Codicia cósmica

Cargado de platino y otros metales preciosos ha pasado sobre nuestros hogares para seguir flotando en la nada toda la eternidad, si es que la eternidad existe. 5,4 billones de dólares a la deriva en mitad del vacío. ¡Qué desperdicio!

Ponerle precio a un meteorito es muy desubicado. Muy de humano codicioso, o sea de humano corriente. Es como querer pintarle rayas al mar, una tontería muy grande y una frivolidad gigante, tanto o más que el asteroide que ha pasado cerca de la Tierra esta madrugada. Nosotros dormíamos y el meteorito-joya 2011-UW-158 sobrevolaba el espacio. ¡Qué cosas! Cargado de platino y otros metales preciosos ha pasado sobre nuestros hogares para seguir flotando en la nada toda la eternidad, si es que la eternidad existe. 5,4 billones de dólares a la deriva en mitad del vacío. ¡Qué desperdicio!

A lo mejor si hubiéramos saltado todos a la vez cuando ha pasado rozando la Tierra, hubiéramos podido alcanzarlo, apropiárnoslo como hemos hecho con todos los seres y formas que habitan este planeta y romperlo en pedacitos para lucrarnos. Así hubiéramos podido comprarnos más cosas de esas que llenan nuestras vidas de materia y de distracciones.

Hace tiempo que la expresión “No tiene precio” perdió su razón de ser. A pesar de ser utilizada con frecuencia incluso por publicistas avispados que saben que aún hay quien valora lo que lo que no se puede pagar con dinero, todos sabemos que hoy ya hay muy pocas cosas que no se puedan comprar. Y si hay alguien que se ha molestado en ponerle precio a un meteorito aplicándole las leyes de un planeta que hace tiempo que dejó de funcionar en condiciones, apaga y vámonos. Yo casi prefiero sentarme y quedarme quieta para verlo pasar. O irme al vacío con él y perderme en la nada negra cósmica sobre su suelo gris de platino.