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Aurora Nacarino-Brabo

Castilla olvidada

La terraza del bar Bombi, el único de Retuerta, son un par de bancos de la Caja de Burgos y otro más del Círculo Católico. Están dispuestos en el margen de la calle, formando una hilera contra la fachada de una casa grande y ruinosa. Un ramo de vigas de madera apunta al cielo, desvelando que alguna vez soportaron un tejado. Sobresale tras ellas, con el orgullo de la piedra que no derrota el tiempo, el edificio sólido de la escuela.

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Castilla olvidada

Reuters

La terraza del bar Bombi, el único de Retuerta, son un par de bancos de la Caja de Burgos y otro más del Círculo Católico. Están dispuestos en el margen de la calle, formando una hilera contra la fachada de una casa grande y ruinosa. Un ramo de vigas de madera apunta al cielo, desvelando que alguna vez soportaron un tejado. Sobresale tras ellas, con el orgullo de la piedra que no derrota el tiempo, el edificio sólido de la escuela. También está vacía: a ella la venció la demografía.

Allí, mientras bebo Coca-Cola, un vecino del pueblo me habla del evento del día anterior. El gran organista Francis Chapelet, quizá el mejor del mundo, ha ofrecido un concierto en la colegiata de Covarrubias, que alberga el órgano más antiguo de Castilla en funcionamiento. Es un privilegio escucharlo vibrar entre los muros del templo en el que descansan eternamente los Condes de Castilla, Fernán González y Doña Urraca.

Pero Chapelet ha traído malas noticias. Ha anunciado que esta será la última vez que toque el órgano de Covarrubias. La joya del siglo XVII tiene la trompetería gastada, el secreto apolillado y numerosas fugas de aire. Los rigores del invierno burgalés contribuyen a su progresivo deterioro y ya suena desafinado. Chapelet ha pronunciado una profecía de muerte para el órgano, un diagnóstico fatal para el que existe, sin embargo, tratamiento. Y precio. El organista asegura que 100.000 euros bastarían para restaurarlo. No es una demanda nueva. Lleva años reclamando a las instituciones una intervención que salve al majestuoso silbador sin haber conseguido ninguna atención.

Tomo el periódico, en el que el nacionalismo sigue escribiendo las portadas. A la sombra de las ruinas de madera y adobe, vigilada por una escuela cerrada, pienso en la muerte silenciosa que le espera al noble órgano de Covarrubias. No hay 100.000 euros en España para recuperar el patrimonio mesetario. Qué mala suerte la de ser hoy castellano.

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