Alcantarillas de Barcelona
Arturo Mas y Aureolo Junqueras, cabezas visibles de los dos principales partidos separatistas catalanes, han dicho que ahora sí es la buena, que en septiembre, si ganan las elecciones (ojo), declararán la independencia.
Arturo Mas y Aureolo Junqueras, cabezas visibles de los dos principales partidos separatistas catalanes, han dicho que ahora sí es la buena, que en septiembre, si ganan las elecciones (ojo), declararán la independencia.
Arturo Mas y Aureolo Junqueras, cabezas visibles de los dos principales partidos separatistas catalanes, han dicho que ahora sí es la buena, que en septiembre, si ganan las elecciones (ojo), declararán la independencia. Corre el rumor de que los servicios de alcantarillado del Ayuntamiento de Barcelona ya están despejando las cloacas de la ciudad por las que presumiblemente volverá a huir la Generalitat, como ya hicieran sus patéticos antecesores en aquel año de 1934.
La sentencia de Marx en el 18 de Brumario, de que la historia se repite primero como tragedia y luego como farsa, no funciona en la Cataluña comandada por los separatistas, que en aquella primera intentona ya hicieron el ridículo más espantoso. Quizás Arturo Mas y los de la ANC deban leer la novelita de Ernesto Giménez Caballero, poeta fascista que se estrenó en el mundo de las letras con una obra surrealista: “Yo, inspector de alcantarillas”. Que la lean digo, para que puedan llevar la farsa a un nuevo nivel nunca visto.
Quién sabe lo que pueden encontrarse estos prohombres (y promujeres, claro) en las alcantarillas de Barcelona. Dicen que en las de Nueva York hay cocodrilos y hasta tortugas ninja. Yo me inclino a pensar que en las de Barcelona puede estar la guarida de Curucull y Bilbeny, los monstruos de la historia catalana creativa. Como en un garaje de ciudad estadounidense, donde los parias planean su terrible venganza contra la sociedad, los frikis del Institut Nova Historia, bajo la luz trémula de una triste bombilla y escuchando los borborigmos de las tuberías, se afanan en desentrañar la gigantesca conspiración histórica de los castellanos, italianos y flamencos para robarles a las más destacadas figuras de la historia de estas naciones.
Lo que seguro que no les espera es lo que merecen: la cárcel.
