THE OBJECTIVE
Jordi Amat

Cataluña está fracturada

«Llevamos un lustro analizando al milímetro a los otros, porque los nacionalistas siempre son otros, y ahora que lo vemos aquí parece como si la conjura no fuera con nosotros»»»

Opinión
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Cataluña está fracturada

Fracturada y enfrentada. ¿Les suena? Aunque no haya estadísticas que lo demuestren, también es probable que ya en otros salones familiares se escuchen discusiones subidas de tono cuando se empieza a hablar de política y no me extrañaría que las madres -las santas equidistantes- hayan impuesto una espiral de silencio para evitar rupturas entre padres e hijos e hijos y cuñados durante los encuentros en la Primera Fase. Por no hablar de las bajas sufridas en los grupos de mensajería instantánea durante estos meses cuando, de repente, un primo con quien hasta ahora jamás habías discutido ha decidido descolgarse.

Los conatos de violencia han sido limitados, por suerte, pero haberlos, los ha habido. Violencia de la de verdad. Hostias, sangre y hematomas. Por ejemplo, Moratalaz. Las imágenes grabadas muestran que unos frente a otros se insultan por motivos ideológicos, en algunas ocasiones incluso se increpa a periodistas -¿dónde está la libertad, dónde?- acusándoles de manipuladores, mientras viejos y jóvenes se dan golpes bajos. Ay, si antes aquí reinaba la armonía pastoril entre los vecinos del barrio, pero el miércoles las manifestaciones acabaron con una cabeza fracturada y otras contusiones. En Móstoles, para evitar que la cosa fuera a más, se desplegaron los antidisturbios. Por no hablar del sábado a primera hora de la noche en Granada. Al ver una bandera republicana colgada en un balcón, donde ondeada desde hacía 24 larguísimas horas, un grupo de tres o cuatreo personas miccionó primero ante ese portal -juraré que todo esto ya había ocurrido- y luego -esto es novedoso- subieron al piso donde apalearon al vecino que la había colgado.

Tampoco debería sorprendernos. Llevamos un lustro analizando al milímetro a los otros, porque los nacionalistas siempre son otros, y ahora que lo vemos aquí parece como si la conjura no fuera con nosotros. Pero la teoría, repetida tantas veces que ya no hacía falta contrastarla con la realidad, debería ser la misma. Era esta. Cuando una sociedad ha sido adoctrinada sistemáticamente durante décadas, usando la escuela y los medios de comunicación con un ambiguo afán, la movilización continuada en la calle -uniformados, sí, uniformados con pegatinas en el pecho y banderas al viento- puede generar episodios de tensión como los sufridos los últimos días. Y a veces, como ahora, ¿por qué ahora?, van a más.

Solo falta que el ministro o el propagandista de turno, que esconde sus intereses bajo la gabardina del patriotismo, acierte con el momento y en un pleno en el Congreso o en un programa de máxima audiencia radiofónica, uno y otro, usen su fama para acusar a la oposición de enemiga o diga que tu presidente es irresponsable por gobernar con chavistas, comunistas y separatistas. Todo bien polarizado pero no mezclado y ya solo es cuestión de tiempo que un día en la calle prenda la mecha. Les va a parecer una broma.

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