THE OBJECTIVE
Victoria Carvajal

Acabar con la ‘dictadura de la rentabilidad’

«Cohen es el precursor de un movimiento favorable a reformar el capitalismo que hoy se extiende a ambos lados del Atlántico»

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Acabar con la ‘dictadura de la rentabilidad’

Está dispuesto a acabar con “la dictadura de la rentabilidad” que manda en toda inversión. A sus 72 años y tras una brillante carrera en el mundo de las finanzas en el Reino Unido, país que le acogió como refugiado, Sir Ronald Cohen, encabeza la llamada Revolución del Impacto. Este hombre, hecho a sí mismo y al que la prensa británica llama el capitalista compasivo, defiende que los inversores valoren, además de la rentabilidad y el riesgo, el efecto de sus decisiones en la sociedad. Para Cohen la rentabilidad y el bien social no son incompatibles. Es más, vaticina que ambos estarán estrechamente ligados en el futuro dado el deterioro del medioambiente, las crisis humanitarias y el aumento de la desigualdad. Todos ellos focos de tensión en las democracias liberales hoy.

De ahí que Cohen crea que el sector privado tiene un papel clave que jugar. Ni los Gobiernos ni el modelo capitalista en su forma actual están demostrando ser capaces de responder a estos enormes desafíos. Tampoco las ONG. Y por ello aboga por dar un vuelco al sistema. De ahí el carácter revolucionario de su propuesta. Sus principios están recogidos en un librito escrito a modo de Manifiesto titulado On Impact, a Guide to the Impact Revolution, regalado profusamente estas Navidades entre empresarios y banqueros, alarmados por la deriva populista e iliberal gobiernos del mundo occidental.

Nacido en Egipto, la crisis del Canal de Suez obligó a su familia de origen judío a huir del país. Cohen tenía sólo once años. A pesar de las dificultades, su brillante expediente académico le permitió acceder a Oxford y más tarde Harvard. Con tan sólo 26 años se convirtió en el fundador de la primera firma de capital riesgo de Europa, Apax Partners. Tras abandonar la firma en 2005, Cohen se ha dedicado a crear un ecosistema de fondos y fundaciones que inviertan en compañías o identifiquen proyectos respetuosos con los derechos humanos, la igualdad y el medioambiente.

¿Es un brindis al sol o tiene Cohen motivos para creer que estas inversiones además de virtuosas serán rentables? La creciente tendencia de los consumidores a comprar productos respetuosos con el medioambiente y los derechos humanos, la atracción del talento joven a empresas sensibles a estos valores y la satisfacción de los trabajadores de pertenecer a compañías que los defienden, suponen sólo ventajas competitivas. En su último informe, el Banco Mundial cifra en 30 billones de dólares el mercado potencial de inversiones con impacto para 2030.

De refugiado a caballero en 2001, Cohen es el precursor de un movimiento favorable a reformar el capitalismo que hoy se extiende a ambos lados del Atlántico. Fue él quien al término de la reciente crisis financiera declaró que el contrato social había expirado, que el modelo capitalista que nos ha servido durante los últimos 250 años debe cambiar y que a los mercados financieros hay que guiarlos (vía la inversión) hacia ese capitalismo más humano. Y lo resume asÍ: Do well, do good.

El Instituto de Directores del Reino Unido, la más importante asociación de consejeros y altos directivos de empresa del país y la mayor de Europa, instó hace apenas un mes a sus miembros encontrar nuevas formas para “combinar la motivación de la rentabilidad con la responsabilidad social”.  En Washington, la llamada Business Roundtable, que reúne a los 181 principales presidentes ejecutivos de Estados Unidos, ha redefinido lo que tienen que ser los Fines de una Corporación, entre los que se incluyen el de invertir en los empleados y remunerarlos de manera justa, apoyar a las comunidades en donde tengan sede las empresas, proteger el medio ambiente… Ya no se trata sólo de generar valor para los accionistas como propugnaba su hasta ahora gurú el Nobel Milton Friedman. Tienen una responsabilidad social.

En la Unión Europea una directiva de 2014, adoptada por España hace un año, llamada Ley de Información no Financiera, apunta en la misma dirección. Según recoge su texto, hay que “gestionar el cambio hacia una economía global sostenible que combine la rentabilidad a largo plazo con la justicia social y la protección del medio ambiente”. Las empresas están obligadas a informar sobre su desempeño en estos aspectos y no sólo sobre su salud financiera. En la misma línea, los Principios para la Inversión Responsable de Naciones Unidas (2006), firmados por 50 países con activos por valor de 90 billones de dólares, exigen que las decisiones de inversión tengan en cuenta el factor social y medioambiental.

Así que como dice Cohen, “business as usual is under threat”. O lo que es lo mismo, la manera de actuar hasta ahora está amenazada y por ello debe cambiar.

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