THE OBJECTIVE
Irene Junquera

Cuando el querer es poder

Siempre hay favoritos, pero nadie es indestructible. El partido no acaba hasta que se pita el final. Dos obviedades que pueden destrozar a una afición y coronar a otra. Quizá esta sea, la grandeza del fútbol.

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Cuando el querer es poder

Siempre hay favoritos, pero nadie es indestructible. El partido no acaba hasta que se pita el final. Dos obviedades que pueden destrozar a una afición y coronar a otra. Quizá esta sea, la grandeza del fútbol.

Que se lo digan al Sevilla. Cuando todos los valencianistas se encontraban con un pie en la calle dispuestos a celebrar el pase a la final de la Europa League, un cabezazo de M´Bia les rompió el sueño. El que parecía el guión perfecto de una remontada, con un equipo y una afición en comunión, se tornó en un auténtico drama para los chés.

Quién no ha pecado alguna vez de exceso de confianza, o quién no ha sufrido quizá un golpe de mala suerte. El Valencia lo dio todo, pero a veces, ni siquiera eso es suficiente. El Sevilla luchó hasta el final y un guerrero sabe que la victoria no llega hasta que cae el último adversario. Y M´Bia seguía en pie.

Emery se recreó en la victoria enloquecido. Tal vez se olvidó de que era su ex equipo el que sufría la amarga derrota, o tal vez no. “Yo no jugaba contra el Valencia, yo jugaba por el Sevilla”. Quizá le salió el orgullo y se dio el homenaje de despedida que no le dieron en Mestalla… Él habla de “gesto natural” y le entiendo.

Enfrente, en la Final, un Benfica por el que nadie apostaba y que tuvo que doblegar a la todopoderosa Juve, que está a punto de conquistar el ‘Scudetto’. Quién lo iba a decir. Los portugueses acabaron con nueve, pero nadie iba a conseguir privarles de una nueva final tras la derrota el pasado año frente al Chelsea.

Siempre hay favoritos, pero nadie es indestructible. El partido no acaba hasta que se pita el final. Dos obviedades que pueden destrozar a una afición y coronar a otra.

En medio de la vorágine de la Champions, llegan dos equipos españoles y consiguen dejar a toda Europa sin respiración. Quizá esta sea, la grandeza del fútbol.

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