THE OBJECTIVE
Aloma Rodríguez

Pueblos fantasma

«Cuando pasábamos por Belchite algo nos estremecía: eso había sido un pueblo y quedó destruido por una batalla»

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Pueblos fantasma

MaGrc | CC BY-SA 4.0

No siempre se pasa por Belchite para ir al pueblo de mis abuelos. Cuando yo era pequeña íbamos por otra ruta distinta. La recta de Belchite es donde se adelanta, donde se saltan los límites de velocidad. Es realmente impresionante esa recta: el paisaje se abre rojizo a los dos lados de la carretera y por unos segundos no sabes muy bien dónde estás. Podría ser Marte, la ruta 66 o la entrada a la provincia de Teruel. Lo primero que supimos de Belchite fue lo de las psicofonías; entonces estaba de moda, quizá hubo un boom de lo esotérico o es que a esa edad hay una cierta atracción por lo inexplicable y la aparición de lo fantasmal. El caso es que Belchite entró por las psicofonías, que tampoco es que tuviera muy claro qué eran. Los sonidos que se quedan atrapados en las paredes de las casas y los lugares, explicó mi padre, que es gallego y poeta. Después se incorporó como paisaje fugaz de camino al pueblo de mis abuelos. Cuando pasábamos por Belchite algo nos estremecía: eso había sido un pueblo y quedó destruido por una batalla que sucedía también en galerías subterráneas, en trincheras y refugios. Desde la ventanilla del coche mirábamos las ruinas del pueblo, que quedaron así por deseo expreso de Franco, que mandó dejarlo tal cual y construir el pueblo de nuevo un poco apartado, como muestra de la cruenta batalla entre el ejército nacional y el republicano. Esa batalla, la de 1937, la perdieron los nacionales, que se habían hecho con el pueblo.

El abuelo del cantautor Joan Manuel Serrat era secretario del Juzgado y fue asesinado por los nacionales. El escritor Félix Teira es de allí. Ángel Petisme le dedicó una canción. Una foto tomada por Ferdinando Scianna en Belchite es la portada de Las palabras justas (Xordica), de Ignacio Martínez de Pisón.

Ana María Moix cuenta su visita a Belchite en sus memorias. Fue acompañando a Colita y a José Antonio Labordeta, que iban a hacer unas fotos para el primer LP de Labordeta, Cantar i callar. Allí había dado Labordeta su primer concierto, del que recibió entusiastas comentarios: «No vuelvas a cantar, que eso es cosa de maricones», le dijo un vecino.

Ana María Moix recordaba su visita a Belchite: «El espectáculo era escalofriante: el pueblo de Belchite, absolutamente desierto y destrozado por la Guerra Civil, con las casas desventradas, que dejaban a la vista sus desordenados interiores, amueblados pero con armarios y cajones abiertos por los que asomaban toda clase de prendas de vestir, como si sus habitantes hubieran huido de allí a todo correr, aterrados… Como así sucedió, en realidad, horas antes de que la localidad fuera bombardeada. Un espectáculo desolador que no he olvidado nunca».

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