THE OBJECTIVE
Cristina Casabón

¿El colapso del pluralismo?

«Pero además, una sociedad plural, libre y compleja requiere políticos y ciudadanos que no piensen solo en términos morales; el moralismo es un instrumento anticuado para el siglo XXI»

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¿El colapso del pluralismo?

EFE

El pluralismo político es inherente a la democracia. Solo un sistema democrático ofrece condiciones para expresar y defender distintas y antagónicas líneas de pensamiento, de forma libre, tolerante y en igualdad de condiciones. Como dijo Giovanni Sartori, entender el pluralismo es también entender el significado de tolerancia, consenso, disenso y conflicto”. Resulta imposible concebir nada más contrario a este ideal democrático que la forma que ha adoptado en nuestros días la política española. ¿Debemos comenzar a hablar del trágico colapso del experimento del pluralismo político?

En sus Reflexiones (1934), Simone Weil incluyó un “Esbozo de la vida social contemporánea en el que describe una sociedad donde todos andan obsesionados por una representación de la vida social que, aunque difiere sobremanera de un círculo a otro, siempre está hecha de misterios, cualidades ocultas, mitos, ídolos, monstruos. (…) Cada círculo aparece desde afuera como un objeto de pesadilla. La tendencia de nuestra sociedad, de tintes populistas e identitarios, también comparte esta visión, un tanto conspiranoica, que describe Weil. Cada grupo identitario define a los demás como si fueran enemigos o monstruos colectivos. El nivel de riesgo político aumenta cuando los propios líderes políticos participan en conspiraciones en torno a otros partidos políticos, colectivos o instituciones.

Nada es más fácil tampoco que propagar un mito o una vision conspiranoica en una sociedad identitaria y opresiva, que conduce con el piloto automático. McCloskey, en Why liberalism works dice que la fuerza es incapaz de domar al pensamiento; pero para que esto sea cierto, tiene que haber pensamiento individual. Cuando las opiniones fabricadas suplen a las propias, y una visión anacrónica, de tribu, suplanta al pensamiento crítico e individual, se produce una pérdida de contacto entre grupos identitarios enfrentados que aniquila el concepto de sociedad plural. 

Pero además, una sociedad plural, libre y compleja requiere políticos y ciudadanos que no piensen solo en términos morales; el moralismo es un instrumento anticuado para el siglo XXI. En su lugar, podemos emplear otros instrumentos para analizar sociedades complejas, como el análisis, que sitúa al individuo por encima del grupo y sustituye el adoctrinamiento por actitudes más críticas propias del pensamiento liberal. McCloskey propone que en lugar de escuchar conspiraciones planteadas como una teoría adolescente y marxistoide de por qué la gente dice lo que dice, escuchemos la verdad, los argumentos de nuestros supuestos enemigos, y consideremos su lógica y sus pruebas.

Hay que observar la estrecha relación entre populismo identitario, adoctrinamiento y teorías conspirativas que se advierte en algunos partidos y líderes que abrazan la representación carismática del populismo. La primera “paranoia” de todo líder populista, explica Arias Maldonado en Nostalgia del soberano es que dicen representar en solitario a totalidades tales como la nación o el pueblo, aspiran a concentrar en ellos mismos una unanimidad incompatible con el pluralismo”. Sustituya “pueblo” por colectivo” si lo prefiere; observe cómo algunos líderes populistas y partidos políticos se apropian” de símbolos y aspiran a representar colectivos enteros o movimientos sociales.

Otras manifestaciones patológicas del populismo que derivan de lo anterior: líderes y tribus identitarias que alimentan un círculo de sospecha que se reproduce y se retroalimenta infinitamente. El adoctrinamiento de este tipo se vierte sobre las masas de creyentes cada día: “El mercado capitalista florece gracias a la explotación de los débiles”; “las derechas en España culpan de la propagación del virus a las feministas”; La UE es un club elitistaChurchill era un racistaEl siguiente paso es que estos colectivos, comunidades, intelectuales, políticos, etc. impongan su relato (y sus políticas identitarias) a una ciudadanía plural, justificándose en todas las sospechas que han proyectado previamente sobre sus enemigos.  

Podríamos pensar, ingenuamente, que tenemos un sano pluralismo ideológico, que nuestro sistema multipartidista es la mayor garantía de que somos una sociedad democrática, libre y tolerante. Algunos cambios estéticos pueden darnos la esperanza de que nuestra sociedad no está atrapada o condenada a un futuro como el que retrató Orwell en 1984 para advertir sobre los signos de deterioramiento de las democracias liberales. La realidad es que cuando las sociedades están en manos de líderes populistas, cuando aceptamos su adoctrinamiento, perdemos la magia de vivir en sociedades libres y tolerantes. El populismo identitario es un experimento político anacrónico y poco apto para convivir en democracia; la deforma a su paso y deforma el libre pensamiento de todos los que se alinean con sus ideas. 

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