THE OBJECTIVE
Carlos D. Lacaci

Ama hasta que te duela

La propia misionera explicaría más tarde alguna de esas dificultades: “A mí me ocurrió el primer caso, el de una mujer tirada en plena calle. Se la estaban comiendo las ratas. Yo la llevé al hospital, pero no podían hacer nada por ella. Tuvieron que aceptarla, porque yo dije que no me marchaba de allí en tanto no se hiciesen cargo de ella”

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La propia misionera explicaría más tarde alguna de esas dificultades: “A mí me ocurrió el primer caso, el de una mujer tirada en plena calle. Se la estaban comiendo las ratas. Yo la llevé al hospital, pero no podían hacer nada por ella. Tuvieron que aceptarla, porque yo dije que no me marchaba de allí en tanto no se hiciesen cargo de ella”

“Ama hasta que te duela. Si te duele es buena señal”.

Quien pronunció estas bellas palabras fue una mujer menuda por su físico pero muy grande, tanto por su corazón como por su obra llevada a cabo durante su vida para ayudar a los más necesitados.

Un 27 de agosto, de hace 105 años, nació en Macedonia, Santa Teresa de Calcuta.

Impresiona sumergirse en el inmenso legado lleno de bondad y generosidad de esta misionera, quien un verano de 1948 decidió abandonar su lugar de recogimiento y oración y salir desde el convento para luchar contra la pobreza de cualquier rincón del mundo. Y emprendió ese camino portando un sari blanco de algodón con bordes azules y con tan solo cinco rupias en sus bolsillos.

Dos años más tarde fundaría la congregación de las Misioneras de la Caridad con un objetivo tan sencillo de explicar como complejo de abarcar y ejecutar: cuidar a los hambrientos, los desnudos, los que no tienen hogar, los lisiados, los ciegos, los leprosos, toda esa gente que se siente inútil, no amada, o desprotegida por la sociedad…

La propia misionera explicaría más tarde alguna de esas dificultades: “A mí me ocurrió el primer caso, el de una mujer tirada en plena calle. Se la estaban comiendo las ratas. Yo la llevé al hospital, pero no podían hacer nada por ella. Tuvieron que aceptarla, porque yo dije que no me marchaba de allí en tanto no se hiciesen cargo de ella” “Desde entonces (y hasta principios de la década de 1970) hemos recogido por las calles de Calcuta más de veinte mil personas, habiendo muerto cerca de la mitad”.

Ahora, con ocasión del aniversario por el nacimiento de Santa Teresa de Calcuta es muy necesario volver a reparar en su ejemplo de vida. Nuestro mundo se encuentra enfermo. Los cinco continentes vuelven a sufrir por las guerras, los fundamentalismos, las catástrofes naturales y, con ello, millones de personas se encuentran necesitadas.

Ayudar a nuestros semejantes no siempre es tarea sencilla, pero es un deber moral de todos.

Si hace más de cincuenta años una pequeña mujer pudo propagar su obra por el mundo, iniciándose en su camino con tan solo cinco rupias (su orden logró establecerse primero en Venezuela, para extenderse después por gran parte de Asia, África, Europa y Estados Unidos) ¿Cómo no vamos a poder ayudar a los más necesitados en pleno siglo XXI con ayuda de instituciones internacionales poderosas y bien dotadas de medios económicos y humanos para tal fin?

Eso sí, para lograr, si quiera intentar esta imprescindible tarea, tendríamos que dotarnos de, al menos, dos cualidades como las que enseñó en vida la misionera: Humildad y generosidad.

Decía Teresa de Calcuta: “Jamás he visto cerrarme puerta alguna. Creo que eso ocurre porque ven que no voy a pedir, sino a dar” “No debemos permitir que alguien se aleje de nuestra presencia sin sentirse mejor y más feliz”.

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