THE OBJECTIVE
Teresa Viejo

Cajas de cerillas

Una fotografía se engrandece cuando no existe en ella una verdad única y su mainstream se quiebra en afluentes al ser contemplada a través de varios ojos. Cierto que algunas contienen una carga emocional tan explícita que soslayarla parece imposible, pero agradezco las ópticas irreverentes.

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Cajas de cerillas

Una fotografía se engrandece cuando no existe en ella una verdad única y su mainstream se quiebra en afluentes al ser contemplada a través de varios ojos. Cierto que algunas contienen una carga emocional tan explícita que soslayarla parece imposible, pero agradezco las ópticas irreverentes.

A mi subjetivo hoy le resbala el galardón que ha conseguido la foto que lo inspira: el primer premio de Temas Contemporáneos del certamen World Press Photo. La contaminación que capota Tianjin –China- se observa tan infranqueable que uno no distingue el horizonte desde dicha toma aérea.

Dramático. Insalubre. ¿Nos sucederá a nosotros? Pobre Madrid y su boina de mierda. Esta valdría como primera respuesta, pero a mi me interesa otra mirada. La que lleva a pararse en esas cajas de cerillas mastodónticas, unas iguales a otras, atestadas de hormigas con vidas que ellas presumen singulares. Sin embargo la uniformidad de la cáscara persuade que también será así dentro. Imposible escapar a la norma. La arquitectura racionalista del marxismo ha alumbrado edificios clónicos, torres de hormigón sin alma donde no se conciben más que existencias uniformadas. Hombres y mujeres residiendo en una casa igual a la de sus padres, y sus hijos a las suyas. La historia de las ciudades se cimenta en sus piedras, tan guardianas del pasado como los libros, sin embargo una ciudad estandarizada resulta un espacio desmemoriado, como enfermo tras una lobotomía radical.

No podría vivir en el lugar de la imagen. Además de juzgar insano respirar su aire nocivo, también lo sería habitar una de esas moles anodinas. Cruzar una calle donde no existiera un palacete del XIX, un edificio modernista. Una torre Art Decó de la que colgaría una señal de admiración. Me agradan las ciudades que mudan su piel y las sociedades que cambian. Incluso para mal.

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