THE OBJECTIVE
Gerardo Cabrera Campos

Cambio de mundo, la misma historia

Recorro la capital peruana con un desahogo periodístico distinto del que me fui. Antes, los temas del mundo entero me sabían muy remotos, quizás intrascendentes a mi realidad próxima.

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Cambio de mundo, la misma historia

Recorro la capital peruana con un desahogo periodístico distinto del que me fui. Antes, los temas del mundo entero me sabían muy remotos, quizás intrascendentes a mi realidad próxima.

Escribo desde Lima, capital del Perú. Hace unos días arribé a la ciudad: me reencontré con mi tierra después de un año, y lo primero que hice fue comprar el periódico: las noticias nacionales refieren crisis política, inseguridad y demás cosas que igualmente se leerían en una urbe europea vertiginosa y diversa como Madrid. Sin embargo, los temas internacionales, los de Gaza, por ejemplo, se pueden sentir alejados, llenos más de misticismo y opinión que de grandes textos de enviados especiales.

Recorro la capital peruana con un desahogo periodístico distinto del que me fui. Antes, los temas del mundo entero me sabían muy remotos, quizás intrascendentes a mi realidad próxima.

Recorro sus calles tratando de re-conocer otra vez en un mundo latinoamericano la vicisitud y carisma de su gente, ese indómito quehacer de los niños trabajadores, las mujeres mendigas o los chóferes impávidos. Entonces, observándolos, recordé a los subsaharianos tristes que migraban hasta Marruecos y de allí ansiaban un paso a Europa en busca de mejoría. Recordé, además, a esos negros asustados que venden cosillas baratas en El Retiro o dentro del metro. Y es así como entiendo, poco a poco, la relación humana entre un latino, un europeo y un africano. Parece tonta, pero permite asimilar un paradigma periodístico interesante. 

Ahora la situación sigue igual: “la migración constante”, la barbarie por un pedazo de territorio, la pobreza o la crisis. Problemas del mundo entero que hoy, cuando subí a un bus (micro, en Perú), un rapero ambulante de veinte años entonó un pedazo de su música a los pasajeros: unos ni lo miraban, otros le atendían, algunos dormían; pero yo quedé maravillado, pues entre sus versos salían críticas a la política venezolana, la corrupción, el horror de la televisión sobre lo de Palestina y la necesidad de felicidad en la gente.

-¿Te dedicas de lleno a este Hip-hop?

-Quisiera estudiar Periodismo – me contestó. Bajó del bus y lo observé: llevaba un cuaderno de apuntes, una radio pequeña y una chaqueta amarrada a su cintura. ¿Y si yo fuera él? ¿Y si pudiera hacer Periodismo en España? Las personas suelen creer que, al viajar a otras culturas, cambian de mundo y de estilo, pero para los periodistas esto debe ser muy distinto, pues el mundo está ahí, con sus inmigrantes, sus pro-rusos, sus cantantes ambulantes, sus palestinos, sus periodistas asesinados o sus contagiados de ébola. Así, la ecuación sería: cambio de mundo, pero es la misma historia.

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