THE OBJECTIVE
Antonio Orejudo

Amor y fontanería

El amor no debilita la voluntad como han repetido los poetas a lo largo de los siglos. Para enamorarse hay que querer enamorarse y para permanecer en ese estado hay que quererlo todavía más

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Amor y fontanería

El amor no debilita la voluntad como han repetido los poetas a lo largo de los siglos. Para enamorarse hay que querer enamorarse y para permanecer en ese estado hay que quererlo todavía más

¡Cuánto daño han hecho los poetas a la humanidad! No me extraña que Platón no quisiera verlos ni en pintura. Y quien dice poetas dice también escritores y por supuesto cineastas, especialmente si se dedican al llamado cine de adultos.

¿Cuántos infelices habrán menospreciado sus modestitas pero apañadas relaciones sexuales sólo porque sus polvos no se parecían en nada a las intensas escenas del porno que han consumido? ¿Cuántas personas habrán perdido el interés sexual por sus parejas sólo porque éstas no tienen la tersura, la flexibilidad y la resistencia de esos admirables actores? ¿Cuántos matrimonios se habrán roto porque los cónyuges han superado esa dulce intoxicación —si es que alguna vez llegaron a sentirla—, de la que hablan los poetas más populares o las películas de amor más conocidas? Igual que la publicidad y el porno duro, la poesía romántica ha generado mucha frustración entre la gente.

El amor no debilita la voluntad como han repetido los poetas a lo largo de los siglos. Todo lo contrario: el amor es un acto supremo de la misma. Para enamorarse hay que querer enamorarse y para permanecer en ese estado hay que quererlo todavía más. Y si no, que se lo pregunten a cualquiera de los 24 matrimonios hindúes que han celebrado sus bodas de plata volviéndose a casar. O que se lo pregunten al matrimonio formado por John y Ann Betar, que llevan juntos 80 años. Cualquiera de ellos les aclarará en qué consiste el delicado arte de vivir juntos.

Un momento. ¿He dicho delicado? Pues no. El amor no tiene nada de delicado. Es más bien un trabajo de albañiles y fontaneros. Aplacado el fervor de las feromonas, lo más importante es el mantenimiento. A menudo hay que picar, dar con la fuga, cortar tuberías, empalmar, soldar piezas, tapar con yeso y dar una buena mano de pintura. Muy romántico.

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