THE OBJECTIVE
Leopoldo Abadia

¡Bendito camellero!

Dios escribe derecho con renglones torcidos. Porque los contrabandistas que aparecen en la foto no tienen aspecto de monjas de la Caridad, y sin embargo, están salvando niños, con su trabajo profesional.

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¡Bendito camellero!

Dios escribe derecho con renglones torcidos. Porque los contrabandistas que aparecen en la foto no tienen aspecto de monjas de la Caridad, y sin embargo, están salvando niños, con su trabajo profesional.

El «trabajo profesional» de esos señores consiste en saltarse las reglas y las fronteras y llevar y traer mercancías. Habrá que ver qué mercancías.

Pero, de repente, se han convertido en salvadores de niños que han tenido la mala suerte de nacer en Taiz y la mala suerte de que Taiz está en Yemen y la mala suerte de que Yemen está como está.

Esos críos necesitan oxígeno para sobrevivir, para crecer, para estudiar, para casarse, para tener hijos, para trabajar, para ayudar a los demás. O sea, para ser normales. Ser normales, que a nosotros nos parece que es normal, pero que en muchos sitios no lo es.

Cuando la cosa está más apurada, aparece un camellero, con una bombona de oxígeno debajo del brazo. Se la enchufan al niño y le ponen en el camino de la normalidad. Y seguro que el chaval le mira al camellero y le sonríe, y al camellero, que es bastante bruto, se le humedecen los ojos y piensa que, quizá por primera vez en su vida, ha hecho algo de lo que puede enorgullecerse.

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