THE OBJECTIVE
Carme Chaparro

Asesinos

Nosotros, el ser humano, a diferencia del resto de seres vivos del mundo, matamos por placer, por el gusto de hacer daño, por el sentimiento de poder que da hacer sufrir a alguien.

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Nosotros, el ser humano, a diferencia del resto de seres vivos del mundo, matamos por placer, por el gusto de hacer daño, por el sentimiento de poder que da hacer sufrir a alguien.

Bueno, al menos de algo no tenemos la culpa los seres humanos. Los chimpancés son violentos por naturaleza, no es que les hayamos contagiado la violencia nosotros. Parecía obvio, pero ha tenido que venir todo un reputadísimo Instituto como el Max Planck de Antropología a demostrar que el contacto con los seres humanos no es la causa de sus actos violentos, sino que los chimpancés se matan entre sí como estrategia evolutiva para mejorar el acceso al territorio, la comida y las hembras.  “Matar a congéneres es posiblemente un medio de eliminar rivales cuando los costes de matar son bajos”, explican los científicos. 

Y esa es la gran diferencia con los seres humanos: nosotros no sólo matamos por territorio o comida o hembras. Nosotros no sólo matamos para sobrevivir. Nosotros no sólo matamos porque genéticamente la Naturaleza nos obligue a ello para que nuestra especie no se extinga. Nosotros, el ser humano, a diferencia del resto de seres vivos del mundo, matamos por placer, por el gusto de hacer daño, por el sentimiento de poder que da hacer sufrir a alguien. 

Y no, no hace falta irse a buscar a psicópatas asesinos en serie en truculentas carreteras locales americanas. Porque el niño de seis años que pincha gusanos con un palillo es el inicio de esa cadena que termina con hombres acorralando y lanceando a un toro hasta su agónica muerte. 

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