THE OBJECTIVE
Javier Quero

Como el culo de un mandril

Emplear la cola de un pez venenoso para propinar azotes demuestra una originalidad tan perversa como atractiva. De hecho, se me ocurren varios personajes merecedores de tal escarmiento.

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Como el culo de un mandril

Emplear la cola de un pez venenoso para propinar azotes demuestra una originalidad tan perversa como atractiva. De hecho, se me ocurren varios personajes merecedores de tal escarmiento.

Azotes con la cola de un pez venenoso. Ese es el castigo propuesto por el presidente de Sri Lanka a los promotores de un concierto de Enrique Iglesias, donde multitud de espectadoras arrojaron sujetadores al escenario. En Sri Lanka no se andan con chiquitas. Y si las chiquitas se despelotan, menos aún.

La autoridad se toma el lanzamiento de sostenes muy a pecho. Y el gobernante comorense considera abominable lo ocurrido en el concierto. Me refiero al comportamiento del público, no a la manera de cantar de Enrique Iglesias. Lo que más me asombra es el tipo de castigo. Emplear la cola de un pez venenoso para propinar azotes demuestra una originalidad tan perversa como atractiva. De hecho, se me ocurren varios personajes merecedores de tal escarmiento. A usted, malvado lector, también.

Bárcenas, los de los ERE falsos o los Pujol aún no se han pronunciado sobre el asunto. Dicen que Artur Mas y alguno más se protegen el tafanario con un movimiento instintivo de las manos al conocer el hecho. No obtante, en España tan poética condena es inviable. Dos son las razones. Por un lado, la cantidad de mangantes con cargo, embusteros públicos, traidores con escaño y defraudadores crónicos es tal que no hay peces suficientes en los océanos para mortificar tanta nalga. A salvo quedan, por tanto, esas posaderas corruptas susceptibles de adquirir la apariencia del culo de un mandril. La otra razón, mayor aún, es la previsible reacción de diversas asociaciones de defensa de los derechos de la víctima. Al pez me refiero, no al condenado. Los grupos animalistas lo impedirían al grito de «dejad al pez en paz».

A salvo quedan pues los culos que ejercen su actividad fisiológica sobre el dinero público. No es nuevo. De hecho, lo que más les importa a todos es salvar el culo.

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