THE OBJECTIVE
Ricardo Calleja

Conciencia de votar

Carl Schmitt consideraba el sufragio universal secreto como el gran error político contemporáneo. Para el jurista alemán, ninguna voluntad general puede surgir por la agregación de voluntades particulares, expresadas en la privacidad de una anónima papeleta, envuelta en un sobre entre las bambalinas de una cabina electoral, depositado en una urna cerrada. Cualquiera que sostenga una idea de democracia participativa o deliberativa estará de acuerdo en que el voto cada cuatro años es insuficiente como fundamento y experiencia de la democracia. Y puede aceptar que el ejercicio de depositar la papeleta, aislado de todo proceso de formación de una voluntad popular, es incluso peligroso: puede ser expresión de meros sentimientos manipulables; o de intereses particulares manipuladores.

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Conciencia de votar

Carl Schmitt consideraba el sufragio universal secreto como el gran error político contemporáneo. Para el jurista alemán, ninguna voluntad general puede surgir por la agregación de voluntades particulares, expresadas en la privacidad de una anónima papeleta, envuelta en un sobre entre las bambalinas de una cabina electoral, depositado en una urna cerrada. Cualquiera que sostenga una idea de democracia participativa o deliberativa estará de acuerdo en que el voto cada cuatro años es insuficiente como fundamento y experiencia de la democracia. Y puede aceptar que el ejercicio de depositar la papeleta, aislado de todo proceso de formación de una voluntad popular, es incluso peligroso: puede ser expresión de meros sentimientos manipulables; o de intereses particulares manipuladores.

Cualquiera que sostenga una idea de democracia participativa o deliberativa estará de acuerdo en que el voto cada cuatro años es insuficiente como fundamento y experiencia de la democracia

Para el jurista alemán, la democracia solo tiene sentido si las razones y las voluntades se encuentran cara a cara en el espacio público. Pero no para deliberar –la funesta manía de la “clase discutidora”- sino para aclamar al Líder (Führer, en alemán; duce en italiano; caudillo, en castellano), que pone al Pueblo en Movimiento (algunos escriben esto último con mayúscula). Esta democracia aclamativa tiene en común con la democracia meramente electoral que cada ciudadano se limita a prestar un consentimiento pasivo y acrítico.

Puestos a ser votantes activos, hay quien dice que es preciso asegurarse de que el voto sea “útil”: “para lo poco que podemos hacer”. Otros, contraponen la exigencia de que se vote “en conciencia”. Y no faltan quienes, con más agudeza, observan que lo más útil es hacer presentes tus convicciones de conciencia, y quienes señalan que la conciencia obliga a hacer el bien posible, es decir: a un voto útil.

Conciencia de votar 2
Hay quien considera que el voto individual secreto es un error. | Foto: Paul White | AP

La realidad es que el voto individual secreto es una magnitud infinitesimal, cuya utilidad marginal a veces es nula o contraproducente, a causa de los sistemas de reparto de votos sobrantes. En materia de utilidad, lo infinitesimal se suele descartar por mera economía de procesos: las monedas de un céntimo las damos en propina, o en donativo para “los niños de Biafra” (esto sí, en conciencia).

«Lo importante del voto no es el hecho infinitesimal, sino las interpretaciones que subyacen al voto»

En cuanto al peso “moral” del voto, depende de cómo nos pongamos. Todos los que apuñalaron a César fueron culpables, aunque no sepamos quién le asestó “la que le mató” (“y otra miente en el noticiero” cantaba Mecano). Pero es que aquí hablamos de dosis homeopáticas de voto, con efectos a veces contrarios. Un kantiano diría que lo importante es que la máxima de tu actuar sea universalizable. Pero claro, si el voto es secreto y tu máxima la piensas en catalán (en la intimidad), no hay nada que universalizar. Quizá solo el acto de ir a votar, sin más explicación.

En todo caso, lo importante del voto no es el hecho infinitesimal, sino las interpretaciones que subyacen al voto. Es decir, el diagnóstico y la estrategia de solución de los problemas comunes o particulares. Esa interpretación explica el voto individual y puede influir sobre los demás, hasta generar magnitudes agregadas relevantes: mayorías de gobierno o representación parlamentaria al menos. Por eso podía decir John Adams en la América republicana recién estrenada, que en la democracia igualitaria los aristócratas reaparecen: son aquellos cuyos talentos les hacen capaces de influir sobre el voto de los demás.

«En el terreno de las interpretaciones es donde veo que el ciudadano puede ser más útil»

Así pues, en el terreno de las interpretaciones es donde veo que el ciudadano puede ser más útil, y encuentra más gravada su conciencia. Pero claro, esto exige algo así como rasgar el velo de la cabina electoral y hacer transparentes nuestras razones. Y usar algún tipo de altavoz sin el cual nuestra influencia no supera los decimales.

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Los importante del voto sonlas interpretaciones que subyacen. | Foto: Emilio Morenatti | AP

Por mi parte, agradezco que me den voz, pero renuncio a ofrecer una interpretación que pueda condicionar el voto ajeno: no aspiro a ser aristócrata, me quedo en votante popular. Me contento con evitar que nadie manipule mi propia elección. Mi voto secreto e infinitesimal casi nada valdrá, pero será expresión de mi dignidad política. Eso sí, no pretendo universalizar la máxima de mi conducta: seguid comentando la jugada mientras callo “por razones que guardo en mi ciudadano pecho”.

PS: Un amable revisor aristotélico me hace la siguiente observación: “las decisiones sabias se toman en diálogo con los demás. La petición de consejo es el primer paso de la prudencia, y es bueno para todos que exista una deliberación pública sobre el bien común”. A lo que le contesto: “hablémoslo en la cafetería, ese espacio donde se reúnen los ciudadanos que aspiran a ser aristócratas, pero que no quieren manipular excesivamente al pueblo con propaganda”. “Suena elitista y esotérico (emoticono)”. “Hablémoslo en persona”.

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