THE OBJECTIVE
Gemma Bargues

¿Cuánto vale un refugiado?

Cuantísimo está dando de sí la crisis de los refugiados, casi tanto como la económica pero con un plus aún mayor de dramatismo por eso de la guerra, los miles de civiles muertos y por las brutales imágenes e historias personales que cada día inundan los medios; ya lo vimos con Aylan, para muchos, un gancho mediático y morboso; para otros, un bofetón de realidad muy necesario. Pues lo mismo me grita a mí la expresión de esta niña, que a punto está de llorar o de reír, no se sabe. Aunque el colorete de sus mofletes lo aclara bastante: Help, basta ya.

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¿Cuánto vale un refugiado?

Cuantísimo está dando de sí la crisis de los refugiados, casi tanto como la económica pero con un plus aún mayor de dramatismo por eso de la guerra, los miles de civiles muertos y por las brutales imágenes e historias personales que cada día inundan los medios; ya lo vimos con Aylan, para muchos, un gancho mediático y morboso; para otros, un bofetón de realidad muy necesario. Pues lo mismo me grita a mí la expresión de esta niña, que a punto está de llorar o de reír, no se sabe. Aunque el colorete de sus mofletes lo aclara bastante: Help, basta ya.

Help, a quienes tienen en su mano acabar con el estallido persistente de bombas, porque quienes las activan no lo van a hacer hasta que… no lo van a hacer. Y basta ya, a quienes tratan la crisis migratoria como si del Juego de la Oca se tratara, donde los refugiados son las fichas que van hacia delante y hacia atrás y cayendo en las peores casillas: la cárcel, el pozo, la posada, el laberinto y, finalmente, la calavera o la muerte. Muy pocos tienen la suerte de llegar a meta intactos. Pero, ¿qué meta? Más que vivir, sobrevivir.

Y en medio de ese juego, el estallido de la crisis migratoria ha vuelto a ser motivo para “unir” a los dos grandes antagónicos de la geopolítica mundial, Oriente y Occidente. Merkel no quiere más refugiados, así de simple, así que se muestra inmensamente generosa con Turquía y le pone ojitos; unos ojitos por valor de 3.000 millones de euros -negociables- y una puerta para unirse a la familia de los 28. A cambio, Ankara ha de quedarse con los refugiados y frenar su llegada masiva a Europa, que ya está bien de que vengan aquí a formar mafias. Dinero a cambio de personas, aunque la UE insista en que el dinero no es para Turquía, sino para los refugiados, claro.

Pero no somos tan malos; dice Europa que si vienen, vale, pero que lo hagan ordenados, limpitos y pidiendo asilo, nada de llegar en pateras o por su propios medios. Y vuelta a empezar el Juego de la Oca.

 

 

 

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