THE OBJECTIVE
Víctor de la Serna

Catalanes españoles, qué sofoco

Ahora que todo el país vitorea a un genuino héroe deportivo nacional como es el gran Rafa Nadal, ‘Rafael IX de Francia’, según un buen titular de ‘El Mundo’, no está mal echar la vista atrás cuatro meses, a la presentación del Trofeo Godó.

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Catalanes españoles, qué sofoco

Ahora que todo el país vitorea a un genuino héroe deportivo nacional como es el gran Rafa Nadal, ‘Rafael IX de Francia’, según un buen titular de ‘El Mundo’, no está mal echar la vista atrás cuatro meses, a la presentación del Trofeo Godó.

Ahora que todo el país vitorea a un genuino héroe deportivo nacional como es el gran Rafa Nadal, ‘Rafael IX de Francia’, según un buen titular de ‘El Mundo’, no está mal echar la vista atrás cuatro meses, a la presentación del Trofeo Godó y a la pregunta que un periodista barcelonés le espetó al tenista: «Conociendo tu ‘fair play’ y sabiendo que no eres anti-nada, ¿puedes explicar por qué eres madridista?».

La impertinencia de la pregunta sólo es comparable con su idiocia. Pero detrás de ello es posible intuir algo más que la salida de pata de banco de un ‘culé’: un metalenguaje en el que lo del ‘fair play’ encubre lo que al colega parecía atormentarle, que quizá podría ser algo parecido a esto: «Sabiendo que eres un buen catalán de Baleares, que es lo que sois nuestros hermanos mallorquines catalanohablantes, ¿cómo es posible que te envuelvas en la rojigualda y que encima tengas la desfachatez de ser forofo del infame Real Madrid?».

Y es que Rafael Nadal, como algunos otros personajes importantes -un Albert Boadella, un Arcadi Espada- pero pertenecientes a sectores mucho menos mediáticos que el deporte profesional, es de esa raza tan desasosegante para el nacionalismo catalán, la de los catalanes (y valencianos, y baleares) españoles, los que no aceptan la dicotomía de las dos naciones enfrentadas desde la noche de los tiempos, Cataluña y Castilla, y que vienen a recordar, muy incómodamente, que para ellos poseer ambas culturas es enriquecedor, no esclavizador, y que el cuento de la nación monocultural no es sino un invento de esa mezcla de racismo e intereses económicos que floreció, bajo el nombre de ‘nacionalismo’, en Europa desde el siglo XIX.

Si algún otro deportista tan popular como Nadal y todavía más innegablemente catalán que él, por ejemplo Pau Gasol, diese el paso y dijese explícitamente lo que siempre ha sentido, avanzaríamos mucho. Y pronto.

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