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Carlos Carnicero

Berlusconi en su museo de cera

‘Il Cavaliere’ prefiere poner a Italia al borde del precipicio antes que acatar una sentencia judicial

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‘Il Cavaliere’ prefiere poner a Italia al borde del precipicio antes que acatar una sentencia judicial

Observar el rostro y la expresión en esta imagen de Silvio Berlusconi permite suponer que el día que fallezca no tendrán que fabricar su réplica en cera para instalarlo en cualquiera de los museos que rememoran los personajes que son famosos para que simulen tener vida.  Tal vez entonces la figura de Berlusconi parezca humana y no un maniquí como ocurre ahora con su fotografía.

Un país con sólida tradición democrática, como es Italia, ha consentido la enorme contradicción de que este empresario haya sido primer ministro y determinara la vida pública italiana desde la ruptura de todos los códigos éticos y estéticos que debieran acompañar a un político.

La corrupción, sus excesos personales y un egocentrismo insoportable podrían resumir las cualidades que le han permitido el triunfo en las instituciones italianas. Y se resiste a desaparecer encapsulado en la caricatura estética que le ha convertido en un replicante sin expresión, como sus compañeros del museo Madame Tussauds de Londres.

Condenado e inhabilitado para la vida pública, ‘Il Cavaliere’ prefiere poner a Italia al borde del precipicio antes que acatar una sentencia judicial que por fin ha podido demostrar algunos de sus actos de corrupción.

El rostro hierático de este personaje increíble siembra dudas de si se trata de él o es ya el testigo en cera para que sea inmortal junto a personajes como Frankestein, Drácula o Stalin. Italia no se merece lo que le está sucediendo.

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