THE OBJECTIVE
Marta Parreño Gala

Actores sin reparto

Por suerte actores, poetas, cuentacuentos y titiriteros tienen muy claro que los sueños sí cuentan, incluso los de quienes no se atreven a cumplirlos por sí mismos y vuelcan en ellos sus frustraciones. Que para eso están ellos.

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Actores sin reparto

Por suerte actores, poetas, cuentacuentos y titiriteros tienen muy claro que los sueños sí cuentan, incluso los de quienes no se atreven a cumplirlos por sí mismos y vuelcan en ellos sus frustraciones. Que para eso están ellos.

Salgo de ver ‘Los Miserables’ en el Liceu maravillada por el espectáculo, imaginando qué sentirán los actores cuando un teatro entero les aplaude en pie tras la tremenda tromba de energía que acaban de derramar en el escenario. En ese momento les envidio porque emocionan y se emocionan al ver lo que generan en el que mira. Es una conexión única y efímera, un vínculo extraordinario que desaparece al cruzar las puertas del teatro y pisar la calle mojada.

Entonces nos topamos de bruces con la realidad y los sueños se quedan adentro. En una misma semana me encuentro en las redes con los 75 millones de dólares que han convertido a Robert Downey en el actor mejor pagado de Hollywood y los 645 euros al mes a los que no llegan la mitad de los intérpretes de nuestro país, que solo trabajan de lo suyo una media de tres meses al año (si tienen suerte, cobrando). Dicho esto, que empiece el baile de descalificaciones al que ya estamos acostumbrados: que se pongan a trabajar y dejen de hacer el payaso, que dejen de pedir subvenciones, que los Bardem bla bla bla, que vivir del cuento se ha acabado, que el cine español es una basura, etcétera etcétera etcétera. Pero yo a lo mío.

Partiendo de la base de que vivimos en uno de los países que más maltratan a su propio cine y su propio teatro, ser actor a día de hoy es casi un acto heroico. Es como ser poeta o trovador, cuentacuentos, transmisor de historias, escritor de relatos cortos. Es como realizar cualquier oficio que trabaje con el material invisible de los sueños y las emociones. No se ve, por lo tanto no cuenta, por lo tanto no vale. Por suerte actores, poetas, cuentacuentos y titiriteros tienen muy claro que los sueños sí cuentan, incluso los de quienes no se atreven a cumplirlos por sí mismos y vuelcan en ellos sus frustraciones. Que para eso están ellos.

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