THE OBJECTIVE
Paco Segarra

40 años de oprobiosa democracia

Andaba yo el otro día ordenando papeles en la biblioteca y fui a dar con una vieja revista «Destino» del año del Señor de 1975. En portada, una foto de Lluís Maria Xirinacs y un titular alusivo al «problema catalán». En el interior, un reportaje sobre la industrialización de España con dos protagonistas actuales: Jordi Pujol y Amando de Miguel -había otros, como Boyer o Cisneros, pero no son tan actuales-. Y algunas columnas de Josep Pla, Umbral y Joan Perucho. Me sorprendió que Umbral se queda en lo de hace 40 años, una escritura a la moda de entonces, para «épater le bourgeois» de entonces, muy circunstancial y hueco. Pla, a lo suyo, costumbrismo mejor escrito que el de su émulo Sostres, aquí sobre Pep Ventura y las sardanas. Y el mejor, el más universal, el genio, Joan Perucho, con su bestiario apocalíptico, una cosa que podía estar escrita hoy o en el siglo de oro. O sea, un clásico. La publicidad, ídem de lienzo: muchos anuncios muy a lo Umbral, de la época, pasados de moda; y uno solo muy bueno, de Banca Catalana -no tiene segundas el aserto-, de una agencia que se llamaba Consejeros de Publicidad, y que a lo mejor diseñó mi amigo Ramón Roda y escribió el maestro Moliné. Dos clásicos más.

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40 años de oprobiosa democracia

Andaba yo el otro día ordenando papeles en la biblioteca y fui a dar con una vieja revista «Destino» del año del Señor de 1975. En portada, una foto de Lluís Maria Xirinacs y un titular alusivo al «problema catalán». En el interior, un reportaje sobre la industrialización de España con dos protagonistas actuales: Jordi Pujol y Amando de Miguel -había otros, como Boyer o Cisneros, pero no son tan actuales-. Y algunas columnas de Josep Pla, Umbral y Joan Perucho. Me sorprendió que Umbral se queda en lo de hace 40 años, una escritura a la moda de entonces, para «épater le bourgeois» de entonces, muy circunstancial y hueco. Pla, a lo suyo, costumbrismo mejor escrito que el de su émulo Sostres, aquí sobre Pep Ventura y las sardanas. Y el mejor, el más universal, el genio, Joan Perucho, con su bestiario apocalíptico, una cosa que podía estar escrita hoy o en el siglo de oro. O sea, un clásico. La publicidad, ídem de lienzo: muchos anuncios muy a lo Umbral, de la época, pasados de moda; y uno solo muy bueno, de Banca Catalana -no tiene segundas el aserto-, de una agencia que se llamaba Consejeros de Publicidad, y que a lo mejor diseñó mi amigo Ramón Roda y escribió el maestro Moliné. Dos clásicos más.

Lo de Xirinacs recordaba a la CUP y su lucha, y a esta lucha constante, tenaz, numantina, ibérica por demás, del independentismo catalán. Esa lucha que uno ha vivido durante el franquismo y durante la llamada democracia, la que nos trajo el propio franquismo cuando se hizo el harakiri. Xirinacs era un tipo que se la jugó, como los últimos anarquistas maquis, el Facerías o el Sabaté, y que, como ellos, acabó muerto, suicidado dicen, o lo suicidaron, vaya usted a saber. El caso es que los luchadores no se lucran ni en dictadura ni en democracia y mueren con las botas puestas. Uno tiene un respeto reverencial por los luchadores: sea el viejo Joe Szabo de la Brigada Lincoln, o el alférez Bach de Fontcuberta del Tercio de Montserrat. Incluso uno tiene un respeto por Xirinacs y por los muchachos de la CUP, por Quim Arrufat, que es medio de la familia, y sé que esa parte de la familia, de Valjunquera -Maestrazgo norte-, llevan luchando desde hace un par de siglos y nunca se han rendido.

Ahora tampoco y, aunque no le guste a Agustí Colomines, que es otro luchador desde la dictadura, los de la CUP han sido coherentes. Otra cosa no puedo admirar de ellos. La coherencia, sí. El valor, también. Qué le voy a hacer si yo soy un romántico y nací en el Mediterráneo.

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