Autonómas
La lucha contra las mafias de explotación sexual debería ser compatible con el reconocimiento de las prostitutas como trabajadoras autónomas. Su ilegalidad las hace vulnerables, un refugio para las mafias.
La lucha contra las mafias de explotación sexual debería ser compatible con el reconocimiento de las prostitutas como trabajadoras autónomas. Su ilegalidad las hace vulnerables, un refugio para las mafias.
Estoy muy lejos de los 343 «salauds» franceses que hace unas semanas publicaron un manifiesto para reclamar su derecho a contratar prostitutas: «Touche pas à ma pute!» – no toquéis a mi puta – decían con una frase donde lo más importante era el adjetivo posesivo. Si alguien necesita protección son las prostitutas, no sus clientes, por perseguidos que estén. Cualquier discusión sobre este asunto, cualquier manifiesto, debe tener en cuenta, en primer lugar, los miles y miles de mujeres pobres que son tratadas como ganado y explotadas sexual y económicamente en todo el mundo.
Ahora bien, no creo que persiguiendo la prostitución vayamos a acabar con ella. Y tampoco creo que sea cierta esa ecuación que dice que el fin de la prostitución es igual al fin de la explotación de mujeres. En el asunto de la droga ha ocurrido exactamente lo contrario: ha sido precisamente su prohibición lo que ha fomentado la aparición de violentas multinacionales clandestinas que, en algunos casos, son más poderosas que los Estados.
No creo tampoco en el mito de la prostituta digamos profesional, que ofrece servicios sexuales con la misma naturalidad con que otros ofrecen servicios de taxi. A nadie le gusta trabajar por obligación. Y dudo que ese exiguo 10% de prostitutas autónomas —sin proxeneta ni mafia que las explote—, sea una excepción. Estoy seguro de que muchas de ellas trabajarían en otra cosa si pudieran. Pero el caso es que no pueden y sería una hipocresía difícil de tragar cortarles «por su bien» sus únicos ingresos.
La lucha contra las mafias de explotación sexual debería ser compatible con el reconocimiento de las prostitutas como trabajadoras autónomas con derecho a paro y protección social. Es precisamente su ilegalidad lo que las hace vulnerables y lo que ha convertido a la prostitución en un refugio para las mafias.
