THE OBJECTIVE
Teresa Viejo

Aguas turbias

Crecí a caballo entre el piso del barrio humilde donde vivía con mi familia y una casa en un pueblo de Madrid construida a impulsos de fin de semana. Hoy un cobertizo, mañana el cenador. El verano en que mi padre terminó aquel estanque con aspiraciones de piscina fue una fiesta que derivó en un tormentón quince después cuando el agua se tornó verde. No había dinero para la depuradora, confesó él, y sus hijas, acostumbradas a las estrecheces, aprendimos a bucear a ciegas con cierta envidia respecto de las piscinas de nuestras amigas. Desde entonces concibo las aguas cristalinas un lujo.

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Aguas turbias

Crecí a caballo entre el piso del barrio humilde donde vivía con mi familia y una casa en un pueblo de Madrid construida a impulsos de fin de semana. Hoy un cobertizo, mañana el cenador. El verano en que mi padre terminó aquel estanque con aspiraciones de piscina fue una fiesta que derivó en un tormentón quince después cuando el agua se tornó verde. No había dinero para la depuradora, confesó él, y sus hijas, acostumbradas a las estrecheces, aprendimos a bucear a ciegas con cierta envidia respecto de las piscinas de nuestras amigas. Desde entonces concibo las aguas cristalinas un lujo.

No debería. La lógica interna de la naturaleza –la tiene y mucha, según me reconoció hace poco el geólogo, viajero incansable y padre del ecologismo español Eduardo Martínez Pisón- otorga cualidades irrefutables a sus elementos. El agua limpia es transparente y mimetiza el color del recipiente que la contiene; de hecho nuestra alberca era tan azul como la pintura de sus paredes, hasta que las algas proliferaron a sus anchas y dejó de ser agua pura.

De aquel mini trauma infantil he heredado la repulsión a meter los pies en sitios donde no los distinga bien, por lo que solo me sumerjo en aguas claras. De ahí que el Caribe sea mi mar soñado y los arrecifes coralinos mi idea de paraíso. Resulta obvio que aparte de lo estético mi yo adulto va más lejos y observa seres vivos, una flora y una fauna únicas… el pálpito de la vida bajo el agua, sobre la que los científicos elevan su alarma porque está enferma. Moribunda.

La foto es una necrópolis de corales, blanqueados a causa de su defunción. Sin embargo el azul del fondo se convierte en un grito de esperanza frente al gris opaco del paisaje terrestre causante en última instancia de su agonía. Qué bello es el océano incluso muerto.

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