THE OBJECTIVE
Fernando L. Quintela

A veces estoy enfermo

Estaba haciendo un test que me pedían unos amigos para averiguar cuál es mi “eneatipo” y así descubrir mi personalidad. Todo lo bueno y todo lo malo que corre por mis venas.

Opinión
Comentarios
A veces estoy enfermo

Estaba haciendo un test que me pedían unos amigos para averiguar cuál es mi “eneatipo” y así descubrir mi personalidad. Todo lo bueno y todo lo malo que corre por mis venas.

Estaba haciendo un test que me pedían unos amigos para averiguar cuál es mi “eneatipo” y así descubrir mi personalidad. Todo lo bueno y todo lo malo que corre por mis venas.

Respondí a 150 preguntas y me dio un resultado, desalentador si no lo lees con detenimiento, pero muy certero con las características de uno. Decía de mi que “Cuando sanos, las personas con este estilo trabajan para transmutar el dolor de la vida en algo significativo”, también que “cuando son menos sanos, comienzan a enfocarse en lo que no está disponible o que falta en sus vidas. Pueden volverse negativos y críticos, encontrándose incompletos con lo que tienen, viendo en lo presente principalmente la miseria. Se vuelven introvertidos y usan su imaginación para idealizar otros tiempos y lugares”. Y por último “cuando están enfermos pueden estar malhumorados o extremadamente sensibles por su sentido de originalidad defectuosa, podrían permitirse actuar incorrectamente, ser egoístas o irresponsables. Pueden negarse a tratar con lo mundano y lo ordinario”.

Viendo esta fotografía con este maravilloso coche en ese idílico paisaje, me doy cuenta que el resultado del análisis es totalmente cierto. Cuando estando sano siento dolor, del cuerpo o del alma, trato de imaginar o volar físicamente hacia aquello que pueda ser relevante en lado positivo para mi. Cuando no estoy tan sano, me remonto a tiempo y lugares pasados, en los que fui feliz sin esfuerzo, o lo fueron otros a quienes no conozco. Hoy no debo estar muy sano, porque viendo la imagen me gustaría darle al botón de encendido de la máquina del tiempo y trasladarme al cuerpo del dueño original de ese coche. Con todo lo que tenía y el lugar en que vivía. Una fórmula muy mundana de evasión de los diarios problemas que tenemos todos.

Y también algo enfermo, porque ahora mismo, regresando de Galicia, me niego a tratar con lo que me toca cada día: Madrid, el calor, la responsabilidad.

Podría haber elegido otra fotografía, como la de ese hombre negro ahogado, hundido boca abajo en el mar en su intento de llegar a Europa desde su país natal, quién sabe cuál, de Africa. Búsquela. Y ahí me mostraría muy enfermo. Porque a mi me gusta meter la cabeza debajo del agua del mar y escuchar el sonido que ese silencio produce. Son segundos de relajación, de imaginación, segundos en los que se te pasan por la cabeza un montón de proyectos, de ilusiones. Quizá nunca se cumplan, pero pasan por ahí y tu sales fresquito del agua dispuesto un aperitivo, a un partid de fútbol, a una charla con tu familia y tus amigos.

Pero el hombre de la fotografía no. Está con la cabeza debajo del agua, pero ya no escucha, ya no ve, ya no imagina. Se acabaron sus sueños, se acabó la tranquilidad de los suyos. Se le acabó todo. La vida.

La imagen de este hombre mirando al abismo pasará inadvertida para muchos de nosotros, pero también a otros muchos se nos almacena en esa carpeta de lo que creemos que son injusticias sin aparente o fácil solución. Quizá haya alguna, yo la desconozco.

Cundo lo ordinario y lo mundano son fracasos como este, me niego a tratar con quienes posibilitan estas situaciones.

Publicidad
MyTO

Crea tu cuenta en The Objective

Mostrar contraseña
Mostrar contraseña

Recupera tu contraseña

Ingresa el correo electrónico con el que te registraste en The Objective

L M M J V S D