THE OBJECTIVE
Antonio Orejudo

Compra y suscripción

Cuando pagué aquel primer iPad no me di cuenta de que en realidad no lo estaba comprando, sino alquilando su uso por un periodo limitado de tiempo

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Cuando pagué aquel primer iPad no me di cuenta de que en realidad no lo estaba comprando, sino alquilando su uso por un periodo limitado de tiempo

El lanzamiento del primer o del segundo iPad me pilló en Estados Unidos. Por circunstancias que no vienen al caso, decidí darme un homenaje y regalarme uno sin tener una idea clara de su utilidad.

Para mi sorpresa, en menos de cinco meses aquel cuadernillo electrónico se convirtió en el electrodoméstico más utilizado en mi casa después del frigorífico, por delante del microondas y del televisor. Todos los miembros de mi familia lo utilizábamos diariamente para hacer navegaciones rápidas por internet, para ver películas, y sobre todo para leer la prensa, que ya no comprábamos en papel, pero sí en formato digital.

El aparato sigue funcionando hoy perfectamente: se enciende, se apaga y se carga con normalidad. Sin embargo, la casa de electrodomésticos Apple ha decidido inutilizarlo por la expeditiva vía de no actualizar su sistema operativo. Poco a poco, los ingeniosos programitas que hemos venido utilizando en casa para navegar, ver películas y leer la prensa cumplen su función cada vez peor. 

No me estoy cayendo del guindo ni estoy descubriendo ahora la obsolescencia programada con que se limita la vida de los productos para que la gente compre la misma máquina una y otra vez. Simplemente estoy pataleando ante la evidencia de que la compra ha sido sustituida por la suscripción. Cuando pagué aquel primer iPad no me di cuenta de que en realidad no lo estaba comprando, sino alquilando su uso por un periodo limitado de tiempo. 

He decidido no renovar mi suscripción con la casa Apple, aunque tengo varios electrodomésticos fabricados por ella. Ahorraré el coste de un nuevo cuadernillo electrónico y cuando pase por la tienda de electrodomésticos, elegiré otro de diferente marca sólo para darme el gustazo de utilizar el único instrumento que aún podemos poseer los ciudadanos de a pie: nuestra real gana.

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