THE OBJECTIVE
Hermann Tertsch

Contra la indefensión autoimpuesta

Ahí está el inmenso peligro. De que las inmensas tentaciones históricas del Kremlin no tengan enfrente la disuasión necesaria. Tenemos que estar dispuestos a declarar la guerra si Moscú agrede a Letonia o Polonia.

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Contra la indefensión autoimpuesta

Ahí está el inmenso peligro. De que las inmensas tentaciones históricas del Kremlin no tengan enfrente la disuasión necesaria. Tenemos que estar dispuestos a declarar la guerra si Moscú agrede a Letonia o Polonia.

No son pocos los ucranianos que maldicen aquel momento en la primavera de 1994 cuando entre aplausos y bienaventuranzas de todos, Ucrania comenzó a regalar todas sus armas nucleares a Rusia. Pocos meses después, sin dudas ni contratiempos, las 1.800 cabezas nucleares del arsenal nuclear heredado por Ucrania de la URSS, el tercero en tamaño después de los de EEUU y Rusia, estaban en manos del Kremlin. La única contrapartida real de esta entrega había sido el reconocimiento por parte de Rusia de las fronteras internacionales de Ucrania.

Como todo el mundo hoy reconocerá, fue aquél un muy mal negocio para el nuevo estado ucraniano. Ucrania está indefensa. El patriotismo de muchos no vale nada con un ejército sin posibilidades ante una invasión rusa y sin capacidad de imponer el orden en Ucrania oriental sin un derramamiento de sangre que sería de inmediato el detonante para esa invasión. Muchos se sorprenden en el mundo ante la facilidad de las milicias locales separatistas y los comandos rusos para capturar unas unidades ucranianas que teóricamente debían reconquistar plazas tomadas por los insurrectos teledirigidos. Todos saben cuál sería el escenario inmediato tras la muerte de civiles de la comunidad rusa a manos gubernamentales.

La retórica bélica del Kremlin y su agitación y desinformación alcanzo hace ya semanas unos niveles de hostilidad dificilmente reversibles. Es evidente que Putin solo espera a ver cuál de las fórmulas que se le ofrecen es la más beneficiosa para sus fines. Estos llevan todos a convertir tras esta crisis a Ucrania en un estado postrado y prácticamente inviable. La OTAN ya ha decidido lo único razonable en su mano para evitar que Putin pueda dar una sorpresa aun más brutal, que es el rápido despliegue de tropas de la OTAN en todos los países miembros cercanos a las fronteras de Rusia, Ucrania y Bielorrusia. El Articulo Cinco del Tratado del Atlántico norte, que establece que todo ataque a un miembro lo es a toda la Alianza y recibirá una respuesta militar de ésta, debe quedar visualizado en la presencia de aliados en los países bálticos, en Polonia, Eslovaquia y Rumanía.

Nadie va a ir a la guerra contra Moscú por la integridad de Ucrania. Lo sabe Putin y lo saben los ucranianos, que hoy lamentan no tener unas ojivas nucleares de aquellas que regalaron a Moscú y que habrían cambiado por completo la ecuación de la seguridad hoy. Su indefensión es hoy absoluta. El daño que puedan hacer solo reafirma al agresor en sus fines. Pero precisamente por eso, es urgente que Occidente recupere credibilidad para sus defensas. Debería estar más claro que nunca para Moscú que cualquier agresión a territorio de la OTAN será caso de guerra. Pero no es así. Hoy no está claro en Moscú ni en Europa ni en Estados Unidos. Nunca estuvo menos claro. Y ahí está el inmenso peligro de los próximos tiempos. De que las inmensas tentaciones históricas del Kremlin no tengan enfrente la disuasión necesaria. Tenemos que estar dispuestos los españoles, portugueses e italianos, igual que alemanes, noruegos o húngaros, a declarar la guerra si Moscú agrede a Letonia o Polonia. ¿Lo estamos?

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