THE OBJECTIVE
Jon Navascues

Aberración de pulsera

Pero el aspecto más negativo de estos engendros de pulsera -engendros no por feos, que no lo son, sino por mal concebidos-, es que no cumplen su función principal. Dar la hora.

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Aberración de pulsera

Pero el aspecto más negativo de estos engendros de pulsera -engendros no por feos, que no lo son, sino por mal concebidos-, es que no cumplen su función principal. Dar la hora.

Hace una semana que fue anunciado. El último, el más esperado. La madre de los smartwatch. El que, seguro, será el más vendido. El reloj de las 18 horas. Pero vayamos por partes, como diría una aseguradora. El propio nombre del aparato ya nos deja ver que la coherencia no aparece por ningún lugar. Manzana Reloj o Reloj Manzana, no sé. Suena igual de comestible, como diría Jack.

Samsung, LG, Motorola… Lo mismo da. Este texto no sólo busca poner en evidencia al cacharro de Apple, pretende criticar todo ese mercado fascinante de los relojes inteligentes, según los llaman. Inteligentes porque, mediante bluetooth, una tecnología que se asentó hace más de 10 años, te rebotan las notificaciones del móvil. Doble ración de ‘dings’. Todavía hay más inteligencia dentro de esos cuerpos de aluminio. La que les falta a los fabricantes, porque están desarrollando móviles que quepan en pantallas de media pulgada. Navegar por internet, escribir, mapas… en media pulgada. Un smartphone enano que necesita otro para funcionar.

Pero el aspecto más negativo de estos engendros de pulsera -engendros no por feos, que no lo son, sino por mal concebidos-, es que no cumplen su función principal. Dar la hora. Rara vez alcanzan el día completo. En el caso del Manzana Reloj (me encanta), son 18 horas. Es decir, el día termina a las seis de la tarde sin un enchufe al lado. El portátil, el móvil y ahora pendientes también del reloj. El agua ya no es un problema, pero ojo con el sol. Más luz, más brillo; menos batería. «Ideal para deportistas”. Chismes absurdos. Paraguas con agujeros. TeleCinco.

Si quiero un móvil, me compro uno. Si quiero un reloj bonito, los hay de bolsillo. Si quiero tirar mi dinero, contacto con Ruíz Mateos. Si quiero ver doble, seis Whiskys. Si quiero fardar, me saco la chorra. Vale, no. Pero si lo que quiero es un reloj inteligente, con sus mejores virtudes, que las hay, -contestar llamadas, tomar notas de voz, hacer sonar el móvil cuando no se encuentra…- y una batería que pueda decirme la hora durante una semana, me compro el Pebble Time. Un aparato que, ante todo, es un puñetero reloj.

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