THE OBJECTIVE
Enrique García-Máiquez

Cuarenta años

scuchamos con frecuencia que estos cuarenta años de democracia de la transición para acá han sido los mejores de la Historia de España. Es una frase hecha y hecha con buenos propósitos, para responder a los que quieren cargarse la constitución y la transición. Pero el infierno está alicatado hasta el techo de las mejores intenciones.

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Cuarenta años

Escuchamos con frecuencia que estos cuarenta años de democracia de la transición para acá han sido los mejores de la Historia de España. Es una frase hecha y hecha con buenos propósitos, para responder a los que quieren cargarse la constitución y la transición. Pero el infierno está alicatado hasta el techo de las mejores intenciones.

No lo digo ahora porque yo tenga mis dudas (que las tengo) sobre el valor absoluto que puedan haber tenido estos cuarenta años. La aprobación del aborto y su práctica en dimensiones industriales invalidan cualquier buenismo. El Estado autonómico está mostrándonos todo lo que llevaba dentro desde el principio. Y no debemos olvidar la presión fiscal y la deuda pública, que comprometen el futuro de las familias españolas y las empobrecen. Es como si uno, que se da la gran vida a costa de los ahorros del abuelo, sin tener apenas hijos e hipotecando a sus hipotéticos nietos, nos informase de que disfruta de un período espléndido. Sí, claro: para él.

Hoy me quiero fijar solamente en la frase de marras. Los que la dicen, ¿no caen en la cuenta de que están, contra sus buenos propósitos, alabando en realidad al franquismo? Tengamos en cuenta la inercia de los asuntos públicos: la prosperidad económica, la paz social, la proyección institucional de unos años se deben siempre al período anterior. Los ritmos políticos y sociales se cuentan por generaciones. Son precisamente estos años de ahora mismo los que nos muestran los frutos de los cuarenta años de democracia. Las personas que llegan al poder y a los puestos directivos de la sociedad son las formadas en la democracia. Estamos asistiendo a las consecuencias de unas políticas educativas, institucionales, administrativas y morales.

Lo que conlleva otra paradoja, que admito gustoso. Igual que quienes creen que los cuarenta años desde la transición han sido de oro, insuperables, maravillosos, no dejan de hacer un elogio indirecto, pero indudable, al franquismo; los que creemos que podrían haber sido todavía bastante mejores estamos haciendo una crítica de profundidad al franquismo, pues dejó una inercia que puso en movimiento los cuarenta años que todos aplauden, pero que nos han traído exactamente a este punto y hora.

Que, en vista de las consecuencias, tendrá que ser un punto y aparte. ¿No va siendo hora de que nos dejemos de inercias, de frases huecas y torsiones de cuello para mirar atrás, y detectemos los problemas actuales de España, y pongamos manos a la obra?

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