THE OBJECTIVE
Arturo Criado

Botín: el elefante de nuestros ahorros

Dicen sus colaboradores que las 12 horas no se las quitaba nadie, y que los fines de semana no existían para él. Prioridad: el Santander. Siempre el banco, por encima de todo.

Opinión
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Dicen sus colaboradores que las 12 horas no se las quitaba nadie, y que los fines de semana no existían para él. Prioridad: el Santander. Siempre el banco, por encima de todo.

Los bancos se han quedado huérfanos. Se va el gran cazador del sistema financiero. Aquel que con fino olfato fue capaz de revolucionar los ahorros de los españoles a finales de los ochenta. ¿O no se acuerdan de aquella canción que decía: “La superlibreta del e­le­fan­te”?. Pero ese movimiento escondía algo más: no solo quería nuestro dinero, también acababa con un pacto no escrito de los banqueros por el que se comprometían a no pisarse la manguera unos a otros.

Muy mal no le debió salir la jugada, porque pronto el resto de entidades copiaron la estrategia de Botín: un canguro en el Central Hispano, un cerdito en el BBV… Vamos, que nuestra casa se convirtió en un zoológico financiero y daba comienzo la famosa guerra de depósitos que dura hasta nuestros días.

Poco a poco las capturas fueron cada vez mayores. Se hizo con Banesto, el Central Hispano y otras muchas en España. Pero también fuera de nuestras fronteras. Su objetivo: hacer del Santander una entidad financiera internacional. ¡Y vaya si lo consiguió! Tanto como que ahora mismo Brasil y Reino Unido aportan el 40% de los beneficios de la entidad.

Presas de categoría conseguidas a base de trabajo y exigencia. Dicen sus colaboradores que las 12 horas no se las quitaba nadie, y que los fines de semana no existían para él. Prioridad: el Santander. Siempre el banco, por encima de todo. Sólo dos cosas reclamaban algo más de atención: el deporte, ­de ahí su empeño de patrocinar a Ferrari (que también por el color­) y los jardines de olivos de la ciudad financiera del Santander en Boadilla del Monte. Sus niños mimados, sus pequeños, su capricho personal. Una manera sutil de enviar un mensaje a quienes deja ahora solos: prosperidad. Un buen deseo para su gente, y mandato póstumo para su hija Ana Patricia, que ahora (si nada se tuerce) se queda al mando de la nave.

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