THE OBJECTIVE
Gemma Bargues

Caladas no aptas para menores

Para fumar como dios manda en el cine es primordial mantener bien la postura, seductora o de ‘malote’, según mande el guión. Hay que mostrarse perdidamente irresistible mientras el veneno te va calando hasta las trancas, que se note el placer en tu mirada de ojos caídos. Así sí. Así es como muchas estrellas del cine se han convertido en los reyes de la calada; un arte comprado por la industria cinematográfica a las tabaqueras y que ahora la OMS pretende censurar.

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Caladas no aptas para menores

Para fumar como dios manda en el cine es primordial mantener bien la postura, seductora o de ‘malote’, según mande el guión. Hay que mostrarse perdidamente irresistible mientras el veneno te va calando hasta las trancas, que se note el placer en tu mirada de ojos caídos. Así sí. Así es como muchas estrellas del cine se han convertido en los reyes de la calada; un arte comprado por la industria cinematográfica a las tabaqueras y que ahora la OMS pretende censurar.

Resulta que la organización quiere calificar como cine para adultos todas aquellas películas en las que se fuma, tratando de convencer a los estados miembro de que la disminución de estas escenas reducirá el inicio del hábito y la mortalidad relacionada con este. No se lo cree nadie; ni la OMS, ni los estados miembro, ni Uma Thurman ni Malboro y compañía.

Porque cine y tabaco, por mucho que a la OMS no le guste, han logrado atraer a lo largo de la historia a millones de espectadores, creando ídolos y escenas míticas que ya no imaginamos sin uno de estos palitos cancerígenos de por medio; desde Uma Thurman en Pulp Fiction, Humphrey Bogart en Casablanca o Audrey Hepburn en Desayuno con diamantes.

Otra cosa es que, por el camino, más seis millones de adolescentes estadounidenses se hayan encendido su primer cigarrillo incitados por lo que han visto en las pantallas. ¿Tiene el cine la culpa de esos seis millones, y que de ellos, dos terminen en muerte por tabaquismo? Pues a mí me parece que no, OMS, y que la culpa está en cómo se educa a esos potenciales ‘fumetas’, adolescentes con una importante falta de personalidad, de valores y muy fans del “culo veo, culo quiero”. En lo que sea.

Simplifiquemos el tema: el cine es un negocio, las tabaqueras otro y el Estado, que anda en medio de los dos a ver qué cae, el que más. Muy bien que existan organizaciones velando por la salud pública, pero que lo hagan de verdad y dejando de lado la hipocresía que los gobiernos llevan años demostrando: si el tabaco es tan perjudicial, ¿por qué no se prohíbe su comercialización? De nuevo, las millonadas que ingresan las arcas del Estado por los impuestos del tabaco dejan en un segundo plano a los pulmones requemados de medio mundo. Ya si eso, que las campañas antitabaco hagan lo suyo, y listo.

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