fracasado (hermosamente, por supuesto) en conseguir que lo aceptemos y lo valoremos. Como máximo, como a la fuerza ahorcan, siempre a toro pasado (por encima), ya le vemos el lado bonito, qué remedio, sobre todo cuando es el de otros. Pero yo creo que el fracaso requiere con urgencia una defensa utilitarista. Es, de hecho, una de las herramientas más eficaces. ¿Para aprender? Sí, por descontado. Pero también para vivir.

Podría seguir haciendo una defensa general y abstracta, pero conviene confesar desde el principio que estas reflexiones me las motiva la posición de Albiol en Cataluña. A poco que se descuide se va a quedar con sus 300 cerrando el paso de las Termópilas.

Pero ahí ha estado, asumiéndolo más o menos espartanamente. La lógica hace que el voto no independentista se concentre en Arrimadas, la Atenea del constitucionalismo, por pura aritmética y porque el posicionamiento de Ciudadanos ha sido mucho más nítido de siempre contra el nacionalismo. El PP, por las servidumbres del poder, ha estado más tímido.

Ante esa realidad, Albiol podía haber copiado las contorsiones rockeras de Iceta, en búsqueda de un sitio en la pista de baile y unos ratos de foco. No ha hecho ni un contoneo. También podría haber rajado de Rajoy, para buscar intersticios y complicidades. No ha hecho un rictus. Yo rajé de Rajoy y rajo: soy un columnista y mi deber consiste en expresar mis opiniones. Una de las cuales es también la valoración de la lealtad y la disciplina, que Albiol ha demostrado con creces y silencios elocuentes. Y eso que a sus espaldas ha tenido críticas e intentos de moverle la silla o de clavarle una daga o fuego amigo.

Mañana, con sus 300 votos (más o menos, hablo en griego clásico) habrá cosechado unos mínimos históricos. Pero su fracaso habrá sido útil para la unificación del voto españolista y, con mucha suerte, serán tan dramáticamente decisivos como los de Leónidas en el paso de las investiduras. Lo seguro es que habrá alcanzado su suelo y, por tanto, podrá trazar una raya en la arena. Sabrá cuál es el número de sus incondicionales e irreductibles. Aquellos a partir de los cuales, con él a la cabeza (si no triunfa en el PP la mentalidad del éxito y se la cortan), se podrá reconstruir un partido que, nos guste más o menos, resistió arrasado en las Termópilas.

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